MADRID / Anne-Sophie Mutter: Franck para el recuerdo

Madrid. Auditorio Nacional (Sala sinfónica). 7-II-2022. Ibermúsica 21-22 / Juventudes Musicales de Madrid. Anne-Sophie Mutter, violín. Lambert Orkis, piano. Obras de Mozart, Beethoven y Franck.
En esfuerzo conjunto con Juventudes Musicales de Madrid, el primer concierto extraordinario de Ibermúsica en esta temporada nos trajo una nueva visita de Anne-Sophie Mutter (Rheinfelden, 1963), que acude periódicamente a su cita con Juventudes Musicales, cuya presidencia de honor ostenta la reina emérita. Doña Sofía estuvo, como en otras ocasiones, presente, como también algún que otro destacado miembro de la jet (pudimos ver a Isabel Preysler con Mario Vargas Llosa). La reina emérita fue reiteradamente ovacionada a su entrada, en el descanso y en la despedida del concierto. El dispositivo de seguridad desplegado, sin embargo, fue superior al de otras ocasiones en que también ha acudido al auditorio, y la instalación de escáneres de seguridad y detectores de metales obligó a una entrada escalonada que dio como resultado un retraso de diez minutos en el comienzo del recital.
La veterana violinista alemana (más de 45 años sobre los escenarios, se dice pronto) se presentó con el excelente pianista con el que colabora desde hace décadas, el estadounidense Lambert Orkis (Filadelfia, 1946). El programa era idéntico al presentado el verano pasado en San Sebastián, durante la quincena musical donostiarra, y en Santander, con el único cambio de la sonata mozartiana. En esta ocasión, la K. 379 tomó el lugar de la K. 304 interpretada entonces. El resto del programa se mantuvo: Sonata nº 5 op 24 “Primavera” de Beethoven y Sonata en La mayor de Franck.
Tienen buenos motivos los músicos foráneos para estar contentos con cómo se están desarrollando los espectáculos aquí. La agenda de Mutter recogía, en estos días, conciertos (con diferentes colaboradores y programas) en Salzburgo, Múnich, Madrid y Canarias (dos conciertos). Solo el concierto de Madrid que ahora se comentan y los dos de Canarias han sobrevivido. Los de Salzburgo y Múnich han sido cancelados. Ahí lo dejo.
Mutter se presentó con su proverbial glamur, y ofreció un concierto que, dentro del excelente nivel general, ofreció dos caras bien diferenciadas. En la primera, el Mozart de 1781 (la época de El rapto en el serrallo) nos traía una sonata en la que el Andantino cantabile central, un tema con variaciones es con pocas dudas el movimiento más interesante. Por su parte, de las diez sonatas beethovenianas, la conocida como Primavera, empezada antes pero completada en 1801, la época de su Segunda sinfonía, establece desde su inicio un diálogo bellísimo y equilibrado de violín y piano. Es el Beethoven más luminoso y optimista el que luce aquí, el más evidentemente post-haydniano.
Mutter es, no creo que nadie dude sobre el particular, una violinista excelsa. Lo era ya cuando debutó como adolescente con el empujón de Karajan. Su sonido es de una belleza extraordinaria, la afinación precisa y la capacidad de extraer matices y colores, magnífica. Tan cierto como lo anterior es que su estilo se ha decantado hace tiempo por un empleo abundante de un vibrato de amplio recorrido (más que en su juventud) y una forma de frasear decididamente romántica. Esta tendencia al vibrato amplio en notas incluso de valores relativamente cortos es algo que hoy, creo que con razón, se practica y escucha poco en músicas como las de Mozart o Beethoven, y parecen encajar más en pentagramas posteriores.
El acercamiento de Mutter a las sonatas mencionadas de Mozart y Beethoven tuvo, como no podía ser de otra manera en artistas del calibre de Mutter (y de Orkis, en todo momento perfectamente fusionado con ella), momentos de precioso canto (el inicial del pianista en la variación inicial del Andante mozartiano, el de ambos en la cuarta, la melodía que abre la sonata beethoveniana o el segundo tiempo de ésta), precisa articulación (los tresillos de Mutter en la segunda variación del mismo movimiento) y envidiable dibujo rítmico (el scherzo beethoveniano).
Sin embargo, a quien esto firma, la generosidad y amplio recorrido del vibrato le parecieron poco apropiados a ambas obras, que parecían quizá algo edulcorados en el planteamiento. Cabía entonces anticipar una mayor adecuación de lo que escuchábamos a la sonata de Franck, más cercana a un romanticismo tardío, que esperaba en la segunda parte, en oportuna conmemoración del bicentenario de su nacimiento. Y así fue. La preciosa creación del belga, dedicada a su compatriota, el formidable violinista Eugene Ysaÿe, una partitura de perfecto formato cíclico (tan preferido por otra parte por su autor), tiene una formidable intensidad en su efusión lírica, una extraordinaria capacidad de emotivo y libre canto en el ben moderato y una exaltada ebullición en el triunfal y bellísimo movimiento final.
Y aquí Mutter demostró que es a ese repertorio (y al posterior, como quienes escuchamos su maravilloso Stravinski hace años con la Nacional, o quienes hemos admirado su acercamiento a Gubaidulina podemos confirmar) al que el estilo antes descrito conviene más. La interpretación de la alemana fue admirable de principio a fin, matizadísima, intensa, incluso con el vibrato mejor administrado que en Mozart o Beethoven. Prodigiosa la expresión del Recitativo-Fantasía, matiz exquisito en toda la sonata, canto de una belleza irresistible en la emotiva melodía final. Y el sonido, siempre redondo, lleno, hermosísimo. El veterano Orkis, por su parte, despachó la inclemente partitura pianística de manera, como siempre en él, sobresaliente.
Si al final de la primera parte hubo ovaciones moderadas, el final de la Sonata de Franck fue recibido con comprensible júbilo por el público. Éxito enorme y bien merecido, porque la interpretación escuchada de la Sonata de Franck no es algo que se encuentra uno todos los días. La primera propina, creo que como en Santander, fue el Nice to be around de Cinderella Liberty de John Williams, compositor muy cercano a la violinista. Juntos han hecho algunas grabaciones que son pura delicia, como lo fue también esta propina. La segunda, que cerró el recital, fue un singular y pirotécnico arreglo de la Danza húngara nº 1 de Brahms, interpretado de forma espectacular. Brillante recital, que fue a más y culminó con una sonata de Franck para el recuerdo.
Rafael Ortega Basagoiti
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