LA CORUÑA / Hay que seguir
La Coruña. Coliseum. 23-X-2020. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Dima Slobodeniouk. Obras de Durán y Brahms.
Debido a las normas dictadas para combatir la pandemia que nos asola, sólo sesenta espectadores tuvieron acceso al Coliseum de La Coruña para asistir al concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) del pasado viernes. Sesenta en un local con capacidad para mil doscientos. Con las medidas ya implementadas por la OSG en ocasiones anteriores y teniendo en cuenta la distancia entre cada butaca que ya incluían, aumentándola si fuera preciso, cabe pensar que unos cuantos asistentes más hubieran cabido en el local sin poner en riesgo la salud de todos. No soy un experto en el tema. En SCHERZO tenemos la suerte de contar con Rafael Ortega Basagoiti, quien, además de competente crítico es también médico e investigador. Suscribo ce por be todo lo que ha escrito sobre la materia y me he afirmado en ello siempre que ha hecho falta. Pero lo del otro día en A Coruña me pareció no se si medida de seguridad extremada en lo meramente útil, pero, desde luego, duro castigo para una orquesta y un público que han tenido la iniciativa, el coraje y la solidaridad necesarias para que, en la medida de lo posible, no se interrumpa el formidable trabajo de la una y el apoyo constante del otro. En cualquier caso, la salud por encima de todo. Y el apoyo de lo público, base de la cultura en Europa, para que no suceda como en Estados Unidos, donde cierran orquestas y teatros de ópera.
Ante la realidad de los hechos casi resulta irrelevante la tristeza que puede representar acudir a un concierto en el que, en un lugar enorme, había más gente en el escenario que fuera de él. Verdi decía que los teatros se construyeron para que se llenaran de gente. Un teatro vacío es, pues, un contrasentido que entre todos debiéramos tratar de convertir en un mal sueño. Pero hay que aguantar. Pareciera, pues, que, al fin, el concierto fuera lo de menos. Pero no. La Sinfónica de Galicia superó el vacío e hizo una muy buena Cuarta de Brahms, de menos a más, con un inicio un poco sosote, con las trompas algo agrestes —tarda en acostumbrarse el oído a los genius loci del Coliseum, a la apertura en la salida del sonido y a la distancia entre instrumentistas que hace en algunos casos que se pierda empaste— pero con un estupendo tercer movimiento y un magnífico Finale en el que se nos reveló la OSG de Slobodeniouk en todo su esplendor, con especial cita para la flauta de María José Ortuño y el clarinete de Iván Marín.
Previamente se estrenó Dona nobis pacem, dedicada por Juan Durán (Vigo, 1960) a las víctimas de la pandemia y breve muestra del conocido estilo de su autor. Orquestada para cuerdas y arpa, se trata, en esencia, del desarrollo de una frase lírica, con protagonismo puntual de violonchelo y viola, que recuerda por momentos alguna célula de la Tercera sinfonía de Gorécki.
Luis Suñén