LA CORUÑA / OSG: decepción y decibelios
La Coruña. Palacio de la Ópera. 31-III-2022. Orquesta Sinfónica de Galicia. Philippe Quint, violín. Director: Michal Nesterowicz. Obras de Korngold y Sibelius.
Con la cancelación por enfermedad del director suizo Thierry Fischer el concierto de abono de la Sinfónica de Galicia de este fin de semana perdía su mayor atractivo, que no era otro sino la presencia en el programa de Vents et marées de Tristan Murail, justamente en los días en que el compositor francés cumple los setenta y cinco. Con las sustituciones suelen caer partituras aparentemente difíciles de preparar —más aún si son actuales— y el recambio de Fischer, Michal Nesterowicz, optó por mantener el resto del programa pero no la pieza de Murail. Una lástima y una decepción que esperemos se palíe lo antes posible.
Caída del cartel la obra prevista como inicio, la primera parte quedó entera para el brillante Concierto para violin de Korngold. Terminado en 1939 pero no estrenado hasta su revisión en 1945, guarda, como es sabido, una relación directa con algunas de las bandas sonoras que el autor compuso en la segunda mitad de los años treinta en Hollywood aunque en definitiva no sepamos qué fue primero, si el concierto o el cine. El caso es que la pieza posee un muy envolvente primer movimiento, un lírico Romance central y una conclusión que es a veces como una persecución de cine de aventuras. El ruso-estadounidense Philippe Quint fue estupendo solista, sobrado de técnica, sabiendo muy bien el carácter de cada uno de los episodios de los que era protagonista y resolviendo con largueza los desafíos que le iban saliendo al paso. Muy en situación, ofreció Smile, la melodía de Charlie Chaplin con la que concluye Tiempos modernos, como encore natural.
Michal Nesterowicz, que había acompañado con justeza a Quint, optó por proponer, en la segunda parte, una Primera de Sibelius plena de decibelios, prefiriendo el volumen a la diferenciación de planos, lo macizo a la claridad, sin que se advirtieran suficientemente los detalles —esa suerte de frío polar del tiempo lento— que la obra atesora. Sólo el Finale —y aun no muy bien resuelto en su conclusión— pareció querer mostrar, con mucho mayor cuidado en el concepto rector, algo más que las líneas de fuerza más evidentes. Una pena, sobre todo si tenemos en cuenta que la OSG hizo hace poco un sensacional Lemminkainen a las órdenes de su titular. En cualquier caso, tengamos en cuenta que las sustituciones no son siempre el mejor modo de mostrar las virtudes de sus protagonistas y que Nesterowicz ha sido, en este mismo escenario, responsable de veladas muy superiores a esta.
Luis Suñén