MADRID / ‘Beata viscera’, un interesante reto con largo recorrido

Madrid. Teatro de la Abadía. 9-III-2021. FIAS 2021. Daniel García Diego, piano. Pablo Martín Caminero. Borja Barrueta, percusión. Vandalia. García Diego: Beata viscera.
Ya se avisaba en la página web del Teatro de la Abadía: “Abordar una obra tan compleja intelectualmente […] es todo un reto para el compositor, para la música y para el proceso de creación en sí. La música […] conlleva un manejo del conocimiento teórico-práctico y un equilibrio entre éste y las emociones que deriva en un resultado concreto más o menos comprensible por el público”. Y es que Beata viscera —no, no nos referimos a las ‘dichosas entrañas’, a ese conductus monofónico que el maestro Perotín de la Escuela de Notre Dame de París compuso hacia finales del siglo XII— escrita por el pianista y compositor Daniel García Diego es todo un desafío.
Vayamos por partes. ¿Qué es Beata viscera? Es una obra que pretende fusionar la música vocal renacentista con el jazz y la música electrónica o alternativa. Nace de una personal ‘revisión’ musical de Daniel García Diego para homenajear a algunos de los compositores ‘olvidados’ más inspirados de la historia de la Música Europea, dedicando especial atención a la Escuela Española. Para abordar este reto, García Diego se ha unido a dos excelentes músicos de jazz como el contrabajista Pablo Martín Caminero y el percusionista Borja Barrueta con quienes, para la ocasión, también ha colaborado el quinteto vocal renacentista Vandalia [en la foto], conformado por la soprano Rocío de Frutos, los contratenores Gabriel Díaz y Jorge Enrique García, el tenor Victor Sordo y el bajo Javier Cuevas.
Beata viscera es una obra de encargo para el FIAS 2021 y cuyo estreno tuvo lugar el pasado martes 9 de marzo en el Teatro de la Abadía. Intuimos que los amantes del jazz y y de la música alternativa no tendrán ningún problema para acoger con entusiasmo y brazos abiertos esta obra; no estamos tan seguros, sin embargo, de si los amantes de la música renacentista a capela la acogerán de la misma forma: la música renacentista es bellísima por sí misma y no necesita añadidos…
¡Ahí está el reto! Pero, ‘mojémonos’. Quien suscribe esta reseña opina que el concepto musical de García Diego es muy interesante y abre un mundo de nuevas sonoridades insospechadas tanto para los jazzistas como para los renacentistas. De hecho, durante la interpretación de la obra, se alcanzaron momentos de extremada belleza. La única pega, y aquí viene lo de ‘mojarse’, es… la microfonía. Tanto los instrumentos como el quinteto vocal estaban amplificados con micrófonos. Nada que objetar, porque la obra así lo requería para producir ciertas sonoridades. Sin embargo, el balance entre voces e instrumentos no estaba equilibrado: abuso de volumen y reverberación, sonido vocal muy metálico en ocasiones… batiburrillo sonoro en algún momento. En opinión de quien suscribe, la mejora de estos aspectos ‘técnicos’ realzará la belleza de esta obra del siglo XXI y, por supuesto, hará justicia con la interpretación de los artistas. Repetimos, el concepto de García Diego es muy interesante —al césar lo que es del césar—, profundo y complejo, pero sí, también bello.
Hecha la precedente aclaración, vayamos al recital que comenzó surgiendo de la nada con el sonido «electrónico» del piano de cola de García Diego, del contrabajo de Pablo Martín y del Lap Steel de Borja Barrueta. Parecía que estaban afinando, pero enseguida sumergieron al público en un mar de exquisitas sonoridades a las que poco a poco y uno a uno fueron uníendose en el escenario las voces del conductus monofónico Beata viscera de Perotín: primero la soprano y después las cuatro voces restantes. ¿Quienes fueron los otros compositores y obras renacentistas homenajeados? Josquin des Prez (1450-1521), Mille regretz, Juan del Enzina (1468-1529), Amor con fortuna, Cristóbal de Morales (1500-1553), Parce mihi domine, Francisco Guerrero (1528-1599), Ave Virgo Sanctissima, Carlo Gesualdo (1560-1613), Moro, lasso, al mio duolo, William Byrd (1543-1623), Ye sacred muses, Tomás Luis de Victoria (1548-1611), O magnum mysterium, Alonso Lobo (1555-1657), Versa est in luctum y Mateo Flecha (1481-1553), El fuego.
La interpretación —salvo el Beata viscera de Perotin al comienzo del recital y El fuego de Mateo Flecha— fue continua, sin pausa y tuvo momentos memorables y hermosos como el solo de contrabajo secuenciado que nos transportó a un mundo medieval de melodías árabes bellísimas. También hubo algunas armonías impresionistas en el piano de Daniel García Diego que rememoraban la música de Debussy. También memorable la interpretación del percusionista Borja Barrueta quien demostró lo que se puede lograr con su panoplia de trebejos acústicos (palos, escobillas, escobas, cascabeles, platillos, tambores…).
Antes de que acabara el recital, Daniel García Diego agradeció a la organización —en concreto a Pepe Mompeán— la apuesta por obras de nueva creación y anunció que la última obra sería El fuego. Buena decisión, dado el carácter rítmico y brioso de esta obra de Mateo Flecha (según el programa la última obra era el Moro, lasso, al mio duolo de Gesualdo, de un carácter mucho más luctuoso y reflexivo). Al concluir la interpretación, quizás más de la mitad del público se puso en pie para ovacionar a los artistas.
Beata viscera, ovacionada, sí; pero, ojo, que las ‘dichosas entrañas’ de la tecnología —léase microfonía— pueden ser ‘peora’ y no mejora. Quien tenga oídos, que escuche y tome nota.
Michael Thallium
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