MADRID / Andrè Schuen: Alto, claro y hondo
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 11-III-2024. XXX Ciclo de Lied. André Schuen, barítono, y Daniel Heide, piano. Obras de Brahms y Mahler.
Solía decir el duque de Rivas que el actor debe pensar alto, decir claro y sentir hondo. No se sabe si todos los cómicos le hicieron caso pero es fantásticamente probable que el duque habría puesto como ejemplo este recital. En efecto, Andrè Schuen, ya bien conocido y habitual visitante de la Villa, reúne la triple cualidad. Su voz, que ha ganado en anchura y cantidad, es ahora la de un barítono bajo con un asiento profundo en el grave, sin haber perdido nada de su flexibilidad, que le permite cantar con reguladores, mantener prolongadas notas tenidas, ir al agudo con filaturas impecables y hábiles falsetes. Una vez organizado el instrumental, Schuen luce un fraseo nítido y una dicción prolija, una lectura intensa y concentrada de los textos y una expansión señorial del volumen que se apodera de la sala con natural fluencia.
Así, por ejemplo, emitió los Cuatro cantos serios y siete números del cancionero, ambos de Brahms, dando distinta timbración a las piezas. Los Cantos fueron servidos con un color oscuro, por momentos tenebroso, acorde con el sesgo de estas obras, en tanto el despliegue del volumen en el centro y el agudo ganó patetismo desesperado. En cambio, las otras obras de Brahms, ninguno de los lugares comunes que suelen esmaltar los programas, aclararon y aligeraron el color hasta conseguir un clima de enamoramiento amable y persuasivo.
Otro mundo fue Mahler, porque los títulos escogidos imponían descripción y narración, incluido al sujeto que narra, es decir un personaje. La articulación cambió porque Mahler exige por una parte un despliegue melódico más envolvente y, por momentos, un fraseo más cortante y si se quiere, más marcial. Aquí Schuen supo dar a su sonoridad matices de metal bruñido y, sin perder la coherencia, convertirse en el citado y exigido personaje.
Daniel Heide no fue solamente un excelente acompañante: sostuvo el canto del compañero y es evidente que ha trabajado en comunidad el programa. En Brahms, el pianismo está cuidado por el compositor como tal. En cambio, en Mahler es nada menos que una suplantación de la orquesta, lo que exige un empaque superior que, al mismo tiempo, evite el embrollo y distinga los planos. Así lo hizo Heide, contrapunteando su relato con las palabras del cantante. El dúo se despidió con una memorable propina, una lectura realmente hipnótica de Morgen de Richard Strauss. Para la antología de este género alto, claro y hondo.
Blas Matamoro
(foto: Rafa Martín)