LA CORUÑA / OSG: Músicas felices

La Coruña. Palacio de la Ópera. 21-V-2021. Orquesta Sinfónica de Galicia. María José Ortuño, flauta. Director: José Trigueros. Obras de Debussy-Büsser, Ibert y Poulenc.
De vez en cuando está muy bien desengrasar con programas como el del viernes pasado en el Palacio de la Ópera. Un monográfico con música francesa nada habitual, que recorre cincuenta años de creación desde el impresionismo en agraz hasta el modernismo que resiste en el intento por recuperarlo todo tras la Segunda Guerra Mundial. Una música, además, que irradia vida a pesar de los pesares de cada cual, que invita a la felicidad del momento, a analizar lo justo, a dejarse llevar. En el caso de Debussy, uno diría que la orquestación de Henri Büsser, de 1907 —y ya tiene su mérito cuando se trata de arreglar a un compositor al que ni le falta ni le sobra una sola nota—, hace justicia al pretexto poético de sus dos primeras partes y al más directamente bailarín de las otras dos y no debiera irritar demasiado a quienes prefieran el, por lo demás, igualmente preterido original para piano a cuatro manos.
El director asociado de la OSG y percusionista principal de la misma, José Trigueros, supo explicar muy bien esa suma de luz y movimiento, de sol y salón. Como supo igualmente destacar lo que la Sinfonietta de Poulenc, que es de 1947, tiene de concentración del universo estético de su autor y uno diría que hasta de su mundo, esa mezcla apasionante de carne y espíritu, de francofonía musical pero también de peculiares evocaciones. Así, pudimos sorprendernos, gracias a ese cuidado, por esa suerte de pequeño homenaje a Brahms que se encuentra en el segundo tema del Andante cantabile. Es música esta de Poulenc que requiere buen espíritu y buena mano para abordarla, compartir la libertad del creador, destacar sus guiños, sus gestos aparentemente excéntricos con relación al conjunto, ver con claridad también dónde está el punto de emoción, en qué esquina de la partitura. Y el maestro, con la colaboración de una orquesta que parecía muy a gusto y que dio lo mejor de sí, lo consiguió admirablemente.
María José Ortuño, flauta principal asistente de la OSG y ejemplo de cómo se ha ido formando su generación en España y fuera —JONDE, MCO, alumna de Magdalena Martínez y Jaime Martín— fue formidable solista en el Concierto de Ibert, otra muestra de los derroteros menos comprometidos en lo estético, más tranquilos, pero bien interesantes de la música europea de su época. La pieza es de 1934 y tanto la ligereza de los dos movimientos extremos como el suave lirismo, un punto inquietante a su mitad, del Andante, fueron dichos por Ortuño, estupendamente acompañada por Trigueros y los sinfónicos, con técnica poderosa pero dúctil y con admirable sentido del estilo. Como encore ofreció Mangata, de Francisco López, y fue ovacionadísima por un público que, al final de la sesión, agradeció como correspondía el buen momento pasado en ese Palacio al que quiere volver de una vez por todas.
Luis Suñén