MADRID / Cuarto episodio del ciclo Beethoven actual
Madrid. Círculo de Bellas Artes. 27-I-2020. Ciclo Beethoven actual. Javier Negrín, piano. Obras de Beethoven, Ligeti y Alfonso
La cuarta entrega del ciclo Beethoven actual corrió a cargo del tinerfeño Javier Negrín (1977), pianista que cuenta ya con una consolidada carrera, que compatibiliza con su labor docente en el centro Katarina Gurska de Madrid. Es Negrín un pianista de notables medios técnicos y aproximación sensible a las partituras, que plantea con criterio sólido y equilibrado, y con sonido redondo y hermoso, en el que apenas asoma algún trazo de dureza en el forte más intenso. El programa de ayer incluía tres sonatas del músico de Bonn, nº 5, 15 y 30, ejecutadas en ese orden. En su breve parlamento introductorio, el canario recordó que las dos primeras las había estudiado muchos años atrás, pero reconoció no haberlas frecuentado desde entonces. El allegro molto e con brio inicial de la quinta sonata, aún fruto del Beethoven veinteañero, tuvo en sus manos envidiable energía e ímpetu. Quizá hubiera ganado la interpretación de haber quedado más diferenciados algunos tramos dinámicos, porque en bastantes ocasiones (tanto en esta sonata inicial como en las otras), la intensidad de los f pareció superponible a la de los ff, algo que también se apreció en el otro extremo de la gama.
Obviamente, Beethoven indicó una o dos f con una clara intención diferenciadora, pero tal intención no quedó siempre del todo plasmada ayer. Muy expresivo y bien dibujado el adagio molto, probablemente el movimiento más hermoso de la obra, y en el que Negrín lució un exquisito control de la articulación en los grupetos de semifusas, presentados con un delicado matiz y una envidiable levedad de pulsación, algo que hay que apreciar en su justa medida porque resulta, creo, bastante más fácil de conseguir en los instrumentos de la época (los Stein, Walters y compañía) que en los actuales. El Prestissimo final recuperó la energía inicial, y nos llegó con toda la claridad que, a la endiablada velocidad planteada por Beethoven, resulta posible.
Siempre he pensado que en la llamada Sonata Pastoral, el movimiento más enjundioso era el Andante, con su elegante canto sobre el acompañamiento marcado sempre staccato. El Allegro inicial planteado por Negrín pareció sólido, pero quizá menos efusivo de lo esperable. Cantó de forma sobresaliente el mencionado Andante, expuso sin concesiones la energía del scherzo y sacó buenas dosis de vitalidad en el rondó final, que tal vez hubiera ganado algo de claridad con más contención de pedal en los pasajes donde se superponen dibujos arpegiados (p.e. c. 130 y siguientes), pero cuya coda (Più allegro quasi presto) quedó muy bien resuelta. El salto hasta la primera sonata de la trilogía final, la Op. 109, es de grandes dimensiones, porque de la hermosa pero más convencional Pastoral recién comentada, pasamos al Beethoven más libre y crepuscular de la tríada final.
Negrín planteó con acierto el carácter de fantasía casi improvisatoria del primer movimiento, que alterna indicaciones casi extremas, como Vivace ma non troppo o Adagio espressivo. Se mostró atinadamente rotundo y afirmativo en el Prestissimo central. En el último tiempo indica Beethoven en alemán su demanda de una traducción cantable y con la expresión más profunda. Las indicaciones de mezza voce o Molto espressivo abundan en este andante con variaciones en el que Beethoven anticipa algunos rasgos del compositor visionario que nos asombrará con la arietta final de la Op. 111. El movimiento obtuvo un planteamiento correcto de Negrín, pese a algún pasaje más confuso (variación III, allegro vivace), y concluyó, bien matizado, en ese clima reflexivo que en cierto modo impregna buena parte de esa trilogía final beethoveniana. Como es costumbre en el ciclo, se intercalaron dos estudios de Ligeti.
El endiablado tercero, interpretado entre las dos primeras sonatas de Beethoven, tuvo ese toque de “tartamudeo” que Negrín acertadamente destacó en su explicación previa. El nº 16, con el que concluía la velada, empieza de una manera relativamente tranquila y convencional pero la tensión y la velocidad crecen hasta desbocarse en un torrente de tensión cuya interrupción final parece bastante sorprendente. Negrín expuso este hermoso y en buena medida enigmático estudio de forma sobresaliente. Envidiable igualmente la versión de otro estudio, esta vez el llamado Juego de tresillos, de su maestro Armando Alfonso, un interesante dibujo ostinato sobre la figura del tresillo en el que asoman puntualmente los de la Sonata Claro de luna del gran sordo. El público acogió con calor las buenas interpretaciones del canario, que regaló un Preludio del propio Alfonso, dedicado al pianista.
Rafael Ortega Basagoiti