LA CORUÑA / Frank Peter Zimmermann, el violinista total
La Coruña. Palacio de la Ópera. 16-VI-2023. Frank Peter Zimmermann, violín. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Dima Slobodeniouk. Obras de Elgar y Stravinsky.
Para cerrar temporada y el tríptico elgariano que abrió la Primera Sinfonía dirigida por Juanjo Mena y continuó con las Variaciones “Enigma” por Catherine Larsen-Maguire, la Orquesta Sinfónica de Galicia y su titular hasta 2022, Dima Slobodeniouk, proponían este fin de semana el Concierto para violín y orquesta con Frank Peter Zimmermann como solista. El de Duisburgo es especialmente querido por el público coruñés —y por cualquier público, habría que decir—, que lo recibió con una ovación calurosa. Como la dedicada al inicio del concierto a Slobodeniouk, diez años al frente de una OSG a la que ha dado alas. Su versión —la de los tres, solista, orquesta y director— de la hermosa pieza fue simplemente ejemplar. Todo estuvo allí, desde la nobleza del arranque a la manera de revelar cada tema y su desarrollo, la pertinencia traductora de un compositor que habla con una naturalidad que muchas veces queda oculta por insistir en una retórica que no procede. De esas bases partieron Slobodeniouk y Zimmermann para ir construyendo un edificio sonoro en el que la emoción era el destilado exacto de la forma.
El maestro sabía muy bien que el papel de la orquesta es esencial aquí y el solista que no hay descanso para él, no ya en la exigencia técnica sino en la obligación expresiva, en una suma que se diría pide ese violinista total que el alemán demostró ser. Hablar de afinación, de recursos técnicos, es aquí un poco inútil cuando todo revierte en la pureza de la línea, en la verdad profunda que hay detrás de unas notas que tratando de ocultar la personalidad de su destinataria revelan, diáfanas, la de su creador. A través de muchos detalles de una limpieza exquisita, apareció la grandeza de la cadenza del último tiempo en todo su esplendor, magníficamente apoyada por un Slobodeniouk que tejió para el solista un telón de ensueño. El triunfo fue clamoroso, quizá el mayor de la temporada, y Zimmermann tuvo la delicadeza, y la elegancia, de no ofrecer, después de semejante lección conjunta, ningún encore.
En la primera parte escuchamos las Sinfonías para instrumentos de viento y El canto del ruiseñor de Stravinsk, prácticamente coetáneas en sus estrenos y, al mismo tiempo, tan distintas. De las Sinfonías se escogió la revisión de 1947 y fueron expuestas con ese punto de abstracción que parecía pedir Robert Craft cuando anima a su autor a reeditarlas. El canto del ruiseñor tuvo todo el sentido narrativo y la agudeza rítmica que requiere. Y para lograrlo, de la mano de un Slobodeniouk experto en la materia, destacaron muy especialmente la flauta Claudia Walker Moore, el flautín Juan Ibáñez, el trompeta Manuel Fernández Álvarez y el concertino Ludwig Dürichen.
Luis Suñén