Leif Ove Andsnes, Mozart y el espíritu de Rosendal

El pianista noruego Leif Ove Andsnes (Karmøy, 1970) ideó su exitoso proyecto de conciertos y grabaciones, titulado The Beethoven Journey, a partir de una experiencia en un hotel de São Paulo. El hilo musical del ascensor repetía, de forma incesante, pasajes sueltos de conciertos pianísticos de Beethoven. Y eso le animó a afrontarlos como ciclo junto a la Fantasía Coral. Entre 2012 y 2015 tocó y dirigió 230 conciertos, en 114 ciudades y 27 países con la Mahler Chamber Orchestra. Y la grabación fue su desembarco en Sony Classical, tras dos décadas entre Virgin y EMI.
Pero este nuevo proyecto en dos lanzamientos, titulado Mozart Momentum, que acaba de culminar, parece el resultado de su brillante actividad como programador en el pequeño festival de música de cámara que dirige en la localidad noruega de Rosendal, que ha podido regresar este verano tras dos años detenido por la pandemia. En 2017, Ove Andsnes tituló su segunda edición sencillamente Mozart! y mostró la reinvención estilística del salzburgués durante su década final vienesa. De hecho, su proyecto en Sony Classical parte de la misma idea, pero con los conciertos pianísticos de Mozart como eje.
El planteamiento está en sintonía con las últimas aportaciones de los especialistas en Mozart. Es el caso de la monografía Mozart’s Viennese Instrumental Music: A Study of Stylistic Re-Invention (The Boydell Press, 2007), de Simon P. Keefe, donde contextualiza los diez conciertos para piano que Mozart escribió entre 1784 y 1786 (núms. 14-24). Y los relaciona con el momento en que adquirió verdadera autoconciencia de sus cualidades estilísticas como compositor y comenzó a redactar su propio catálogo temático, el Verzeichnüss aller meine Werke.
En Mozart Momentum, Andsnes se ha centrado tan sólo en los años 1785 y 1786 para mostrar el protagonismo del piano en todo ese proceso. Es una pena que el noruego no haya dedicado un primer disco al año 1784, que habría redondeado mucho más su proyecto. Por ejemplo, fue entonces cuando Mozart creó un nuevo paradigma de equilibrio estilístico, con intrincadas dramatizaciones y prácticas dialógicas, que ejemplifica el Concierto para piano núm. 17 en sol mayor, K. 453 –grabado por Ove Andsnes en 2007– , el Quinteto para piano y viento, K. 452 –que precisamente tocó en Rosendal, en 2017, junto al clarinetista Martin Fröst y tres integrantes de la Mahler Chamber Orchestra–, la Sonata para violín y piano en si bemol mayor, K. 454 o la Sonata para piano en do menor, K. 457. Pero también, este proceso está directamente relacionado con la primera serie de conciertos que Mozart organizó en la sala privada del Trattnerhof, durante la primavera de 1784. Una empresa que terminó, dos años más tarde, tras el estreno de Las bodas de Fígaro y su creciente interés en la ópera.
Ove Andsnes ha preferido limitarse a los conciertos núms. 20-24, que toca y dirige. Y rellenar el resto de los dos discos con los cuartetos con piano junto a alguna obra camerística, pianística y orquestal. El primer lanzamiento, centrado en 1785, incluye los famosos conciertos K. 466 y 467 junto al primer cuarteto con piano, K. 478, a los que ha sumado el vínculo masónico de la Fantasía en do menor K. 475 y la Música fúnebre masónica K. 477 para culminar con el infrecuente Concierto en mi bemol mayor K. 482. En el segundo, dedicado a 1786, coloca el Rondó en re mayor K. 485 junto al Trío con piano K. 502, entre los conciertos K. 488 y K. 491, junto al segundo cuarteto con piano, K. 493.
En este segundo lanzamiento también se incluye el Recitativo y aria de concierto “Ch’io mi scordi di te? – Non temer amato bene” K. 505, donde Ove Andsnes dirige a la Mahler Chamber Orchestra, toca el piano solista y cuenta con la colaboración de la soprano Christiane Karg. Esta composición, de diciembre de 1786, que fue escrita como una despedida de la soprano Nancy Storace, creadora del rol de Susana en el estreno de Las bodas de Fígaro, es uno de los mejores ejemplos de la perfecta amalgama entre música dramática y reinvención estilística de la música instrumental de Mozart. Keefe explica cómo despliega aquí los logros dialógicos de sus nuevas composiciones concertantes. Es algo que podemos comprobar en la primera parte del rondó, indicado como andante, pero especialmente en la segunda (allegretto) donde Mozart explota las más admirables combinaciones entre la cantante, el piano y la orquesta. Diálogo, pero también confrontación, donde alterna pasajes en modo menor con todo tipo de desarrollos figurativos que afectan incluso a las repeticiones del estribillo.
Karg, Ove Andsnes y la Mahler Chamber registraron en el Musikverein de Viena, en noviembre pasado, una de las más bellas e inspiradas versiones de esta aria que recuerdo. Además, en esas mismas sesiones se grabaron los dos conciertos mozartianos del disco de 1786, K. 488 y K. 491, aunque el proyecto no ha sido inmune a la pandemia y a otras fatalidades. En mayo de 2019, una inoportuna neumonía del pianista noruego obligó a cancelar toda la gira con la Mahler Chamber Orchestra. Lo retomaron, en febrero de 2020, para grabar en los estudios de la Sendesaal Radio de Bremen todas las piezas a solo y de cámara de los dos lanzamientos. Y entonces el coronavirus obligó a parar. El primer disco dedicado a 1785 se pudo culminar, en noviembre de 2020, tras conseguir que 36 músicos de la Mahler Chamber se juntasen en la Philharmonie de un Berlín todavía confinado. Allí grabaron la obra masónica, junto a los conciertos núms. 20-22, con una distribución sobre el escenario más apropiada para una sinfonía de Bruckner y con el productor John Fraser actuando desde Londres por videoconferencia.
A diferencia de los dos conciertos de 1786, Ove Andsnes dispone de una asombrosa combinación de cadencias en los tres conciertos de 1785 (de Beethoven y Hummel, pero también de Géza Anda, Dinu Lipatti y hasta de su productor John Fraser). Y su Mozart suena ahora más intenso, camerístico y maduro, si lo comparamos con sus registros frescos y enérgicos con la Orquesta de Cámara de Noruega (EMI/Warner Classics) de 2003 y 2007. Podemos comprobarlo al escuchar sus dos grabaciones del K. 466, con trece años de diferencia, y donde vuelve a utilizar la cadencia de Beethoven, en el primer movimiento, junto a la cadencia de Hummel que ahora toca completa, en el tercero (en el disco de EMI/Warner Classics la acorta al final y se atribuye erróneamente su autoría). En su nueva grabación, el pianista noruego consigue que no echemos de menos a un director, pues su conexión con el conjunto que lidera el concertino Matthew Truscott resulta admirable, al tiempo que subraya esa reinvención de Mozart que le hizo “someter ahora su imaginación al intelecto”, tal como escribió Johann Friedrich Schink, en julio de 1792, en el Hamburgische Zeitung. Y donde este crítico añade, a continuación, la pregunta que todos nos seguimos haciendo hoy: “¿Cuánto era ya y en qué más podría haberse convertido?”.
Pablo L. Rodríguez