MADRID / Concluye el XIX Ciclo de Jóvenes con Milena Martínez

Madrid. Auditorio Nacional (Sala de cámara). 23-XI-2021. XIX Ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Scherzo. Milena Martínez, piano. Obras de Schubert y Chopin.
La joven vallisoletana Milena Martínez clausuró el ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Scherzo y lo hizo con un programa que ella catalogaba de ‘personal’ en la entrevista que nuestro compañero Nacho Castellanos publicó hace unos días en SCHERZO. Al que suscribe le sorprendió un poco la inclusión de una obra que quizá no encontramos muchas veces en estos recitales: la penúltima sonata de Schubert. No por nada especial, sino porque la tríada final schubertiana es todo un crepuscular y complejo conglomerado nada fácil de desentrañar. Como diría algún profesor que conocí: son obras para afrontar desde una larga experiencia vital.
En la entrevista citada, demostró Martínez una madurez, un sentido común y, como bien decía Nacho Castellanos, una sinceridad, no solo indiscutibles, sino verdaderamente encomiables. Debo confesar que, tras leer la entrevista primero y escuchar (única vez que he escuchado a esta joven vallisoletana) el recital después, tengo algunas impresiones encontradas. Por una parte, la artista inteligente, sensible, con las ideas claras y con los pies en la tierra. Por otra, la pianista que apunta, esboza, propone… pero no termina de cerrar el círculo.
Comparece en escena de manera casi tímida, pero al tiempo decidida. Apenas un breve saludo, se sienta y empieza a tocar. El comienzo de la Sonata D. 959 de Schubert es afirmativo, incluso un punto demasiado rotundo, y tal vez demasiado vivo. Poco a poco se va configurando la impresión de que en su cabeza se está gestando aún una idea de la obra que aún no termina de cuadrar. El mecanismo es en general plausible, pero podría tener mejor resultado con un punto menos de velocidad y quizá con algún pedal menos largo. Y ese punto menos de velocidad, y tal vez un punto más de respiración, se agradecería en el canto, en la fluidez del discurso. Decía Martínez en la entrevista “lo bueno sería tomarse el tiempo necesario para reflexionar”, y, aunque en esa ocasión aplicado a otra pregunta, lo cierto es que, en efecto, dio la sensación de que esa obra de Schubert aún se encuentra por pulir.
Dejó Martínez la evidencia de una dinámica no pequeña y de ser capaz de diferenciarla, pero hubo sin embargo ocasiones en ese primer movimiento en que la diferencia entre ppp y p resultó apenas apreciable. El desarrollo del primer movimiento quedó corto en el misterioso encanto y el juego de tensiones que sin duda contiene, y también pudo haber tenido más tensión el tramo final. Se cantó bien el inicio del Andantino, con un pp muy bien logrado en el c. 51, pero el turbulento pasaje central, casi beethoveniano, quedó más dibujado en la intención que en la realización, que pareció borrosa. Muy vivo también el Scherzo, que nuevamente hubiera podido resultarlo igual con un punto menos de velocidad. La claridad de los tresillos (en los c. 71-72, por ejemplo) quedó así mermada, y el Trio llegó con demasiada literalidad, con el encanto lírico apenas esbozado. El Rondo final tuvo un correcto dibujo del estribillo, pero de nuevo el canto quedó algo constreñido en su carácter lírico. El tempo de partida pareció algo vivo para la indicación allegretto, y tal vez afectó a la claridad del resultado del final en Presto. Pudo explotarse más ese juego de interrupción con silencios con el que Schubert crea tanta tensión en el estribillo poco antes del final.
La segunda parte nos traía la Sonata nº 3 de Chopin, que últimamente hemos escuchado con bastante frecuencia: en vivo a Szymon Nehring, en el concierto anterior de este ciclo, y por streaming a una plétora de participantes del reciente Concurso Chopin. El joven polaco, que como recordarán se sobrepuso a toda una serie de desgraciados avatares con el instrumento, ofreció una excelente lectura de esta sonata, que más tarde repetiría en la tercera ronda del concurso y que, sorprendentemente para algunos, entre los que me cuento, fue sin embargo insuficiente para que su nombre estuviera entre los finalistas. Martínez, ayer, nos ofreció una lectura en la que las impresiones apuntadas para Schubert pueden ser traspuestas. Primer movimiento decidido y enérgico, en el que de nuevo hubo dinámicas, esta vez en el otro extremo (f-fff), que pudieron estar más diferenciadas. El Scherzo fue fulgurante, pero pareció confuso y echamos de menos una mayor dosis de toque leggiero. El comienzo del bellísimo Largo fue plausible, pero pareció contenido en la intención, y sin embargo la sección central estuvo admirablemente cantada (lo mejor del recital, sin ninguna duda), evidenciando la sensibilidad que Martínez sin duda tiene pero que ha de plasmar con más continuidad. El Presto non tanto final tuvo la energía necesaria, pero de nuevo más de un pasaje que pudo haberse resuelto con más claridad.
Aunque quien esto firma se marchara con un sabor un poco agridulce, complace, con todo, informar que el éxito de esta joven pianista fue grande, y ofreció dos propinas (un arreglo de la canción de Solveig, del Peer Gynt de Grieg, y el Preludio en si menor Op 32 nº 10 de Rachmaninov).
Rafael Ortega Basagoiti
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