LIEJA / Una mágica ‘Rusalka’ triunfa en Valonia
Lieja. Opéra Royal de Wallonie-Liège. 4-II-2023. Corinne Winters, Anton Rositskiy, Evgeny Stavinsky, Jana Kurucova, Nino Surgyladze. Dirección de escena: Rodula Gaitanou. Dirección musical: Giampaolo Bisanti. Dvorák: Rusalka.
Como de costumbre, la matinée dominical de la Opéra Royal de Wallonie de Lieja estaba abarrotada de público, aunque en esta ocasión vez no había en escena ninguna ópera del repertorio italiano. Por primera vez se representaba en Lieja Rusalka, el cuento de hadas oprístico de Dvorák sobre la ninfa acuática enamorada de un humano, y hay que decir que conquistó el corazón del público. Por supuesto, la canción a la luna es una pieza que ha adquirido una enorme popularidad, pero el público se dejó seducir por el espectáculo en su totalidad, en especial por el soberbio trabajo de los cantantes y de la orquesta, recompensándolos al final con abundantes aplauso.
Hay que destacar en primer lugar el gran trabajo de la soprano Corinne Winters, que brindó una ninfa frágil, graciosa y conmovedora y supo enhebrar bellas líneas vocales expresando su amor, su deseo y su dolor, ganándose la compasión del público. Su enamorado contó con el ardor juvenil del tenor de Anton Rositskiy, que bordó asimismo el exigente papel del Príncipe y consiguió despertar las simpatías del respetable. El bajo Evgeny Stavinsky confirió una gran dignidad a Vodnik merced a su noble y expresivo timbre. La mezzo Jana Kurucova, de potente registro, desplegó un fogoso temperamento en el papel de la rival de Rusalka, la Princesa extranjera, al igual que la también mezzo Nino Surgyladze en el rol de Jezibaba, la hechicera que ayuda a Rusalka a convertirse en mujer. El resto del elenco (Katerina Hebelkova, Lucie Kankova y Sofia Janelidze como las ninfas danzantes, y Jiri Raijnis y Hongni Wu formando la pareja cómica del guardabosque y el pinche de cocina) acabó de redondear un magnífico trabajo grupal.
La puesta en escena del cuento de hadas de Dvorák se confió a la directora rumana Rodula Gaitanou, mientras que la escenografía y el vestuario estuvo a cargo de Cordelia Chisholm. Eligieron situar la acción del mundo “humano” en el siglo XIX, mientras que para las primeras escenas de la ópera -el universo de Rusalka- propusieron una mágica atmósfera “submarina”, con ninfas danzantes y mucho brillo argentado. Una escalera de caracol servía de conexión entre ambos mundos. Poco de ese mundo de ensueño sobrevive en el último acto, en el que Rusalka aparece sentada sola en una habitación desnuda, con la escalera de caracol rota. En todo caso, el público de la matinée sólo tenía ojos y oídos para Corinne Winters y Anton Rositsky, que rubricaron su excelente interpretación con una conmovedora escena final que pone fin a su historia de amor, soberbiamente apoyados por la música de Dvork, bellamente interpretada por la orquesta de la ópera muy bien dirigida por Giampaolo Bisanti.
Erna Metdepenninghen
(foto: J. Berger – ORW-Liège)