MADRID / Blardony & Prisuelos, en busca de una rara forma de liturgia
Madrid. Auditorio Nacional. OCNE: Satélites. 08-IV-2024. Conjunto Resonare Fibris (Margarita Rodríguez, soprano. Beatriz Oleaga, mezzosoprano. Diego Blázquez, tenor. Pedro Llarena, bajo. Josep Trescolí, violonchelo. Joaquín Fernández, violonchelo. Carlos Casadó, clarinete. Mario Prisuelos, piano). Obras de Victoria, Zavala, Cerrato, Strozzi, Díaz de la Fuente, Guerrero y Blardony.
Una sensación de gran obra sobrevolaba el largo silencio con el que concluyó el estreno de Versa est in luctum: Resonare fibris II, de Sergio Blardony (1965). Especie de extensión del ciclo pianístico Resonare fibris, concretizado ahora en una creación de la mitad de su duración (alrededor de 30 minutos) y ampliando su tímbrica, sus colores, a un conjunto formado por soprano, alto, tenor, bajo, dos violonchelos, clarinete bajo, piano y electrónica. La obra asume sin complejos su severidad, pero no para construir una dramaturgia recia; al contrario, sus contornos parecen apagados, como si toda la música llegara como amortiguada.
Esa voz queda que tantas veces gusta a Blardony vuelve aquí en una pieza en la que su conglomerado de referencias no despista, no se produce colisión entre el piano rizomático que tan bien ha entendido Mario Prisuelos, como si fueran Estudios de Ligeti hilados a cámara lenta; el resto del tejido instrumental (dos violonchelos y clarinete bajo) y las voces. En estas vimos espejear sutiles reflejos del postrero Nono, esta Versa est in luctum completaría un imaginario y fantástico programa con Guai ai gelidi mostri del compositor veneciano.
Asido a la poética de Pilar Martín Gila, cuyas recitaciones se incrustan hábilmente en un conglomerado que exuda un pesimismo litúrgico confortable, si es que tal cosa fuera posible; Blardony ha conseguido algo que hace años no se veía tan diáfano en su quehacer, la posesión de un lenguaje, si se quiere, de una estética reconocible y original en el panorama de la música española actual. Esta partitura, suerte de spin-off de Resonare fibris, podría aún crecer más, en futuras interpretaciones, también quizá con una electrónica difundida en ocho canales, lo que agrandaría su potencial inmersivo.
El buen hacer de los solistas de la Orquesta Nacional de España se replicó en la rigidez elocuente de None of us, de Mercedes Zavala (1963), para clarinete, piano y bajo; Pedro Llarena, de recitado agrio y apreciable implicación en una página breve que arranca como permeada por sequedad bouleziana que luego deriva en un idioma más expresionista. El Hommage an Bach, de Alicia Díaz de la Fuente (1960), no deja de ser lo que dice ser, una miniatura para violonchelo solo que defendió con un sonido intensamente armónico Josep Trescolí. Menos interesantes las aportaciones de Bernardino Cerrato (1960), L’Amante segreto y L’Eraclito amoroso III, sin identidad marcada y, en todo caso, bastante regresivas. Las páginas pretéritas -de Tomás Luis de Victoria y Francisco Guerrero- se beneficiaron de la personalidad de cada una de las voces -singularmente las de ellas, Margarita Rodríguez y Beatriz Oleaga- aunque la ejecución podría haber causado sofocos a historicistas convencidos. Mucho más cautivadora, por el sincero tono de laboratorio de la versión, L’Eraclito amoroso, de Barbara Strozzi, con Prisuelos haciendo de moroso y cabizbajo bajo continuo desde el piano y con un curioso tono de canción popular.
Ismael G. Cabral