LA CORUÑA / OSG: las buenas intenciones
La Coruña. Palacio de la Ópera. 30-IX-2022. Orquesta Sinfónica de Galicia. Directora: Alondra de la Parra. Obras de Márquez y Brahms.
Ya sabemos que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. No nos lleva al infierno, desde luego, la Sinfonía Imposible de Arturo Márquez (Álamos, México, 1950) pero sí al limbo de la inanidad. Parece mentira que el autor de esa obra maestra que es el Danzón nº 2, lo sea también de esta otra tan banal que la Orquesta Sinfónica de Galicia estrenaba en Europa, poco después de su première absoluta, en su primer concierto de la temporada 2022-2023. Un concierto dedicado al inolvidable Antón de Santiago, que nos dejara a principios del pasado mes de julio y a cuya ausencia nos está costando tanto acostumbrarnos.
La Sinfonía Imposible fue compuesta precisamente para la Orquesta Imposible, una formación fundada por la directora Alondra de la Parra (Nueva York, 1980) con el objeto de “apoyar a mujeres y niños de México afectados por el Covid-19”. En la nómina de la orquesta figuran, entre otros, Maxim Vengerov, Guy Braunstein, Amihai Grosz, Jan Vogler, Emmanuel Pahud, Paquito D’Rivera o Pacho Flores. Magníficas, inmejorables intenciones, pues, las de compositor y maestra. Pero ya sabemos que con ellas no basta para crear una obra de arte y este es un caso bien palpable. Se trataba de poner en música nada menos que el cambio climático, la resiliencia, la equidad de género, la empatía, la migración, la controversia, la utopía ‘mayor’ y de nuevo el cambio climático, temas que encabezan cada uno de sus ocho movimientos.
Para ello se utiliza un amplio orgánico y la combinación como solistas de algunos de sus primeros atriles, a veces, como los dos violines en Controversia o los dos violonchelos en la tanguera Equidad, con una suerte de lógica perogrullesca; otras con el recurso a una casi semiescenificación, como el acercamiento de flauta y contrabajo en Magicicada, mientras, en Sin retorno, con clarinete y trompeta como protagonistas, se da una cierta evocación de la música popular, con su punto klezmer incluso. Pero nunca se acaba de resolver la propuesta, por más que se pretenda un hilo conductor con un tema que viene y va. Nada de lo que sucede en sus cuarenta minutos tiene el más mínimo interés, todo es predecible desde el principio hasta el final en lo que se pretende un viaje circular que parte de y llega a un minimalismo tan de recuelo como alguna presencia, en espíritu, del Holst de Los planetas —eso que hace, con más sentido, el peruano Jimmy López en su reciente Sinfonía nº 2 “Ad Astra”. Música, en definitiva, irrelevante esta de Márquez —¿dónde queda, ay, ese Danzón sin pretensiones? El éxito fue clamoroso, aún más cuando la maestra, que se había entregado a fondo, como la propia orquesta, alzó la partitura para que el autor ausente fuera convenientemente exaltado.
La segunda parte del concierto fue, por fortuna, otra historia. De la Parra planteó una versión de la Tercera de Brahms antes fresca y directa, muy de una pieza, que decidida a diseccionar los rincones expresivos que pueden surgir más allá de lo que está claramente a la vista. Con una gestualidad enormemente extrovertida y en movimiento continuo, un punto demagógica, su lectura destacó por una línea general cantabile, ligera de densidades, pero dando a las dinámicas su importancia, segura en el concepto, en la que aparecieron bien definidas, sin énfasis alguno, las líneas de fuerza de la partitura mientras nada esencial se perdía por el camino. En ese logro fue fundamental una OSG segurísima durante toda la sesión y que anduvo sobrada en un Brahms que dio la sensación de dominar con naturalidad en curiosa diferencia con lo esforzado de la Primera, dirigida por Slobodeniouk, con la que se cerraba el curso anterior.
Luis Suñén
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