LIEJA / ‘Simon Boccanegra’: poderosas imágenes del destino

Lieja. Opéra Royal de Wallonie-Liège. 27-VI-2022. Verdi, Simon Boccanegra. George Petean, Federica Lombardi, Riccardo Zanellato, Marc Laho, Lionel Lhote, Roger Joakim, Anne-Françoise Lecoq, Denis Segond. Directora musical: Speranza Scappucci. Director de escena: Laurence Dale.
El mar. El calmo susurro de las olas surge en pianissimo desde el foso. Speranza Scappucci se toma su tiempo. Aquello suena inquietantemente sucio, peligroso, profundo. La oscuridad reina en los tiempos en que impera la traición y la conspiración. Nos aguarda un mundo sombrío y resonante de intrigas en el cual “detrás de cada muro se esconde un espía”. La mística tinta musicale de Verdi evoca el color negro, haciéndonos recordar la escena de la tormenta de Rigoletto o la tempestad con la que se abre Otello. La orquesta de la Opéra Royal de Wallonie-Liège parece arcilla en manos de esta fabulosa intérprete verdiana. Ambas conducen al antihéroe Boccanegra con impecable estilo a través de su personal valle de lágrimas. La directora italiana presenta musicalmente con máxima empatía y ternura el grandioso “paisaje del alma” de Verdi (Arnold Schoenberg), las fuerzas de la naturaleza que reinan tanto en el interior como en el exterior del drama.
Verdi lo pasó mal con su primer Boccanegra. Estrenada sin éxito en La Fenice de Venecia en 1857, fue una ópera que “no acabó de prender al principio”. Sin embargo, la marea cambiaría años después, cuando Verdi, sirviéndose del enorme talento de Arrigo Boito, decidió reelaborar la obra, manteniendo su carácter oscuro, “porque tiene que serlo”, pero confiriéndole rasgos más cautivadores. Reestrenada en 1881 en la Scala de Milán, Simon Boccanegra acabó siendo una ópera, en palabras del propio Boito, “fuerte, sólida y oscura como un trozo de basalto”.
El telón bajado muestra un mar cubierto de nubes, mientras que el rojo sangre domina cromáticamente la escena. Ya en estos detalles parece dar comienzo el viaje temporal y espiritual de Simon Boccanegra, el corsario que fue elegido Dux. Grandes leones yacen frente al palacio de Fiesco. Se trata de un espacio donde impera el poder, y los decorados de Gary McCann ofrecen una mezcla arquitectónica de estilos que combina gigantescas fachadas medievales, un enorme relieve Art Decó y guerreros desnudos con antorchas: estamos en la época fascista de Mussolini. Por su parte, el vestuario de Fernand Ruiz recoge apropiadamente esa mezcla estilística: las mangas abombadas de los trajes y las capas aterciopeladas remiten a la Divina Comedia de Dante Alighieri. Tanto la nobleza como el pueblo se rebelan por la libertad y la independencia nacional, como en el Risorgimento. El director de escena Laurence Dale cuenta con claridad la compleja historia sobre la esperanza llena de promesas, la amarga existencia y la felicidad reencontrada en la muerte.
Simon Boccanegra desea encontrar la felicidad. El proscrito corsario ama a María, la hija del noble Fiesco, con quien tiene una hija ilegítima, Amelia. Boccanegra acepta ser elegido Dux para poder casarse con María de una manera acorde con su rango. Ella muere y Fiesco, dominado por el dolor y la amargura, maldice a Boccanegra. Veinticinco años después Boccanegra se ha convertido en un dux solitario. Amelia, reencontrada como huérfana, se entera casualmente de quién es ella en realidad. El odio lleva a Paolo a envenenar a Boccanegra, que muere invocando el amor y la paz, hundiéndose en las olas del mar en pos de un definitivo reencuentro con su amada María. Una imagen poderosa que anticipa el “¡Que nuestro amor permanezca eternamente intacto!” de Desdemona.
El elenco vocal resultó de primera categoría, comenzando por el barítono rumano George Petean, uno de los principales intérpretes mundiales en su registro. Su Boccanegra irradia una interiorizada nobleza, y tanto la flexibilidad lírica como la resplandeciente emotividad dieron como resultado un impresionante retrato del personaje. El bajo Riccardo Zanellato otorgó grandeza al rol de Fiesco, suscitando una gran ovación al final de su aria Il lacerato spirito. La soprano Federica Lombardi, que debutaba en la Opéra Royal de Wallonie-Liège, mostró a Amelia como una mujer madura dominada por un deseo ardiente, que su voz oscura y terrosa tradujo a la perfección.
El barítono belga Lionel Lhote confirió tintes cuasi diabólicos al intrigante Paolo, con rasgos de carácter que recuerdan a los de Iago. Por su parte, el tenor Marc Laho tradujo con apasionada exactitud vocal y dramática al personaje de Gabriele Adorno. El resto del reparto (Roger Joakim como Pietro, Xavier Petithan como Capitán y Anne-Françoise Lecoq como la sirvienta de Amelia) rayaron igualmente a gran altura. Mención especial merecen las excelentes prestaciones del coro dirigido por Denis Segond.
Barbara Röder
(Foto: J. Berger – ORW-Liège)
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