Lo bueno, ¿enemigo de lo mejor?
PROKOFIEV: Conciertos para violín 1 & 2 / Maria Milstein, violín. Phion Orchestra. Dir,; Otto Tausk / CHANNEL CLASSICS
El viejo y conocido adagio que afirma que ‘lo mejor es enemigo de lo bueno’ no suele aplicarse cuando se trata de la interpretación musical, donde ‘lo mejor es simplemente lo mejor’. Existen media docena de grabaciones de los dos conciertos para violín de Prokofiev que están muy por encima de las demás, ya sea por superioridad (Oistrakh, Heifetz), por serenidad (Janine Jansen, Perlman) o por fogosidad (Vadim Gluzman, Leila Josefowicz). Sin embargo, esto no convierte automáticamente al resto en segundones.
Muy al contrario, la llegada de una nueva grabación de estas dos obras maestras suele despertar mi curiosidad, sobre todo si el o la solista no es una estrella y la orquesta es poco o nada conocida por quien esto firma. Nacida en Moscú, Maria Milstein vive actualmente en Holanda, donde toca en un trío con piano. La Orquesta Phion está formada por los supervivientes de una fusión en 2019 de dos conjuntos holandeses.
Los conciertos para violín de Prokofiev son siempre un reto mayúsculo para cualquier solista. Nathan Milstein -sin parentesco con Maria- me dijo una vez que, en los viejos tiempos, él o Heifetz los tocaban primero en San Francisco, luego se se subían a un tren y los tocaban 10 o 15 veces en escalas nocturnas, con la esperanza de tenerlos bien preparados para cuando llegaran al Carnegie Hall. Tenían el tiempo a su favor, algo que las apretadas agendas de hoy en día no permiten.
Maria Milstein se ha tomado su tiempo. A pesar de su juventud (se halla actualmente en la treintena) ha invertido años preparando estas obras maestras líricas y a la vez neuróticas, y se nota. Nada de lo que hace es rutinario, exhibicionista o irreflexivo. Su expresión es intensa, fervorosa incluso, extrayendo de las partituras un insospechado romanticismo, especialmente en el Segundo concierto, que comparte algunas frases musicales con el célebre ballet Romeo y Julieta. El primer movimiento se lanza de cabeza en una pista de baile, mientras que el segundo parece evocar extrañamente la sonata Claro de luna de Beethoven.
Maria Milstein toca como si escuchara -y discutiera- con una voz interior; podría ser la de Oistrakh, a quien su familia veneraba. Pero el enfoque es totalmente suyo, imbuido de una personalísima intimidad.
La orquesta, dirigida por Otto Tausk, responde atenta, incluso un tanto sobrecogida. Pero allí donde los conjuntos de categoría mundial podrían sortear las dificultades, he disfrutado por una vez escuchando la enorme batalla que supone dar vida a estas obras. El resultado es una interpretación real, no algo fabricado alrededor de la mesa de reuniones de un sello discográfico. Esta buena interpretación es, definitivamente, enemiga de lo mejor.
Norman Lebrecht
1 comentarios para “Lo bueno, ¿enemigo de lo mejor?”
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