LA CORUÑA / OSG: Prokofiev y Stravinsky, contrarios y complementarios

La Coruña. Palacio de la Ópera. 9-IV-2021. Orquesta Sinfónica de Galicia. Daniel Ciobanu, piano. Director: Giancarlo Guerrero. Obras de Prokofiev y Stravinsky.
Diez años separan los estrenos de Petrushka de Stravinsky y el Concierto nº 3 de Prokofiev. Muchas otras cosas dividían también a dos creadores que más de una vez tuvieron que aclarar que no se llevaban mal. Y hay lazos que los unen indefectiblemente: los dos son grandes compositores, los dos marcan, si bien con distinta profundidad, la música de su propio siglo y los dos lidiaron a su manera con la carga ética y estética que les suponía la relación con su país, con el que dejaron en su momento, con el que reencontraron o no, con el que les enterró o se hizo querer desde una lejanía imposible. Biografías bien distintas —del triunfador fuera al advertido dentro—, estéticas también y, sin embargo, hay algo de complementario en sus vidas y en sus obras que va más allá de las recetas de manual y que sus músicas muestran con prueba inequívoca: no se anulan. Más aún después de cómo se han suavizado las querellas al respecto de sus respectivas posiciones en algo tan propio del arte como es el negocio de la posteridad.
El concierto de la Sinfónica de Galicia de este viernes ofrecía esa posibilidad con dos buenos argumentos. El Tercero de Prokofiev es una muestra del no sólo inevitable sino funcionalmente adecuado virtuosismo sobre el que el autor, extraordinario pianista, puso en pie sus cinco conciertos. Pero también de sus ideas propias, de su cada vez más difícil equilibrio entre una vanguardia que entonces vivió bastante de cerca y su innegable capacidad para un desarrollo temático del que luego sería maestro en los tiempos más duros que le tocaría vivir. Es exigentísimo para el piano pero también para una orquesta que hace siempre como de contrapunto atmosférico, que debe responder con tranquilidad al clima más revuelto del solista. Lo entendió muy bien Giancarlo Guerrero desde el primer compás, con una medidísima introducción y lo mismo el joven y brillante Daniel Ciobanu que negoció sin problemas las dificultades técnicas de su parte. El pianista rumano causó una magnífica impresión por poderío pero también por concepto, por su capacidad para adaptar el sonido a cada circunstancia expresiva y, en definitiva, por su concepción tan inteligente de un papel que va más allá de una mecánica sin la que no es posible sacar adelante semejante partitura.
Tras un comienzo algo precipitado, Guerrero y la Sinfónica de Galicia fueron poniendo en pie una estupenda lectura de la versión de 1947 de la Petrushka stravinskiana que paso a paso resultó al fin plenamente convincente. El maestro nicaragüense entendió la pieza desde dos ejes fundamentales, el rítmico y el expresivo, sabiendo que en los puntos de encuentro que el compositor propone entre ambos se haya la consecución del resultado ideal. Hubo la necesaria narratividad pero sin que se resintiera lo que de música pura hay en la peripecia del muñeco. Y a ello contribuyeron los primeros atriles de la OSG sin dejarse por el camino ni un ápice de su calidad contrastada. Flauta, corno inglés y piano bien podrían ser los destinatarios singulares de lo que fue una magnífica prestación por parte de todos. Está claro que orquesta y maestro son felices haciendo música juntos y capaces de transmitir esa felicidad a un público que agradeció con ganas tan buen concierto.
Luis Suñén