LAUSANA / Una ‘Norma’ abstracta y depurada
Lausana. Opéra de Lausanne. 7-VI-2023. Francesca Dotto, Paolo Fanale, Lucia Cirillo, Nicolai Elsberg. Director musical: Diego Fasolis. Director de escena: Stefano Poda. Bellini : Norma.
Stefano Poda es un habitual del lugar, Eric Vigié le invita casi cada temporada a la Ópera de Lausana para llevar a cabo espectáculos que suscitan lo mismo deslumbramiento que amplias interrogaciones; pues si este hombre de teatro italiano es un esteta plástico, también es un filósofo, entre otros “atributos” suyos, y firma aquí, según su costumbre, tanto los decorados como los figurines, ¡y hasta las luces del espectáculo! Después de la Alcina del año pasado, pone ahora en escena Norma, transportando la ópera de Vincenzo Bellini a un universo abstracto y depurado. Igual de asombrosa resulta su escenografía, constituida en este caso por grandes paredes acristaladas y en cuadrícula que suben hasta los telares, de donde descienden a intervalos regulares el tronco y las raíces de un inmenso roble (el árbol sagrado de los galos), mientras desde abajo aparece, también de manera episódica, la maqueta/reproducción en miniatura del famoso Panteón de Roma (que es evocación del enemigo romano). Los galos están vestidos con largas túnicas de un blanco cegador, mientras que los adversarios romanos van de negro. De esta manera, Norma aparece vestida totalmente de blanco mientras que Adalgisa está envuelta en negro durante el primer acto; pero en el segundo invierten los colores – y las hopalandas blancas de los galos aparecen en seguida negras en su parte interior… Todo ello está aquí colocado bajo el signo de los opuestos, ¡si bien resultan intercambiables!, lo mismo que las luces, que alternan entre el blanco de clínica y la penumbra. Cuando resuena el gong, llamando al pueblo galo a muerte, las paredes se tiñen de sangre y la escena final no muestra una hoguera, sino una enorme luna hacia la que se dirigen los dos héroes, como purificados, llevando de la mano a sus dos hijos…
Avezada en papeles belcantistas como Anna Bolena o Lucrezia Borgia, la soprano italiana Francesca Dotto se incluye de inmediato en las Normas creíbles de nuestro tiempo. Ahí tenemos una gran voz sombría y dramática en toda la extensión del registro, capaz de hacer justicia a las páginas en que la heroína expresa su furia, como al final del primer acto; o cuando, de manera imperiosa, reúne al pueblo para la guerra en el segundo. Los pasajes de afecto convencen de igual modo: la cantante logra plegar sus grandes medios a las exigencias de las cantilenas infinitas de Bellini, a cantar piano, incluso pianissimo, desde luego sin alcanzar los filati de una Caballé o una Gencer. En cuanto a las agilidades, en especial las del aria Ah bello a me ritorna, las despliega con una naturalidad y una libertad de lo más penetrante. En resumen, una Norma de gran estilo, por lo demás profundamente femenina y frágil, muy humana y amante, lejos de las arpías vociferantes que hemos tenido ocasión de oír. Su compatriota Lucia Cirillo, aunque mezzo, posee un color de voz muy cercano al de la heroína, una voz natural, al mismo tiempo cálida y más ben clara. Pese a las dificultades vocales, dominadas sin crispación alguna, traduce con matices la sutil diversidad de los sentimientos que animan a Adalgisa, su personaje. El tenor italiano Paolo Fanale, cuya voz se ha ampliado considerablemente en los últimos años, vence en el desafío de transformar Pollione, papel ingrato por excelencia, en un personaje en todos los sentidos, gracias a un canto luminoso y vibrante. Su timbre cálido y resplandeciente, junto con una elogiable convicción en el acento, desencadena una auténtica exaltación entre el público. A su lado, el bajo danés Nicolai Elsberg impone un magnífico Oroveso, al mismo tiempo sombrío y sonoro, de una irreprochable musicalidad. Y los dos comprimari encarnados por Jean Miannay (Flavio) y Eléonore Gagey (Clotilde) no merecen reproche alguno.
El director de orquesta suizo Diego Fasolis no parece tomarse Bellini a la ligera, y nos felicitamos por ello. Lo cierto es que Norma es una ópera de director, y su dirección resulta un gozo en todo momento: fluida, nerviosa, de una extrema precisión rítmica. El delicado equilibrio que logra obtener entre las maderas y los metales, así como la sutil poesía que confiere a los dúos entre Norma y Adalgisa, no nos dejan indiferentes tampoco. Logra hacer respirar a una impecable Orquesta de Cámara de Lausana, que ha asimilado a la perfección, devolviéndosela al público, la pulsación de la línea belliniana. Bravi!
Emmanuel Andrieu