MADRID / Apoteósica Vivica Genaux
Madrid. Auditorio Nacional (Sala de Cámara). 8-V-2021. Ciclo Universo Barroco. Vivica Genaux, mezzosoprano. Vespres d’Arnadí. Director y clave: Dani Espasa. Obras de Hasse, Zelenka y Pisendel.
Dresde fue, a lo largo del siglo XVIII, una especie de corte de los prodigios, musicalmente hablando. Aún no se ha explicado de manera conveniente cómo una ciudad tan pequeña y no especialmente poderosa en el aspecto económico pudo rivalizar no ya solo con Berlín, Viena, Londres o Madrid, sino incluso con Venecia, Nápoles o París. Dresde contaba con la mejor orquesta que hubo en toda Europa en aquella época, y a Dresde iban a trabajar los mejores compositores (Lotti, Ristori, Zelenka, Heinichen, Quantz), los mejores cantantes (con Senesino a la cabeza) y los mejores instrumentistas (empezando por Pisendel, Konzertmeister de aquella orquesta y tenido por el más virtuoso violinista de su tiempo).
Johann Adolf Hasse había conseguido triunfar ya en Italia haciendo lo que mejor sabían hacer los italianos, ópera seria, cuando recibió una oferta el elector sajón Federico Augusto I para trabajar en Dresde. La oferta incluía a la afamada mezzosoprano Faustina Bordoni, que acababa de convertirse en su esposa. Allí vivió Hasse durante dos años y allí compuso su ópera más celebrada, Cleofide. Luego, regresó a Italia, viajó a Londres (donde sopesó quedarse para hacerle la competencia a Haendel) y, en 1739, se estableció de nuevo en la corte de Dresde como maestro de capilla, cargo que no le impidió seguir componiendo música para la escena: Irene, Solimano, Numa Pompilio, Didone abbandonata… Su existencia trascurría feliz en Dresde hasta que al insaciable Federico de Prusia, “el grande”, le dio por invadir la ciudad durante la Guerra de los Siete Años. Hasse era amigo suyo y el pobre hombre, en su ingenuidad, estaba convencido de que el monarca prusiano no bombardearía Dresde porque allí estaba sus partituras y nunca las destruiría. Muchos de los archivos musicales de Dresde se perdieron, pasto de las llamas, en aquel brutal bombardeo (de los que quedaron, ya se encargaron de destruirlos los aliados durante la II Guerra Mundial) y Hasse optó por huir a Italia, de donde ya no regresaría. En una cruel paradoja del destino, la Guerra de los Siete Años concluyó para Sajonia, Austria y Prusia con el Tratado de Hubertusburgo, firmado en el mismo palacio donde Hasse había estrenado Numa Pompilio y Didone abbandonata.
Considerada como una de las mayores especialistas en la música lírica del Barroco, la mezzosoprano Vivica Genaux siempre ha reconocido que el compositor con el que más se identifica no es Haendel ni Vivaldi, sino Hasse. Por Hasse decidió dedicarse, casi en exclusiva, a este repertorio, pues su voz se encuentra más cómoda con él que con ninguno. Y a Hasse consagró el recital de anoche en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, elaborando un programa que incluía arias de las óperas Cleofide, Irene, Cajo Fabrizio, Numa Pompilio, Solimano y, como traca final a modo de propina, la trepidante aria Come nave in mezzo all’onde de Viriate.
Genaux reúne todas las virtudes que se precisan para triunfar en este repertorio, empezando por esas coloraturas y agilidades que solo ella es capaz de desarrollar. Pero, además de todos esos aperos técnicos, posee algo que está al alcance de muy pocos: la inteligencia necesaria para meterse siempre al público en el bolsillo. Hay, dicen, toreros de Madrid, de esos contados que salen de vez en cuando por la puerta grande de Las Ventas… Y hay, igualmente, cantantes de Madrid. Genaux es cantante de Madrid, ya pise el Auditorio, el Real o la Zarzuela. Se da entre ella y el público madrileño una bendita comunión, que acaso se ha intensificado en los últimos meses con sus apariciones en el Círculo de Bellas Artes (junto al Giangiacomo Pinardi, en un recital con obras de autores del Clasicismo y del Romanticismo) y, en este mismo Auditorio Nacional, como cabeza de cartel de la ópera vivaldiana Argippo, con la Europa Galante de Fabio Biondi. No han sido visitas de trámite; han sido visitas que la han marcado, porque, cuando todos los teatros y salas de toda Europa estaban cerrados a cal y canto, Madrid seguía haciendo música y para muchos músicos, como Genaux, Madrid se ha convertido en una especie de oasis.
Genaux cosechó anoche un triunfo clamoroso. Pocas veces al entendido público del ciclo Universo Barroco del CNDM se le ha visto tan enardecido (quizá en ello ha tenido también algo que ver el hecho de que, solo tres horas más tarde concluía el toque de queda en toda España y los ciudadanos recobrábamos un poco de nuestra perdida libertad). Los aplausos y los “bravos” fueron más estruendosos y prolongados que nunca, en medio de un calor más propio de una sauna que de un auditorio (ya se sabe, en España la ley es la ley, y si la ley dice que mayo es invierno, en mayo sigue habiendo calefacción en lugar de aire acondicionado, aunque en la calle estemos a 35 grados).
Pero seguramente esta apoteosis no habría sido tan ostensible si Genaux no hubiera estado arropada por una orquesta tan magnífica como Vespres d’Arnadi. Esta formación, aunque no se prodigue tanto como otras, es una de las más relucientes joyas de la corona de la música antigua española. Y lo es mucho más si puede tocar en las debidas condiciones, es decir, en formato grande, nada de eso de un instrumento por parte que tanto se estila, por desgracia, en nuestros días y que tanto daño le está haciendo no solo a las formaciones que se ven obligadas a tocar en tan nada deseables condiciones, sino a la propia música, desvirtuada con tanta cicatería.
Dani Espasa, su director, es un genio que derrocha talento por los cuatro costados. Sylvan James, su concertino, es una violinista descomunal (¡qué maravillosa su lectura la que hizo la canadiense, cadencias propias incluidas, del único movimiento —Allegro— que se conserva del Concierto para violín en Sol mayor de Pisendel!). ¡Qué soberbio oboísta es Pere Saragossa (el otro ‘director’ de Vespres d’Arnadi, es decir, el que se encarga de toda la parte organizativa de la orquesta)! ¡Qué trompas tan esplendorosas las de Pierre-Antoine Tremblay y Pepe Reche (ni una sola desafinación, lo cual, tratándose de trompas naturales, es casi un milagro)! ¡Qué cuerdas tan sedosas! ¡Y qué bajo continuo el que forman Josep Maria Martí Duran —tiorba y guitarra— y Oriol Aymat —violonchelo— junto al propio Espasa al clave! En fin, una velada memorable gracias a Dresde, a Genaux y a Vespres.
(Fotos: Elvira Megías)
Eduardo Torrico