MADRID / Cuando Gubaidulina encontró a Eliot
Madrid. Sala de la Fundación BBVA. 1-VI-2024. Carmen Gurriarán, soprano. Conjunto Modus Novus. Dirección y clavecín: Santiago Serrate.
Justo homenaje el rendido por la Fundación BBVA a la compositora rusa Sofía Gubaidulina (1931), premio Fronteras del Conocimiento en 2016 y una de las grandes creadoras musicales entre los siglos XX y XXI. Gubaidulina tuvo no pocos choques con las autoridades soviéticas y le vino bien la protección de Shostakovich que la consideraba mucho, aunque sus estilos fueran divergentes. Tras la disolución de la Unión Sovietica ha vivido en Occidente, principalmente en Hamburgo.
La música de Gubaidulina tiene una fuerte personalidad que se mueve entre un misticismo enraizado en la tradición ortodoxa, pero abierto a otras ramas cristianas, y el uso de un lenguaje de vanguardia manejado con un cierto minimalismo que a veces la ha hecho figurar en el “minimalismo místico” donde se engloba a compositores como Pärt, Taverner, Rouders y otros. Pero Gubaidulina tiene un estilo muy propio, serio, expresivo y muy intenso.
Antes de la obra principal se tocó una que es de las más llenas de presagios de la autora: Meditación sobre un coral de Bach. No es un coral cualquiera sino el tremendo Ante tu trono comparezco BWV 668, el último, el que aparece en El arte de la fuga. Gubaidulina no solo medita, entra en él, lo deconstruye y reconstruye y nos deja una sensación de algo que está más allá, pero nos inunda. Un quinteto de cuerda y un clavecín son el escueto bagaje instrumental con el que la compositora nos demuestra que solo con la música se pueden transmitir lo indecible. Cuando Wittgenstein decía que ante lo que no se puede hablar hay que callar, estaba ignorando lo que se puede decir con una música sin necesidad de palabras.
Pero la gran obra del programa era ese choque genial que se produce cuando alguien como Gubaidulina se encuentra de repente con el mundo poético de T.S. Eliot. Su Homenaje a T.S Eliot es la asunción espiritual que integra a algunos de los mejores poemas del siglo XX, los Four Quartets .Una soprano y un octeto instrumental diseñan un universo en siete partes encadenadas que evocan todo un espacio creativo conjunto. La voz interviene en los números 3, 5 y 7, pero todos se entroncan con la poesía para crear una obra tan singular como emocionalmente bella. En España se ha tocado poquísimo, aunque es una de las grandes obras no solo de un catálogo sino de una época. Gubaidulina y Eliot son más que la suma de dos talentos, son una especie de comunión en otra esfera. No es nada fácil de cantar y hay que hacerlo con la entrega, técnica y convencimiento con que lo hizo Carmen Gurriarán, una soprano siempre fiable y que sabe extraer de la partitura lo que tiene de evidente y lo que tiene de oculto.
La parte instrumental corría a cargo del conjunto Modus Novus, veterano en estas lides y excelente en técnica e interpretación. A su frente, Santiago Serrate, que también tocó el clave en la primera obra. Serrate se ha convertido en un director que puede abordar cualquier repertorio con la máxima calidad pero que sabe enfrentarse a la música de hoy con una garantía que no todos pueden ofrecer. Se metió en lo más hondo del mensaje de Gubaidulina y lo supo transmitir a un público que recibió la obra, las dos en realidad, con verdadero entusiasmo convencido de no haber asistido a un concierto corriente sino a un momento en el que la música se convierte en algo más que sonido hermoso.
Tomás Marco
(foto: Fundación BBVA)