La sinfonía enferma

Ferenc Fricsay grabó dos veces la Patética de Chaikovsky. Lo hizo una primera vez en 1953 con la Filarmónica de Berlín, y una segunda vez con su orquesta –la Sinfónica de la Radio de Berlín– en septiembre de 1959. Pocos casos se han dado de versiones realizadas por un mismo director en un espacio de escasos años, y que resulten tan distintas entre ellas. Las duraciones son de por sí reveladoras. Las mayores diferencias se aprecian en el “Finale”, que pasa de 9’14” a 11’05”, y aún más llamativa es la dilatación del primer movimiento: de 17’22” a 21’18”. Cuatro minutos más.
La Patética de 1953 es representativa de las cualidades que encumbraron a Fricsay y le convirtieron en una de las grandes batutas del período de posguerra. Es una aproximación enérgica e incisiva, que prioriza la vertiente rítmica aunque con flexibilidad y sutiles variaciones en los tempi. En este tour de force orquestal resalta la meticulosa labor del director en la definición del detalle, en la transparencia de las texturas y en la planificación de la arquitectura general. De la Patética de 1959 cabe decir ante todo que Fricsay no autorizó su publicación (salió a la luz en 1996); había detectado ciertas imperfecciones que se proponía corregir en posteriores sesiones, pero finalmente no hubo tal posibilidad.
Lo que separa las dos versiones es la distancia que media entre una lectura excelente y otra sobrecogedora. En la Patética de 1953, Fricsay conduce la sinfonía como si estuviera al mando de un coche sobre el que tiene un completo dominio. La Patética de 1959 es algo distinto: ahí la obra parece echarse encima del director, adherirse a él como una segunda piel e imponerle su mandato. En el primer movimiento, las principales diferencias se concentran en puntos concretos de la partitura, y en uno especialmente: la zona desde el segundo tema (5’06”) hasta el comienzo del desarrollo (11’16”). En esta sección de 72 compases, hay una discrepancia de casi minuto y medio entre la versión de 1959 y la de 1953. Una enormidad.
El segundo tema del primer movimiento es uno de los más emotivos de la Patética. El Fricsay de 1953 lo encaraba con intensidad, sin concesiones al sentimentalismo. Tampoco la versión de 1959 es sensiblera; lo que se transmite aquí es más bien una sensación de cansancio, como si a la música le costase seguir adelante por falta de energías. Se diría que entre una y otra grabación existe un punto de inflexión. Y en efecto lo hubo. A finales de 1958, se le diagnosticó a Fricsay un cáncer de estómago. En cuestión de semanas tuvo que someterse a dos operaciones. Pudo regresar a la actividad en septiembre de 1959, aunque la enfermedad fue rebrotando de forma intermitente y le obligó a volver al quirófano más veces hasta acabar con su vida en 1961, cuando el director apenas tenía 48 años.
Es un hecho incuestionable que las versiones de Fricsay a partir de 1959 son más lentas en comparación con las de años anteriores. Algunos lo han explicado en términos estrictamente físicos, y es que el propio gesto del director ya no lograba mantener la fuerza y la intensidad de antaño. Es cierto, aunque sólo en parte. Cuando se lo propone (desarrollo del primer movimiento; tercer movimiento), Fricsay alcanza en la Patética de 1959 velocidades, si no iguales, al menos cercanas a la de 1953. Así que las diferencias deben también de obedecer a un nuevo enfoque de la obra o, en todo caso, la enfermedad actuó en Fricsay como catalizador de un nuevo enfoque.
La Patética de Chaikovsky es una obra cargada de fatalismo y presagios de muerte. De repente, la desolación que destila la sinfonía cobraba para Fricsay un rostro concreto y familiar: el de la enfermedad. El Fricsay de 1959 interpreta la Patética como una sinfonía enferma, cuyos tejidos sufren una progresiva alteración y debilitación. El segundo tema del primer movimiento surge como una especie de metástasis dentro del discurso y crece de manera anormal sin que se sepa hacía dónde va o hacia qué. Las metástasis se revelan también en otras anomalías estructurales –el movimiento lento colocado al final de la obra, el ritmo en 5/4 del segundo movimiento– que se alejan de los cánones de salubridad de la sinfonía clásica. En la Patética, Fricsay encontraba la metáfora sonora de su propia enfermedad y la traducía tal como la sentía en su interior: un organismo abocado al desfallecimiento y a la destrucción.
Stefano Russomanno
(foto: Max Jacoby / DG)
Aquí está el primer movimiento de la Patética en la versión de 1959 (arriba) y en la de 1953 (abajo)