LA CORUÑA / Clara-Jumi Kang y Sunwook Kim, y viceversa
La Coruña. Teatro Rosalía de Castro. 22-II-2022. Clara-Jumi Kang, violín. Sunwook Kim, piano. Obras de Beethoven.
Hizo muy bien la Sociedad Filarmónica de A Coruña en aprovechar la presencia en el abono de la Orquesta Sinfónica de Galicia de la violinista alemana Clara-Jumi Kang (Mannheim, 1987) y proponer un programa con un par de sonatas de Beethoven, la op. 30 nº 2 y la Kreutzer. La ocasión sirvió también para demostrar de nuevo, si hiciera falta, que en estas obras la presencia del piano es la de un igual y no la de un mero acompañante. Y por eso la elección para el teclado de Sunwook Kim (Seúl, 1988) fue un acierto rotundo, bien sea verdad que el resultado era de esperar para quien conociera al coreano. Los dos son ya algo más que jóvenes valores y en la tarde del martes lo acreditaron sobradamente.
Las dos sonatas de Beethoven elegidas reflejan muy bien el carácter del ciclo o, por decirlo mejor, sus caracteres diversos, pues la Nº 7 viene a ser contemporánea del Testamento de Heiligenstadt y lo que este tiene de anhelo por creer en su propio destino como creador. La Kreutzer es una obra maestra absoluta, escrita rápidamente y que pareciera resolver favorablemente el conflicto entre la realidad de la sordera y el camino hacia la gloria. Pero las dos son perfectamente complementarias, en parte también por lo que muestran de crecimiento en el poco tiempo que ha pasado entre la escritura de una y de otra. Eso, más el equilibrio ante esa tendencia a colocar a Beethoven más cerca o más lejos del clasicismo —lo que podría suceder en las sonatas anteriores a la Nº 7— es una de las cosas que toda interpretación debe tener en cuenta. Ya lo sabemos, desde luego, pero conviene decirlo ante la evidencia del planteamiento de Kang y Kim, al que hay que añadir, por si hiciera falta porque va de suyo hoy día, una pericia técnica incuestionable.
Ambos fueron mucho más allá de esa cualidad mecánica, pero sin dejar de mostrarla con total naturalidad. La violinista lució un sonido bello y como hecho de molde para el escenario del Rosalía y una admirable capacidad para sostener la pureza de la línea y, al mismo tiempo, prestar atención a esos detalles que completan el discurso. Todo ello con un punto de pasión inteligentemente dosificada que el tiempo irá transformando en esa elegancia que aflora aquí y allá. El pianista, por su parte —mostrando sus cartas desde la introducción del Allegro con brio de la nº 7—, anduvo sobrado de atención a su partenaire mientras no perdía ripio de su obligación de llevar más de una vez la voz cantante y hasta de arriesgar en momentos en los que la expresividad pudiera tender a un cierto desborde. Uno diría que llegaron un punto más allá en su recital coruñés del que alcanzaron en su formidable grabación de 2020 de las sonatas completas para la firma Accentus en el estudio Teldex de Berlín. Fue el suyo en La Coruña un Beethoven a la vez vivaz y hondo —el admirablemente dicho Andante con variazioni de la Kreutzer sería la muestra más palpable— por parte de dos magníficos intérpretes que corroboraron lo que en estas sonatas es obvio, aunque a veces no se nos traduzca del todo bien por mor de la intendencia contratadora: que en realidad son para violín y piano y viceversa. Dos encores redondearon la sesión: el Scherzo de la Sonata nº 7 y el Adagio de la Sonata nº 3 de Johannes Brahms.
Luis Suñén