LA CORUÑA / Roberto González-Monjas: mucha atención
La Coruña. Coliseum. 30-IV-2021. Orquesta Sinfónica de Galicia. Sophie Koch, mezzosoprano. Director: Roberto González-Monjas. Obras de Chausson y Shostakovich.
A partir de la próxima temporada Roberto González-Monjas (Valladolid, 1988) será titular del Musikkollegium Winterthur sucediendo en el puesto en la orquesta suiza a Thomas Zehetmair, como él también violinista. Su nombre surge en cualquier conversación sobre directores de orquesta con futuro y uno ha escuchado a músicos a los que ha dirigido alguna vez hablar maravillas de su trabajo. Por eso el concierto del viernes era especialmente atractivo para hacerse una idea de lo que es un poco, como dirían los americanos, the talk of the town, la comidilla, que decimos nosotros más por lo derecho. Y, para comprobarlo, un precioso programa con dos obras muy distintas pero muy interesantes para calibrar las cualidades de este director de orquesta tan en alza.
Pues bien, desde la primera frase del inicio orquestal del Poema del amor y del mar de Ernest Chausson se pudo comprobar la clase del joven maestro, con la orquesta plenamente en estilo, en la voluptuosidad de la línea que esta música exhibe constantemente, la sentimentalidad tan de la época, el ajuste al texto, la elegancia de una tristeza siempre con su punto estético, lo que no quiere decir tramposo. La obra es muy hermosa y requiere precisamente ese concepto sensualmente equilibrado que Rodríguez-Monjas propuso con un magnífico acompañamiento y que Sophie Koch no acabó de asumir. La estupenda mezzo francesa, uno de los mejores Octavian de El caballero de la rosa de los últimos años, estuvo demasiado forzada en los agudos que, sobre todo al inicio, salieron más bien destemplados y sobrados de vibrato. Daba la sensación de que lo importante para ella era más que se le oyera en una acústica tan poco favorable que una verdadera matización del texto que sólo se produjo de verdad en dos momentos puntuales, precisamente los más afines a las características de su voz, en las sexta y décima estrofas –las más cercanas al registro grave— de Le temps des lilas. Ahí, en esos ocho versos, y sobre todo en las palabras oublie y jamais, sí reconocimos a la Sophie Koch a la que tantas veces hemos admirado.
La Primera de Shostakovih es partitura con muchas cosas dentro, como ocurre tantas veces en los inicios de los jóvenes genios. A los diecinueve años, el autor quería ya decirlo todo y saberlo decir en un contexto de cuya volubilidad sería víctima. La verdad es que en una cosa y otra los aciertos están a la vista, hasta el punto de constituir una de esas piezas primerizas que pasan a la historia no sólo por bien hechas sino por reveladoras de lo que habrá de llegar. González-Monjas supo exponer con cuidado y transparencia esa suma de temas, de células, de contrastes rítmicos, de sorpresas aquí y allá que, sumadas, convencen hoy como lo hicieron en su día. Especialmente bien trazado resultó el Lento, estupendamente armado ese crescendo que forma parte de su desarrollo y que no deja de ser premonición de sinfonías posteriores. Excelente la OSG con mención esta vez para los violines Massimo Spadano y Pedro Rodríguez y el violonchelo Raúl Mirás.
Luis Suñén