MADRID / Baeva te lleva

Madrid. Teatro Monumental. 15-II-2020. Alena Baeva, violín. Orquesta Sinfónica RTVE. Director: Pablo González. Obras de Britten y Shostakovich.
En la vuelta a un lugar de preeminencia de la música inglesa durante el siglo XX, Benjamin Britten ocupa un puesto central, sin desdeñar la aportación sinfónica y teatral de Tippett. De afinidades eclécticas, llama la atención su gran dominio formal, junto a la capacidad para valerse de diversos moldes donde, como en una retorta, refunde desde la música isabelina o de Purcell hasta las matematizadas estructuras de Stravinsky o Hindemith. Su juvenil Concierto para violín, un tanto distanciado en la expresión pero rico en contrastes, exige del intérprete un virtuosismo rayano en el límite, culminando sus tres tiempos una bella peroración delineada con gran finura. Alena Baeva es una violinista de contrastada musicalidad y justa afinación, libre de cualquier mácula sonora. En la cadenza hizo vibrar al instrumento, con el director convertido en un oyente más, la batuta en posición de descanso, durante uno de los ritos más atractivos del mundo de los conciertos. En una obra llena de conexiones, Baeva dio toda una lección articulatoria: sólo había que dejarse llevar. Se ha dicho que la pieza resulta monótona, pero es falso, pues su acople parece más el resultado del famoso all be conected, en palabras de E. M. Forster.
Durante su largo y unitario recorrido, la Décima sinfonía de Shostakovich —amigo de Britten, por cierto— está llena de trazados ominosos y sombríos, con unas líneas del bajo remarcadas, que semejan emanaciones subterráneas. Sin excesivo agonismo, con menos opresión incluso de la habitual, Pablo González, director titular de la ORTVE, encaró estos pentagramas con plasticidad y empaste. La orquesta bullía por momentos como una gigantesca caldera —en el Scherzo, sin ir más lejos—, y es justo decir que fue uno de los días en que sonó mejor de todo el curso, con el único debe de la trompa en el tercer movimiento. Un tiempo en el que asomó en algunos instantes el espíritu burlón de su creador, llenándolo además con giros rítmicos de vértigo. En cuanto al Finale, cabe señalarlo como el fragmento más discutible, a causa de su carácter algo impostado, pero el trayecto se consumó sin apreciables dificultades gracias a una batuta precisa y aplomada, echándose en falta, eso sí, algo más de melancolía de la tierra que impregnara algunos espacios.