MADRID / Andueza está de vuelta

Madrid. Ateneo. 10-X-2020. Festival Encuentro Silva de Sirenas. La Galanía (Raquel Andueza, voz; Jesús Fernández Baena, tiorba; Manuel Vilas, arpa de dos órdenes). Arias de Monteverdi, Cavalli, Anglesi y anónimas.
Un concierto con música de Monteverdi reporta siempre muchas satisfacciones, pero este traía una añadida: la constatación de la recuperación plena de una voz, la de Raquel Andueza. La soprano navarra lo ha pasado realmente mal en los últimos años. A consecuencia de un accidente de tráfico, sufrió un latigazo cervical que hizo que se le giraran la laringe y el hueso hioides. Tardaron un año en diagnosticarlo. Para un ciudadano de a pie tal vez no habría pasado de simple anécdota, pero para alguien que vive de su voz fue una verdadera tragedia. Andueza siguió cantando, pero lo hizo forzando demasiado, lo cual solo contribuyó a empeorar el problema. La solución la encontró en Italia, en Osimo, cuando se puso en mano de dos profesoras de canto, Lisa Paglin y Mariana Brilla. Fueron meses de duro trabajo y, sobre todo, de incertidumbre, porque no saber si podría volver a cantar en las debidas condiciones. Lo ha conseguido. Andueza se ha reencontrado con su voz, que ya no es la de antes. Ha cambiado, pero para mejor. Está mucho más asentada y los agudos son brillantes. Y, lo que es todavía mejor, tiene margen aún de mejora.
Su presencia en el Festival Encuentro Silva de Sirenas (FESS) la devolvía, al mismo tiempo, al Seicento, que con toda seguridad es el repertorio que mejor domina y en que más a gusto se encuentra. Fue un revival de esas viejas arias de las que nos enamoramos muchos gracias, en buena medida, a ella. Esas arias que narran, quizá mejor que ningún otro periodo de la música, los dos sentimientos encontrados que han marcado siempre el destino de la humanidad: el amor y el desamor. Acompañado de su inseparable Jesús Fernández Baena, a la tiorba, y de Manuel Vilas, al arpa de dos órdenes, Andueza supo crear un clima mágico en la sala del Ateneo de Madrid, nada más empezar ya con esa joya monteverdiana que es Per che se m’odiavi, a la que siguieron otras del propio Monteverdi (Voglio di vita uscir, Oblivion soave, Si dolce è’l tormento), de Francesco Cavalli (Vieni in questo seno), de Domenico Anglesi (Un sol bacio) y otras anónimas (Bella mía, Donzelletta lascivetta, Cruda signora), para concluir, inevitablemente con la venusta Folle ‘e ben che si crede de Tarquinio Merula, entremezcladas con varios pasajes instrumentales a cargo de sus dos acompañantes.
Un gran concierto, por la música y por la interpretación, y una gran satisfacción, por todo lo explicado al inicio de esta crítica.
Eduardo Torrico