MADRID / Brillante debut de Avdeeva en el ciclo de Grandes Intérpretes
Madrid. Auditorio Nacional. Sala sinfónica. 10-IX-2024. XXX Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo. Yulianna Avdeeva, piano. Obras de Chopin y Liszt.
Hace ahora poco menos de un año (octubre de 2023) que quien esto firma quedaba deslumbrado por un fantástico recital en el Círculo de Bellas Artes de la moscovita Yulianna Avdeeva (1985). Expresé entonces mi extrañeza de que una artista de esta categoría hubiera estado poco presente en nuestros escenarios. Circunstancia que, por fortuna, ha cambiado. Ciertamente, era difícil que la trigésima edición del Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo se iniciara de manera más brillante que con el debut de Avdeeva en la serie. Como bien señala Ana García Urcola en el párrafo inicial de las notas al programa, la rusa es una de las pianistas más interesantes del panorama actual.
Oportuno es también el título de las mencionadas notas: dos personalidades para la plenitud del piano romántico: Chopin y Liszt. En la primera parte, el polaco: Mazurkas op. 30, Barcarola op. 60, Preludio op. 45, Scherzo op. 39 y Andante spianato y Gran Polonesa op. 22. Quienes asistieron al mencionado recital del Círculo de Bellas Artes recordarán que la Barcarola y el Scherzo ya fueron escuchados allí.
Lo escuchado ayer no hizo sino confirmar la impresión recogida en el concierto comentado el año pasado. Las Mazurkas op. 30 revelaron de inmediato un discurso elegante, refinado, sugerente en las sutilezas expresivas, a través de una exposición de extraordinaria sutileza en el dibujo rítmico. Cuidadísimo el matiz y bellísimo el sonido, siempre dotado de una corporeidad sólida en toda la ancha dinámica, desde el pianísimo más adelgazado hasta el fortísimo más rotundo.
Cada Mazurka llegó dotada de la adecuada atmósfera, desde la levedad de la primera a la más decidida determinación de la tercera, rica en contrastes, o la evocadora melancolía de la cuarta. Pareció llegar la música con esa fluidez que parece fácil pero que sin duda es fruto de un trabajo concienzudo, impecablemente armado en una respiración natural, con un rubato que pudo parecer contenido, pero que sin duda perseguía encontrar esa expresión rica que evita cualquier atisbo de amaneramiento. Como señalé en su momento, el piano de Avdeeva no tiene artificios ni aspavientos. No le hacen ninguna falta y romperían la modélica solidez de su discurso.
No veo razón para enmendar, en lo que a la Barcarola se refiere, lo comentado con ocasión de aquel recital de 2023. Fue otra demostración de refinada elegancia en el canto y de fluidez en el dibujo rítmico. Anoté, como hice entonces, la singular belleza del pasaje en el que Chopin utiliza la rara indicación dolce sfogato, esa suerte de invitación a un discurso, por así decirlo, educadamente libre, que produjo esta vez idéntica impresión: lo planteado por Avdeeva tiene esa naturalidad que despierta inevitablemente la sensación de que ‘tiene que sonar así’. Preciosa también la evocación belcantista, con casi inverosímil levedad, del tramo final.
Siempre me ha parecido que el Preludio op. 45 tiene en su carácter algo de anticipatorio, como si atisbara (no es la única ocasión en que el polaco, dominador como pocos del lenguaje pianístico, lo hace) el impresionismo que ha de llegar décadas después. Avdeeva lo presentó con una mezcla extraordinaria de evanescente misterio y melancolía, con el pasaje indicado cadenza acercándose especialmente a ese clima cuasi pre-impresionista.
Muy acertado el detalle de conectar en attacca el misterio que culmina el Preludio con el que inicia el Scherzo nº 3. Tuvo este, como en la pasada ocasión madrileña, el fuoco que cabe esperar en una obra que demanda enérgica bravura, aunque sin ostentación de la misma. Brillante, ágil, enérgica, pero nunca atropellada. No rehuyó (nunca lo hace) los riesgos, y algún roce hubo, pero la vibración conseguida fue de una intensidad envidiable. El pasaje indicado por Chopin Meno mosso – leggierissimo no podía responder mejor a tal indicación. La observación de su mano derecha permitía apreciar una pulsación de extraordinaria agilidad y de exquisita levedad.
Nada caído el tempo escogido por la rusa para el Andante spianato, presentado con la proverbial elegancia y espontaneidad de Avdeeva pero con notable austeridad de rubato, rehuyendo de manera evidente, otra vez, cualquier proximidad al amaneramiento. Enérgica, decidida, otra vez sin concesión alguna a una conservadora seguridad, la Polonesa, en la que pudo disfrutarse el carácter apasionado (brillante tramo final) pero también la sutil diferenciación de todos los matices.
Tres obras de Liszt para la segunda parte: el cuarto de los Valses-Mefisto, subtitulado por el compositor Bagatela sin tonalidad, la pieza titulada Unstern! – Sinistre y, finalmente, la gran Sonata en si menor. Dominó nuevamente el misterio, incluso ominoso, con la tensión graduada de forma extraordinaria (magistral el crescendo poco a poco en la Bagatela), algo que se acentuó en una traducción verdaderamente tétrica (inevitable el recuerdo fugaz a los también lisztianos Funerales) de la segunda, especialmente evidente en un sobrecogedor tramo final, con momentos nuevamente demostrativos de un control absoluto de la dinámica, como esas octavas de la mano izquierda dibujando un estremecedor diminuendo.
Otro acierto de Avdeeva fue conectar, nuevamente en attacca, el desvanecido y tenebroso final de Unstern con el igualmente sombrío y misterioso inicio de la Sonata. El efecto era quizá previsible, pero tuvo sin duda el impacto adecuado. Nuevamente demostró Avdeeva la rica variedad de sus recursos. El pasaje marcado por Liszt Grandioso respondió de manera impecable a tal carácter. Antes nos había llegado un tremendo pasaje en octavas, y poco después, una preciosa traducción del episodio indicado dolce con grazia. Meditativo, adecuadamente lírico, el andante sostenuto y absolutamente fiel a lo prescrito por Liszt el pasaje dolcissimo con intimo sentimento.
Decidida, pero expuesta con envidiable nitidez, la fuga del allegro energico, y otra vez escrupulosamente fiel a lo demandado el momento en el que Liszt pide cantando espressivo senza slentare. De tremenda intensidad, otra vez aceptando con soltura riesgos y algunos roces, el stretto quasi presto y más aún el Prestissimo justo antes del final, con poderosas octavas de una intensidad emocionante. Espeluznante el tramo final. El triple pianísimo de los acordes finales, adelgazado hasta el extremo, resultó estremecedor. Avdeeva tomó también riesgo en llevar al límite tal adelgazamiento, al punto de que incluso pareció que en el último acorde de la mano izquierda alguna nota no llegó a sonar. Pero… bendito riesgo cuando consigue transmitir la emoción que nos hizo llegar Avdeeva.
Éxito grandísimo y más que merecido de la rusa, aclamada una y otra vez, hasta que concedió dos propinas chopinianas: el segundo de los Valses op. 34 y la cuarta de las Mazurkas op. 33. Un recital que prometía ser uno de los puntos álgidos del ciclo, y así fue.
Rafael Ortega Basagoiti
(fotos: Álvaro Panda)