MADRID / Buen comienzo de “Beethoven actual”
Madrid. Círculo de Bellas Artes. 21-X-2019. Ciclo Beethoven actual. Daniel del Pino, piano. Obras de Beethoven, Ligeti y Lara.
Comenzó ayer la que será, según nos confirmó Antonio Moral en reciente entrevista publicada en esta web, la última edición del ciclo Beethoven actual, cuyo final coincidirá con el año en que se conmemora el 250 aniversario del nacimiento del compositor.
Como explicaba Moral, el ciclo de Sonatas del gran sordo se reparte entre nueve pianistas españoles, que además también insertan, cada uno, dos Estudios de György Ligeti, completando así la interpretación de los dieciocho que compuso. Combinación que resulta apropiada, por cuanto si Beethoven organizó en todos los terrenos un terremoto de primera, Ligeti bien puede considerarse uno de los más importantes (si no el más importante) compositor para piano de la segunda mitad del siglo XX. Se intercalan igualmente nueve obras de compositores españoles, de las que ocho se estrenan en Madrid y una, la compuesta por Tomás Marco, es estreno absoluto por encargo del CNDM y el Círculo de Bellas Artes, que organizan conjuntamente el evento.
Le correspondía abrir el fuego a Daniel del Pino (Beirut, 1972), que se encargaba, en un nada fácil programa que se acercó a las dos horas (en realidad prácticamente las completó con la propina del Estudio Op. 10 nº 4 de Chopin) de las Sonatas 1, 6, 7, 19 y 20 de Beethoven, los Estudios nº 1 “Désordre” y nº 13 “L’escalier du diable” de Ligeti, y el Étude d’Oiseaux de Francisco Lara. Digamos ya que lo hizo con notable éxito.
Del Pino es pianista con sólidos medios y criterio, de los que pone lo justo para que en sus manos sea la música la protagonista, sin tratar, sobre todo en obras tan architocadas como las Sonatas de Beethoven, de reinventar la rueda, pero proponiendo los ingredientes para que el lenguaje atrevido y a menudo (en las escuchadas ayer, sobre todo en la nº 7) visionario del gran sordo llegue con la nitidez e impacto necesarios al oyente, con tempi generalmente bien juzgados y pedal justo. Pudo sorprender la decisión de iniciar la velada con la séptima de la colección, que entre las interpretadas ayer quizá parecía más apropiada para la clausura. Tal vez por ello, el decidido Presto inicial, bien delineado y ejecutado, pareció en algunos momentos algo más frío y plano en la dinámica por comparación con los movimientos correspondientes de las sonatas ejecutadas en la segunda parte. Muy expresivo y sereno el precioso Largo e mesto, y de acertado planteamiento el tan hermoso como atípico rondó final, con ese juego de silencios tan heredero de Haydn. Bien planteadas e impecablemente expuestas, tal vez en exceso sobrias, las dos Sonatas Op. 49, y luminosa la lectura de la Sexta, con encomiable energía en el Presto final, de sorprendente diseño por esa vibrante combinación de nervio rítmico e inesperado dibujo fugado que también, como señala Reverter recordando a Rosen, mira al Haydn de las últimas sonatas. La Primera de la serie, mucho más comprometida de lo que a priori parece, estuvo bien resuelta por Del Pino, especialmente en un Adagio dibujado con bella y elegante línea de expresión, y también en el Prestissimo final, bien conseguido el contraste entre el impetuoso primer tema con agitado acompañamiento de la mano izquierda y el más sereno cantable del segundo tema.
Con todo, creo que lo mejor de la velada vino de la estupenda interpretación de los dos Estudios de Ligeti, especialmente del -permítaseme el juego de palabras- endiablado (pero que a Del Pino evidentemente le inspira algo muy especial) L’escalier du diable. El clima conseguido en esta compleja pieza fue sin duda especial, como quedó evidenciado por el contenido silencio del público al final de la misma, mientras Del Pino mantenía las manos aún sobre el teclado durante bastantes segundos. Identificación de público, intérprete y obra que son, de nuevo en palabras de Antonio Moral en la entrevista citada, ingredientes esenciales para que un concierto resulte convincente. Identificación que también fue fácil de observar en la cuidada lectura del muy interesante Estudio de pájaros, del vallisoletano Francisco Lara (1968), conectado, no con el aspecto ornitológico, pero sí con el del lenguaje musical de Messiaen y su Catálogo de los pájaros, con ese singular dibujo rítmico que en muchos momentos parece casi onomatopéyico. Dice Lara que su obra no contiene referencia a pájaros reales como sí lo hacen las del expertísimo (en materia ornitológica) Messiaen. Puede que reales no lo sean, pero evocados sin duda sí lo son. El antes citado Estudio Op. 10 nº 4 de Chopin, interpretado de manera sensible y brillante, cerró una notable velada de apertura para este ciclo.
Rafael Ortega Basagoiti