MADRID / Bach y Haendel muy británicos
Madrid. Auditorio Nacional. Sala de cámara. 22-III-2023. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Academy of Ancient Music (Rachel Brown, Traverso, Bojan Cicic, violín, Gavin Kibble, violonchelo, Kristiina Watt, tiorba y Steven Devine, clave). Jessica Cale, soprano. Obras de Handel y J.S. Bach.
El quinteto que representaba a la Academy of Ancient Music, formación que fundó Christopher Hogwood hace ya medio siglo (¡cómo pasa el tiempo!) planteó en esta nueva visita al ciclo barroco del CNDM un precioso programa con los dos nombres más grandes del barroco alemán, el primero de ellos prontamente prohijado por los británicos: Handel y Bach. Del sajón se ofrecieron la primera de las Sonatas en trío op. 5 (HWV 396) y cinco de las nueve Arias alemanas, cantadas por la joven soprano galesa Jessica Cale, flamante ganadora del premio Kathleen Ferrier en 2020: Das zitternde Glänzen, HWV 203, Süsser Blumen HWV 204, Singe, seele HWV 206, Künft´ger Zeiten HWV 202 y Meine Seele HWV 207, interpretadas en este orden e intercaladas entre otras obras del programa, con el complemento de una sexta, Süsse stille HWV 205, regalada como propina.
Del cantor, por su parte, se presentaron dos Sonatas en trío, la escrita en sol mayor, BWV 1038 y la incluida en la Ofrenda musical BWV 1079 en la tonalidad de do menor, subtitulada sopr’il Soggetto Reale por estar basada (como el resto de la obra) en el tema sobre el que Federico el Grande de Prusia pidió a Bach que improvisara (poco esperaba el monarca la apabullante demostración de genio que seguiría a su demanda, lo que hoy conocemos como la Ofrenda musical). Adicionalmente, con lógica asignación de protagonismo a los solistas correspondientes, se ofrecieron la Sonata para violín y clave BWW en la mayor BWV 1015 y la Sonata para flauta y bajo continuo en do mayor BWV 1033. En las aparentemente continuas idas y venidas sobre la autenticidad de la autoría de las BWV 1038 y 1033, nos encontramos ahora en que la firma del Cantor para las mismas está aceptada, aunque nunca se sabe si algún hallazgo nuevo pueda desmentirlo en el futuro. Es igual. Se trata de música en cualquier caso hermosísima.
La veterana flautista Rachel Brown, alumna de la aún más veterana Lisa Beznosiuk, a la que escuchábamos también en este mismo ciclo hace bien poco formando parte del English Concert, en una estupenda interpretación del Solomon handeliano, abrió el fuego tomando el protagonismo en la primera de las Op. 5 handeliana, asumiendo el papel del primer violín (algo perfectamente lícito, porque la primera publicación por Walsh en 1739 habla de “dos violines o flautas alemanas” como instrumentos destinatarios), una partitura que se encuentra más cerca de la idea de suite que de la de sonata da chiesa, y que, en todo caso, luce toda la luminosidad del talento handeliano. Brown lució un sonido redondo, preciso en la entonación y nítido en la articulación, bien ensamblado el diálogo con el violinista croata Bojan Cicic. Ambos adornaron con bastante libre profusión la escritura, pero quien esto firma echó de menos, en la impecable y elegante realización, en la que quizá solo alguna entonación de Cicic pudo haber sido más precisa, algo más de chispa y atrevimiento, del contraste y desenfado que la música parece reclamar y que, sin ánimo de chauvinismo, nos han traído interpretaciones como la celebrada de López Banzo y su grupo Al Ayre Español.
Lució más Brown en la Sonata BWV 1033 del Cantor, en la que brilló su perfecta agilidad en la segunda parte del primer tiempo (Presto) y el segundo (Allegro). Estupenda prestación del clavecinista Devine, nítido en su articulación y ornamentación, preciso y acertado en la registración, empleada con sensibilidad e inteligencia, e impecable adecuación al diverso carácter de la música interpretada.
El croata Cicic ensambló bien, como se apuntó antes, con Brown en la Op. 5 handeliana y en las dos Sonatas en trio de Bach. Es sin duda músico sensible y de elegante discurso, y aunque despliega buena agilidad, la entonación admite en algunos momentos un punto más de precisión. Su interpretación de la bachiana BWV 1015 tuvo buena línea de canto en el tiempo inicial y realización irreprochable en los movimientos vivos, incluyendo una imaginativa traducción de los pasajes arpegiados del segundo (Allegro). Bien cantado el precioso andante un poco, con el clave dibujando con exquisito acierto el hermoso, casi ostinato, diseño de la mano izquierda. Un acierto también de Devine la utilización de los dos registros de ocho pies más el de cuatro en el movimiento final, un Presto jubiloso que tuvo más vitalidad en el teclado que en el arco.
Las dos Sonatas en trío de Bach se movieron en parámetros de impecable empaste y realización (salvando algún mínimo roce de Brown en el primer tiempo de la BWV 1079), y con una interpretación refinada y elegante, pero, al menos para quien firma, corta de contraste, acento y chispa, como impregnadas de una contención expresiva que quizá hace la música demasiado severa. Nada estaba fuera de su sitio, y nada asombró por caprichoso o extravagante, pero tampoco hubo esa sutil acentuación o ese fino manejo de la inflexión de fraseo que dota (o debe dotar) a esta música de la necesaria flexibilidad, alejándola de una cierta rigidez.
Respecto a las arias handelianas, la galesa Cale lució una voz bien timbrada y de volumen y presencia considerables. No le exige las partituras presentadas en términos de agilidad, como sí lo hace el de Halle, de forma inclemente, en muchos oratorios y óperas. Tampoco en los extremos de tesitura. Demanda, eso sí, un canto sencillo, sin excesos y de refinada expresividad. Cale, que siempre adornó con gusto y mesura los da capo, brilló más en las más intimistas y contenidas, como la penúltima Künft’ger Zeiten, o la regalada, Süsse stille. Cuando la música pide algo más de volumen, Cale presenta un vibrato que, en esta música, puede resultar de recorrido excesivamente amplio, y la emisión parece un punto estridente cuando llega al sol agudo. En este sentido, el punto más bajo apareció probablemente en Singe, seele, HWV 206, donde Handel la lleva hasta el La agudo, y en el que tampoco Cicic tuvo sus mejores momentos de entonación.
En resumen, concierto de buen nivel general, con unos Bach y Handel que podríamos describir como muy británicos, más notables en la realización general y el concepto irreprochable, que especialmente conseguidos en términos de magnetismo y chispa. Mención muy especial y distinguida para Brown y Devine, que consiguieron, en la BWV 1033, los mejores momentos de la velada.
Rafael Ortega Basagoiti
[Foto: Elvira Mejías / CNDM]