LA CORUÑA / Carlos Mena dirige ‘El Mesías’ a una orquesta pletórica y un coro en pruebas
La Coruña. Palacio de la Ópera. 8-XII-2023. Coro, Coro Joven y Orquesta Sinfónica de Galicia. Jone Martínez, soprano. José Antonio Sanabria, tenor. Andreas Wolff, bajo-barítono. Director y contratenor: Carlos Mena. Haendel: El Mesías.
Tras el formidable programa brahmsiano de Roberto González-Monjas, llegaba el Haendel de Carlos Mena, lo que daba al público coruñés la oportunidad de, en una semana, corroborar el magnífico estado de forma de la Orquesta Sinfónica de Galicia y los posibles progresos de su coro homólogo, del que el vitoriano es director artístico desde hace año y medio, ejerciendo las funciones de director musical Javier Fajardo.
La orquesta, casi ni que decir tiene, respondió perfectamente a la muy inteligente concepción de Mena del Mesías haendeliano —que toma partes esta vez de la segunda versión de Dublín y la primera de Londres con algunas supresiones mínimas— desde esa maestría suya que sabe combinar unos tempi siempre adecuados, que le dan a la obra su querido carácter a la vez contemplativo y dramático, una sutileza puntual perfectamente escogida, una libertad para emplear recursos que personalizan su lectura —así ciertas prolongaciones en los finales de determinadas frases orquestales o el uso de clave u órgano en pequeños interludios— y una naturalidad extraordinaria en lo que respecta a la fluidez del conjunto. Es muy de Mena esa forma de hacer en la que la articulación fluye sin aristas y el discurso nunca se resiente en su continuidad. El orgánico elegido —8/6/5/4/3 en las cuerdas— permitió, además, que hubiera siempre cuerpo suficiente para equilibrar voces y orquesta, con los tres contrabajos suponiendo cuando era necesario un muy útil soporte complementario.
La OSG conoce ya muy bien a Mena, tanto como para que, según supo este crítico, no hiciera falta que este advirtiera acerca de la limitación en el vibrato, cosa que los músicos llevaron, como quien dice, aprendida de casa al primer ensayo. En el aspecto tímbrico, además, fue muy interesante la incorporación del arco barroco en algunos atriles de cuerda, especialmente notorio en el violonchelista Raúl Mirás en el continuo, en el solo del concertino Massimo Spadano en “If God Be for Us”, o en la introducción general a “The People that Walked in Darknes”. Alejandro Vázquez estuvo impecable con la trompeta piccolo en su difícil pero tan lucido “The Trumpet Shall Sound” y siempre en su sitio, virtuoso y discreto al mismo tiempo, Ramón Pérez-Sindín al clave y el órgano positivo.
Sabiendo como sabe el público lo bien que está su orquesta, no dejaba de ser el coro el foco de todas las miradas. De un lado porque siempre los coros gozan de un predicamento muy especial entre las audiencias. De otro, porque no hay quien no desee ver a este a la misma altura que la de la formación que le da nombre. Mena parece saber muy bien los mimbres con los que cuenta, que la tarea no es fácil y que se consigue más con una cucharada de miel que con un kilo de acíbar. Por eso la exigencia fue evidente pero sin sobrepasar lo que razonablemente podía pedirse. Sopranos y altos, preponderantes también en lo cuantitativo respecto de sus compañeros masculinos, han mejorado considerablemente y se notó —como se notó también la importancia del refuerzo con el Coro Joven de la OSG, que dirige Daniel García Artés. La parte más débil sigue siendo la de los hombres, con unos tenores escasos de cuerpo y de agilidad que en determinados momentos —en el “Aleluya” y en “And With His Stripes”— lo pasaron mal. Hubo, desde luego, buenos episodios, quizá el mejor de todos “His Joke is Easy” y, en general, allí donde el unísono no obligaba a una tan asimétrica diferenciación de cuerdas el resultado era mucho mejor. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que el de la Sinfónica de Galicia es un coro amateur y las posibilidades de renovación deben pasar por un plan que ofrezca a sus miembros algo más que un violín de Ingres particular. La posibilidad de crecer con Carlos Mena puede y debe ser un aliciente tentador para esa imprescindible atracción de candidatos a cantar a cambio de ser felices. Coro y orquesta se reencontrarán el mes de mayo, cuando Mena vuelva a dirigirles en el Stabat Mater de Haydn.
El cuarteto de voces respondió espléndidamente. Jone Martínez es ya una cantante hecha y derecha, a la que hemos visto crecer. Recordábamos su debut en La Coruña precisamente en un Mesías participativo también dirigido por Mena hace cinco años y lo que entonces eran promesas hoy son realidades más que evidentes. La belleza de la voz, la elegancia en su uso, la adecuación estilística, la asunción del riesgo técnico desde la seguridad de poder resolverlo… todo confluyó en una prestación de primera clase que tuvo como epítome su “I Know that my Redeemer Liveth”. Carlos Mena es uno de los grandes contratenores de siempre y estuvo extraordinario en su parte, con esa falta de afectación con la que sin teatro ninguno combina canto y dirección. No sólo parece que los años no pasan, con unos graves que han ganado aún mayor hondura expresiva, como demostró en “He Was Despised”. José Antonio Sanabria abordó con el valor necesario el regalito que de salida le otorga Haendel, esos “Comfort Ye” y “Ev’ry Valley”, con tanto que cantar, y de los que dio cuenta con arrojo y buen estilo, incluyendo la cadenza que recuerda siquiera por un segundo al Haendel italiano. El bajo-barítono Andreas Wolff posee una voz poderosa, que impresiona desde la salida, con unos graves bien profundos y está bregado en estos repertorios y en las mejores compañías. Intachable en todo momento, uno piensa que quizá en “The Trumpet Shall Sound” debiera haber redondeado un poco mejor los finales de frase, demasiado expansivos quizá por tan vehementes en su papel profético.
Luis Suñén
(foto: Pablo Sánchez Quinteiro)