Las poéticas ‘Variaciones Goldberg’ de Jean Rondeau
BACH:
Variaciones Goldberg. Jean Rondeau, clave ERATO 9029650811 (2 CD)
Al llegar a su quinto disco en solitario, a nadie sorprenderá que Jean Rondeau vuelva a sorprender con una interpretación que se despega no tanto de lo convencional como de lo habitual. Peculiar, dirán unos; extravagante, afirmarán otros; personalísima, en todo caso. Y lo hace nada menos que con una pieza clave y piedra angular del repertorio, las Variaciones Goldberg que, justamente el día 30 de abril, tuvimos ocasión de disfrutar en directo en la madrileña Fundación Juan March.
Que Rondeau haya necesitado 107 minutos en plasmar su lectura nos indica de salida que no se trata de otra versión. Empezamos la singladura con una aria lenta —el da capo lo es aún más—, acariciadora, plagada de inflexiones; la más morosa de la discografía tras la que ofreció la siempre particular Blandine Rannou hace una década. Contra todo pronóstico, la primera variación es ágil, animada, articulada con limpieza, decidida y nada contemplativa. En la segunda, se aprecia algo que constituirá una constante en esta lectura: una gran atención a la escritura polifónica y un fraseo dúctil y expresivo. Se escucha con frecuencia la agilidad (variación V), pero nunca servidumbre metronómica. Emplea con frecuencia un fraseo elegantísimo, casi ensoñador, donde otros meten la directa (variaciones, VI, VIII, XVII, XIX). La morosidad, empero, es la señal distintiva de esta lectura, a veces con casi fatiga al caer el compás (variación IX), marcando con contundencia la articulación (variación IV).
La variación XIII, básica para saber adónde quiere ir el intérprete, se hace en extremo poética desde la primera —y hermosísima— frase, con una destacable lentitud (¡casi ocho minutos!). Y, tras la calma, la reflexión, la ensoñación… llega la agitación, el virtuosismo desbocado —que no precipitado— de la variación XIV, que, con todo, evidencia con nitidez su peculiar visión de la pieza. Y luego llega el dolor, la laceración, las notas punzantes y desgarradoras de las variaciones XV, XXI, donde acentúa los afectos más oscuros y, cómo no, la XXV (¡más de diez minutos!) donde, paradójicamente, no acentúa las notas para exprimir el dolor que las impregna. Desoladora, pero también consoladora. Ahora llega el virtuosismo deslumbrante en sí y para sí (variaciones XXVI a XXIX). Muy llamativo el Quodlibet, lentísimo, donde subraya el contenido lírico frente al jocoso y hasta grotesco.
Con una soberbia toma de sonido debida a Aline Blondiau y un extraordinario clave construido por Jonte Knif y Arno Pelto, esta lectura podría definirse como el Bach antimecánico. Todos aquellos que disfruten de un Bach metronómico, virtuosístico en una digitación de perfección cuasi circense, harán bien en abstenerse de la escucha. Por el contrario, quienes deseen escuchar en el maestro de Eisenach auténtica poesía, permanente matiz, libertad rítmica y juego de pausas y silencios, estas son sus Goldberg.
Javier Sarría Pueyo
(Crítica publicada en el nº 385 de SCHERZO, de junio de 2022)