La Coruña / Pasión
La Coruña. Palacio de la Ópera. 21-II-2020. Javier Perianes, piano. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Antonio Méndez. Obras de Brahms y Schumann.
El extraordinario momento que vive la carrera de Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978) es el resultado de una suma admirable de paciencia y sentido común, de inteligencia y voluntad, de aprovechamiento sin prisas de unas condiciones que estaban ahí desde que debutara —esa es la referencia que muchos tenemos como inicial— en el Ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Scherzo pero que había que saber desarrollar. Los últimos años le han visto debutar con las mejores orquestas y directores del mundo o dando recitales en las salas de mayor prestigio. Por eso es hoy el referente más claro del pianismo español desde Alicia de Larrocha y Joaquín Achúcarro y su nombre aparecería sin duda en cualquier encuesta que nos pidiera citar a los mejores pianistas del momento. Esa inteligencia de Perianes le lleva a ir construyendo repertorio paso a paso, no diríamos que con cautela pero sí con buen criterio, a ir añadiendo a sus piezas fetiche, como las Noches fallescas, el Concierto de Grieg o los de Ravel —publicados estos hace muy poco bajo la dirección de Josep Pons y ya referencia discográfica—obras de la envergadura de los conciertos de Brahms, antes el Primero y ahora, en estas fechas, el Segundo ofrecido el viernes pasado en La Coruña.
Este Segundo de Brahms, ya sabemos, es obra en la que la orquesta es fundamental, que requiere un pulso muy paralelo entre director y solista, en la que detalles como la más o menos feliz entrada del trompa en el Allegro ma non troppo arranque o el virtuosismo del violonchelo en el Andante pueden condicionar la versión dependiendo de lo dado a la aflicción momentánea que pueda ser el solista. Antonio Méndez lo dirigió muy bien —para el piano y para la orquesta—, planteando un primer movimiento muy enérgico al que quizá le hubiera convenido un poco de equilibrio, de aire, a la hora de aflorar esa pasión que se le supone. Perianes respondió con la misma moneda mientras demostraba, por ejemplo, la categoría de su mano derecha, esos trinos en la parte más aguda del teclado, de una limpieza extrema. Luego, establecidas las posiciones, el resto del concierto funcionó espléndidamente por ambas partes, con la solidez arquitectónica del Scherzo, el lirismo del tiempo lento —magnífico Miguel Jiménez en el solo de violonchelo— y la alegría matizada, hermosísima, del Finale. Como encore, Perianes ofreció el Notturno, op. 54 nº 4 de las Piezas líricas de Grieg en una versión inolvidable para la que cualquier calificativo se quedaría corto. No parece posible tocar mejor música tan bella.
Antonio Méndez (Palma de Mallorca, 1984) es maestro joven, titular de la orquesta Sinfónica de Tenerife y que disfruta de una bien distribuida agenda internacional, dirigiendo cada vez más y en mejores plazas. En la segunda parte, propuso una Segunda de Schumann —lo que le daba al programa una evidente coherencia interna— que, curiosamente, comenzó más rígida que intensa, menos romántica, para entendernos, de lo esperable tras el Brahms, más de acero pulido que de madera noble. La entrada de trompetas y trombones al inicio —un regalo de Schumann a los metales como el de Brahms a la trompa, que lo resolvió con aseo, en el Concierto nº 2— no fue todo lo limpia que debiera pero la cosa iría mejorando progresivamente según parecía airearse el paisaje de la pieza, también su interior. Bien resueltos el Adagio espressivo, con ese tema casi premahleriano que nos hizo olvidar la sequedad del inicio, y el Allegro molto vivace, dichos —excelente en todo momento la OSG— con más corazón que sus antecesores, lo que en cierta manera, cerraba coherentemente el ciclo de un programa iniciado con pasión, con mucha pasión.
Luis Suñén