MADRID / ‘Antiformalist Rayok’: la revancha de Shostakovich

Madrid. Círculo de Bellas Artes. 26-III-2023. Judith Jáuregui, piano. Alexander Teliga, bajo. Coro Titular del Teatro Real. Dirección de Escena: Johannes Stepanek. Obras de Shostakóvich
Al hilo de la implacable represión que padecieron los compositores soviéticos en 1948 como consecuencia del infausto ‘Comité Zhdanov’ y la condena de la música “formalista” frente al oficial realismo socialista, Shostakovich compuso en secreto una cantata para cuatro voces, coro y piano, en la que se tomaba a pitorreo a las autoridades y sus ideas artísticas y musicales. El título es Anti-formalist Rayok, algo así como el gallinero y la claque contra los ‘formalistas’. La obra, que Shostakovich mantuvo oculta durante toda su vida y no se conoció hasta después de su muerte, es una aquilatada muestra de su sentido sarcástico, que tan bien refleja una obra como La nariz, representada estos días en el escenario del Teatro Real, institución que también se ha responsabilizado de la exhumación esta cantata hasta ahora inédita en España, en colaboración con el Círculo de Bellas Artes.
Como la obra no llena una sesión completa, el espectáculo se completó con dos series de piezas breves del autor ruso: Álbum de la infancia op.69 y Aforismos op.13, con la pianista Judith Jáuregui (quien también interviene en la cantata). Las obras eran pertinentes y Jáuregui las interpretó de forma brillante, con una técnica depurada y gran estilo.
Sin solución de continuidad, el piano se vio rodeado por los personajes y el coro de la cantata con una puesta en escena tan sencilla como eficaz de Johannes Stepanek. El coro representa a los artistas aterrados ante lo que se les viene encima desde la política y dispuestos a aplaudir a rabiar a los líderes y a aclamar sus directrices. Realizan muy bien su cometido los miembros del Coro Titular del Teatro Real,muy bien preparados, es habitual, por Andrés Máspero, y las cuatro voces de la cantata fueron perfectamente asumidas por Alexandre Teliga, un bajo que realmente las traduce de manera excepcional, tanto desde el punto de vista vocal como actoral. Bajo, coro y pianista desarrollaron un trabajo excelente que sirvió la cantata al público de manera directa y cálida. Disfrazados de números, Zhdanov, Stalin y otros próceres dicen toda clase de sandeces, que son, por supuesto, muy aplaudidas.
Se trata de un testimonio de una época triste en la cual los compositores y los artistas en general podían perder la libertad -y hasta la vida- si se desviaban mínimamente de la corrección política. Pero como dicen las últimas palabras con las que Alexander Teliga cerró la cantata: “Los políticos y sus ideas viene y van. La cultura y el arte permanecen”.
Tomás Marco
[Fotos Miguel Balbuena / Círcuo de Bellas Artes]