LA CORUÑA / Festival RESIS: Tres estrenos absolutos y un clásico recuperado
La Coruña. Palacio de la Ópera. 18-V-2024. Rodrigo Rodríguez, tuba. Antonio Cid, electrónica en vivo. Camerata OSG. Director: Wladimir Rosinskij. Obras de Nono, Goás, Cameron Wolfe y Rosinskij.
Muy atractivo programa este que llenó el escenario del Palacio de la Ópera de un público que veía ante sí a la Camerata de la OSG y a las gradas en las que habitualmente asiste a los conciertos. Era curioso el juego de espacios que se producía entre la audiencia, situada donde generalmente se coloca la orquesta, y el resto del Palacio, oscuro pero con sus escaleras y salidas iluminadas por las luces de posición cuyo dibujo parecía reproducir un par de esquemáticos rostros simétricos.
La sesión comenzó con una interesante propuesta videosonora de Rubén Panete, Metasistemas, con presencia activa de la IA según anunció Chus Álvarez en las palabras introductorias al concierto. Inmediatamente después, Rodrigo Rodríguez y Antonio Cid se enfrentaban a esa obra maestra que es Post/Praeludium per Donau de Luigi Nono, segunda entrega del universo del autor en lo que va de RESIS 2024 —de la primera, nada menos que La fabbrica illuminata, ya dio cuenta en SCHERZO mi compañero Paco Yáñez— y segunda manifestación de la evidencia de una genialidad sin paliativos, de una asombrosa capacidad para emocionar con elementos que el común de los suelen rechazar de plano hasta que comprueban por sí mismos la ambición estética y comunicadora del compositor veneciano. Rodríguez y Cid profundizaron en ese planteamiento y actuaron de impecables mensajeros.
En En concreto —uno de los tres estrenos y encargo, además, del propio RESIS—, Leticia Goás celebra —se nos dijo también en la introducción— la poesía de Luisa Villalta, a quien estaba dedicado el Día das Letras Galegas de este año, celebrado el 17 de abril. Si se me permite decirlo, creo que la partitura supone tanto un homenaje a la escritora como una emancipación de la musicóloga que fue, bien anclada ésta en los principios de una creación de raigambre nacional gallega de la que hizo militancia en sus escritos. La En concreto de Goás, abierta claramente a las enseñanzas recibidas de determinadas vanguardias ya históricas, está estupendamente armada, con todo admirablemente en su sitio, desde los susurros iniciales hasta las explosiones controladas, llevado por un pulso muy inteligente. Más, pues, se diría, un estupendo ejercicio de academicismo autoafirmativo de una vía antes extrema y hoy menos, que la imposible respuesta a una teoría de la creación musical comprometida con el entorno cultural que la cubre. Goás y Villalta representan dos formas militantes, pero se diría que tan cercanas en lo cordial como lejanas en lo formal. La de la poetisa coruñesa ahí está. La de su paisana compositora —de quien, por cierto, circula en Youtube su prometedora Three Clock Mechanism, de 2021— tiene libertad, tiempo y muy claras posibilidades por delante.
Estupenda idea la de traer a La Coruña la música del norteamericano Richard Cameron Wolfe —nacido en Cleveland, operativo durante veintisiete años en Nueva York y hoy residente en Nuevo México-—, un compositor tan atractivo como desconocido entre nosotros que, además, vino hasta la ciudad herculina para estar presente en este estreno mundial de una obra escrita en 2016. Formado con Iannis Xenakis y John Eaton —no es mala mezcla— representa una parte de esa música norteamericana que se ha ido desarrollando en el lado menos fácil de un presente en el que la parte del león ha sido para otros: los minimalistas y los académicos. Los unos ya no dan miedo y los otros no lo dieron nunca. The Bridge of Souls es una “meditación para orquesta” que, afortunadamente, supera con creces, con muchas creces, su pretexto, que no es otro sino la evocación de un puente en Ucrania, de esos en los que los enamorados colocan un candado y tiran las llaves al río. Como sucede tantas veces, el motivo es lo de menos aunque haya que agradecer la belleza del título. La obra, dedicada precisamente a Xenakis, es un espléndido ejemplo de sutileza y elegancia, de uso sabio de los recursos de la orquesta de cuerda, diríamos mejor de cada uno de sus instrumentos —los dúos entre violín y violonchelo, el trío entre viola, contrabajo y violín II, el empleo del divisi como recurso expresivo pero también como posibilidad de ampliar las voces y sus discursos. A ello hay que añadir esos momentáneos acentos líricos, muy de su ámbito creador, que tienen algo de confortadoramente reconocible. Hablábamos de exquisitez pero también hay que hablar de intensidad, como sucede igualmente en su An Inventory of Damaged Goods, en Burning Questions o en Telesthesia. Una magnífica pieza esta Bridge of Dreams, estupendamente tratada, como todo el programa, por Rosinskij y la Camerata OSG.
Precisamente de Rosinskij —viola de la orquesta de la OSC— era el último estreno absoluto de la sesión: Animal insomne. El título hace alusión a un libro de poemas del gran fotógrafo coruñés Manuel Vilariño, de idéntico título al de la exposición que presentó ese mismo año de 2017. Rosinskij es un compositor pletórico, superabundante, sabio a más no poder en cuanto a procedimientos compositivos, una especie de enciclopedia de la creación musical que pareciera más dispuesta —pero siempre sin ánimo de agobiar sino de decirlo todo— a la ampliación que a la síntesis. Aquí imaginamos el poema y la fotografía sumergidos por completo en la música, no explicados por ella, pues no se trata de eso, sino acogidos con una suerte de hiperprotección. Así encontramos primitivismo a lo Stravinsky, música urbana a lo Piazzolla, minimalismo, célula convertida en marcha, aspectos todos de una pulsión rítmica excelentemente entreverada con una trama llena de núcleos y vértices, como un mundo complejo trabado con un lenguaje diáfano. Lo exquisito, lo rudo, lo terrenal, lo marino, el ruido, el susurro, lo meditativo —magnífico el solo de viola de Jeffrey Johnson—, el canto alado y la prosodia directa. Todo está, una vez más, en la música de Rosinskij, un compositor que uno diría sin igual en sus maneras, arriesgado y locuaz pero también consciente y calculador. Así se cerraba un espléndido concierto del que fue hilo conductor su excelente trabajo al mando de una magnífica Camerata OSG cuyos atriles fueron tan exigidos uno a uno como en conjunto, triunfando sin reservas en tan comprometida tarea.
Luis Suñén
(fotos: Xurxo Gómez-Chao)