LISBOA / ‘Blimunda’, la ópera olvidada de Saramago
Lisboa. Teatro Nacional São Carlos. 14-XI-2022. Corghi: Blimunda. Dora Rodrigues, Julian Hubbard, Luís Rodrigues, Maroa Luísa de Freitas, Luís Madureira. Coro do Teatro Nacional São Carlos. Orquestra Sinfónica Portuguesa. Director musical: José Eduardo Gomes. Director de escena: Nuno Carinhas.
La novela Memorial del convento deslumbró y fascinó a casi todos cuando se publicó, allá en 1982. La imaginación y el estilo literario de José Saramago son uno de los grandes orgullos literarios de Iberia, su soñada ‘Balsa de piedra’. Ahora, el Teatro São Carlos, bajo la guía novedosa de su directora artística, la soprano Elisabete Matos, ha tenido el acierto de recuperar Blimunda, ópera olvidada basada en Memorial del convento del italiano Azio Corghi (1937), estrenada en la Scala de Milán en mayo de 1990, con dirección orquestal entonces de Zoltán Peskó y escénica de Jerôme Savary. El libreto, del propio compositor, que lo redactó al alimón con Saramago, aparece ambientado, como la novela, en el XVIII, en el Portugal de Juan V “EL Magnánimo”. Se distribuye en tres actos que transcurren cargados de fantasía, fidelidad al original literario y un avanzado lenguaje musical que casa de maravilla con la imaginación desbordante, realista pero rayana en la alucinación, de Saramago.
La producción ahora estrenada está firmada por el pintor, escenógrafo, figurinista y gestor teatral Nuno Carinhas, y se inscribe en los actos conmemorativos del nacimiento de Saramago, que culminaron precisamente el pasado martes, coincidiendo con la onomástica (el escritor nació en la aldea de Azinhaga, el 16 de noviembre de 1922). En esta nueva producción, original del propio Teatro São Carlos, los tres personajes protagonistas —la humilde Blimunda Sietelunas; el manco agarfiado Baltasar Sietesoles, y el cura ‘volador’ Bartolomeu Lourenço de Gusmão— son centros nucleares de una acción hábilmente sintetizada, que recoge y mantiene la frescura e imaginación del original, sin perder nunca su fino y divertido hilo narrativo. A ello contribuyen la escueta pero efectiva escenografía de Ana Vaz y del propio Carinhas, el aconvencional vestuario original de Mariana Sã Nogueira, y la mesurada iluminación de Rui Monteiro.
La ópera, en italiano —hay quien propuso que se ofreciera traducida al portugués, algo tan descabellado como sugerir que el Don Giovanni o Una cosa rara se canten en español— carga el énfasis narrativo en Domenico Scarlatti, maestro de la Capela Real lusitana y, por ende, profesor de música de la infanta Bárbara de Braganza, hija de Juan V y reina de España consorte por su matrimonio (en Badajoz) con Fernando VI, entonces Príncipe de Asturias. En la ópera, Scarlatti se convierte en una especie de narrador, una suerte de Gurnemanz wagneriano o Corifeo fallesco, que hace de puente entre la acción que él mismo contempla y los espectadores. Fue encarnado con convincente credibilidad teatral y voz cuidadosamente amplificada por Luís Madureira.
Pero el peso vocal de la ópera recae sustancialmente en la voz de la protagonista, Blimunda, la joven dotada de un extraño poder que le permite observar el interior de las personas, de las cosas y hasta de las situaciones. El aire irreal, casi mágico, del personaje, próximo a la Fevronia de Rimski-Korsakov, está hábilmente tratado en la exigente escritura vocal de Corghi, que reclama una soprano lírica de claros tintes y colores dramáticos. Dora Rodrigues defiende el papel con soltura, involucración y convicción, desde una tesitura ligera que ella sabe adaptar a la naturaleza escénica y vocal de un rol rico y apasionante, pleno de detalles y claroscuros, que ella carga de realidad y empaque. Con profesionalidad, buen hacer, magia escénica e inteligencia musical, la soprano de Braga labró con plenos merecimientos un notorio éxito personal ante un público mayoritariamente veterano que aceptó encantado la novedosa propuesta operística.
No fue ella la única triunfadora de la noche. También el tenor Julian Hubbard hizo gala de alcurnia musical y escénica con una recreación del manco ex-soldado Baltasar Mateus —Baltasar Sietesoles en la novela— cargada de robustez vocal y fuste, como también el barítono Luís Rodrigues, quien brilló e hizo brillar el pintoresco papel del cura Bartolomeu de Gusmão, un loco más empeñado en echar a volar que en salvar vidas o hacer bienes a doquier. Como Fernán Gómez en Mama cumple cien años. El resto del abultado elenco, todo él prácticamente portugués y, brilló a altura más que notable, exento de lunares y con un elevado nivel medio en el que late con nitidez el saber y la maestría vocal de la icantora’ Elisabete Matos.
Tanto el coro como la orquesta titulares del vetusto e histórico São Carlos mostraron cualidades y calidades notoriamente superiores a tiempos pretéritos. En absoluto ajeno a ello ha sido la dirección musical, efectiva y cuidadosa, del joven maestro portugués José Eduardo Gomes, que mantuvo el vivo y etéreo pulso acústico de una acción fiel en fondo y forma al cuidado y conciso libreto. Relevante éxito. De los intérpretes y de una ópera que a todas luces merece mayor espacio y presencia en el manido universo operístico contemporáneo. ¡Feliz centenario, querido Yosé Saramago!
Justo Romero
(Foto: António Pedro Ferreira / TNSC)
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