MADRID / Cuarteto Quiroga y Javier Perianes, distintos tipos de intensidad
Madrid. Auditorio Nacional. 10-VI-2024. Liceo de Cámara XXI. Cuarteto Quiroga. Javier Perianes, piano. Obras de Beethoven, García-Tomás y Brahms.
Coalición imbatible: el Cuarteto Quiroga, cada día mejor ensamblado, preciso y musical, junto a Javier Perianes, un pianista de rara sensibilidad, de sonoridades matizadas y exquisitas. La práctica lo ha demostrado con creces a lo largo de una velada de alto voltaje, en la que los efectos sonoros más variados han tenido su lugar de manera muy natural. La cosa empezó con el último cuarteto de Beethoven, el nº 16, sobre cuyo último movimiento aún se ciernen las dudas. Las palabras “¿Es necesario? ¡Es necesario!” han hecho correr ríos de tinta y han convertido un pasaje lleno de gravedad en un enigma.
El Quiroga nos ofreció una interpretación muy sugerente y con aparentes interrogantes en toda la obra: acentos variados y sutiles, dinámicas de amplio recorrido, fraseos sigilosos. La entrada fue suave e intrigante y la música fluyó de manera muy natural. Escuchamos, y esta es una de las raras habilidades de estos músicos, las voces interiores. El Lento assai se inició en un pianísimo exquisito. Y en el Finale se mantuvo esa tónica introspectiva, iluminada por insólitos resplandores y cerrada por un aparentemente optimista Fa mayor.
Se estrenaba en Madrid, después de hacerlo en Barcelona, À plein de Raquel García-Thomas (1984), autora ya de dos óperas más que estimables y dueña de muy relevantes dotes compositivas, acompañadas de una imaginación sorprendente. En palabras de la compositora, recogidas en las bien hiladas y muy breves notas (dos hojitas: cómo cambian los tiempos) por Luis Suñén, “indaga la sincronía del cuarteto como un solo organismo vivo, con motivos a tutti que se aceleran y desaceleran y que permiten a los músicos explorar su propia energía y gestualidad”.
La obra, quizá en exceso repetitiva, es una especie de encaje de bolillos continuo que explota los recursos de los cuatro instrumentos en un flujo permanente. Trinos, portamentos, súbitos resplandores, irisaciones desarrollados sobre un latido constante. Cada instrumento tiene su propia línea que ensambla de manera natural con la de los demás. Realmente sugerente ese recorrido; como lo es el cierre que nos ofrece un sorprendente aire danzable. Interpretación muy cuidadosa y ceñida, elocuente y luminosa.
Y cierre de la sesión por todo lo alto: el Quinteto con piano en Fa menor op. 34 de Brahms. Ahí entró en liza Perianes, que se unió al caudaloso curso de una composición que siempre nos levanta del asiento, sobre todo cuando se interpreta con esta entrega, esta intensidad y esta rotundidad, las propias de un romanticismo en plenitud. Su fuerza arrebatadora, su espectacular arquitectura, el trabajo sobre la variación continua, la interrelación entre sus motivos y la densidad de su polifonía son formidables, y los Quiroga y Perianes se lanzaron a servirlas sin pestañear.
Las progresivas mutaciones del tema base del Allegro non troppo tras un inició de extrema suavidad se nos brindaron a fuego lento con un desarrollo de extrema intensidad. En el Andante un poco adagio destacamos la cantabilità de la que hizo gala el grupo, presidido por el piano ardiente de Perianes, a quien encontramos especialmente aguerrido. Bien movido el Scherzo, con fulgores varios y un Trio bien enfocado desde una dimensión popular. Las tres partes del Finale se nos fueron brindando con el color y el aire exigibles: la introducción, tan schumaniana con su deseada carga dramática; el extenso Allegro non troppo, donde quizá se perdió en ocasiones la deseada claridad expositiva, fue bien explicado a lo largo de sus diversas etapas.
En el Presto conclusivo se exageró quizá lo declamatorio, pero se llegó a la restallante coda con mucho gas. Alegría y afirmación finales que levantaron cualquier ánimo caído. Gran éxito, muchos aplausos, abrazos y vítores. Como era lógico no hubo bises. Habíamos tenido bastante y nos íbamos tan contentos.
Arturo Reverter
(fotos: Elvira Megías)