Joep Beving: “Mi música es música sencilla para emociones complejas”
Habíamos quedado en entrevistarnos en una conocida casa de pianos de Madrid, pero el azar imprevisible, el tiempo inexorable y los compromisos profesionales hicieron que finalmente nos encontrásemos en el restaurante de un hotel cercano a la estación de Atocha, cuyo nombre quizás dijese mucho de este músico de difícil encasillamiento: Only You, solo tú. De componer y grabar su música en la cocina de casa para el entretenimiento de su familia, en tan solo cuatro años, ha pasado a grabar en el sello Deutsche Grammophon. Holandés de enormes dimensiones —mide más de dos metros—, de voz grave y afable, melena cobriza y barba profusa, dejó su carrera de publicista para dedicarse a la música al ver que las canciones que publicaba por su cuenta en Spotify se habían escuchado más de 85 millones de veces. “Yup Beifin” (así es como se pronuncia en neerlandés Joep Beving) vino a Madrid para promocionar Henosis, su último álbum. Padre de familia, cuando nos sentamos para conversar, le espetamos —así, como el que no quiere la cosa— la primera pregunta:
¿Qué es más fácil, criar hijos o escribir música?
Escribir música, sin duda alguna. También depende del tipo de música, claro está. En mi caso, definitivamente, escribir música es más fácil que criar a mis hijos.
Su carrera musical empezó con Solipsism. Luego llegó Prehension, más tarde Conatus —una reelaboración con otros músicos de algunas canciones anteriores— y ahora Henosis. Y todo ello en apenas cuatro años. ¿Cuál es la diferencia entre los dos primeros trabajos y este último?
Es un proceso en tres pasos. Están relacionados unos con otros. El primero lo hice con la intención de sincerarme, de desnudarme y hasta quizás de hacerme vulnerable para ver si podía volver a conectar con las personas que me rodeaban. Lo hice con el fin de ver si había una realidad alternativa a lo que normalmente ocurría. Fue un primer trabajo íntimo y pequeño. En el segundo álbum, fui ampliando mi campo de visión y las canciones eran menos íntimas, más distantes. Entonces pensé en la relación que había entre estos dos álbumes. Al primer álbum lo llamé Solipsism y fue una toma de consciencia de mí mismo. En el segundo álbum miré a los demás, a nuestra responsabilidad como seres humanos para descubrir cómo la realidad se va mostrando en nuestra creatividad y en nuestra falta de acción para llegar a hacer las cosas mejor. Percibimos la realidad desde solo un nivel, desde el ego, desde lo material. Entonces, mientras hacía Prehension, me di cuenta de que había que dar otro paso más: superar la percepción del ego y de lo material para volverte uno con quienes te rodean. Quería encontrar un modo de expresarlo y también quería trabajar más con música electrónica, con otros instrumentistas. Así que el último álbum es el primero en el que verdaderamente tenía una idea preconcebida de lo que quería hacer. Y en ese sentido, Henosis es muy diferente respecto de los dos primeros álbumes.
Tengo entendido que usted hizo el álbum Solipsism en la cocina de su casa. ¿Ocurrió lo mismo con su último trabajo?
No. Bueno, una parte de las ideas nacieron en el piano de la cocina. Llevaba a mis hijos al colegio y después me metía en la cocina durante una o dos horas para ver qué se me ocurría. Y si se me ocurría algo interesante, lo llevaba al estudio para elaborarlo. Sin embargo, la mayor parte del álbum se hizo directamente en el estudio, trabajando con muestras de orquestas.
¿Sigue utilizando el piano de su abuela en este álbum?
Sí, sigo utilizándolo. Hay dos canciones con dos pianos diferentes. Uno el que tengo en la cocina, cuyo sonido grabé con un iPhone; el otro es Una Corda de Nils Frahm. ¿Conoce a Frahm? Es un músico y compositor alemán fantástico, uno de los pioneros en el tipo de música que hago. Fue quien, junto con el constructor David Klavins, creó un piano que tiene una sola cuerda en lugar de las tres habituales de los pianos modernos. Tenía el sonido de ese piano en mi programa informático y cuando estaba escribiendo Venus, utilicé el sonido de ese piano. Sonaba tan bien que me di cuenta de que no merecía la pena utilizar mi piano habitual. Así que quisiera también reconocer la labor de Nils por facilitarme el camino y por haber creado este piano.
A veces resulta un tanto difícil hablar de la música que uno mismo escribe, pero si tuviera que describir su música tal y como es ahora en relación con cómo era hace cuatro años, ¿qué diría?
Es una muy buena pregunta. Creo que la describiría de la misma forma, aunque quizás ahora el nivel de profundidad es mayor. Sigue siendo sencilla. Mi música es música sencilla para emociones complejas, aunque suene a eslogan publicitario. A veces tienes que llegar a la esencia para dar con la frecuencia adecuada que haga que la gente reconozca esta música como algo valioso, algo que merece la pena. El mundo exterior nos engaña, la realidad toma tal forma que resulta casi imposible comprenderla. Eso crea una fricción existencial del ser humano. Y eso es algo muy difícil de comunicar, porque no quisiera ser negativo ni pesimista todo el tiempo. Hay que dar forma a la esperanza pero intentando comprender toda la complejidad de la situación. Mi lucha ha sido hacerlo de forma muy sencilla. Sé que todo es un poco más complejo, aunque es sencillo en su composición. Lo que he querido hacer es ampliar el espectro. Una grabación solitaria pero en un gran espacio. Y, en este sentido, el último álbum sigue conectado con el primero. Creo que seguiría en ese camino antes que hacer alguna otra cosa.
Leí una entrevista que le hicieron en Canadá hace algún tiempo y en ella hablaba de sus influencias musicales. Le voy a dar algunos nombres de compositores y le pediría que, muy brevemente, me dijera algo de lo que cada uno de ellos significa para usted. Empecemos: ¿Philip Glass?
Siempre me ha atraído muchísimo la repetición de patrones rítmicos para crear tensión emocional. Conocí la música de Philip Glass cuando era muy pequeño. No sabía que ese tipo de música era posible, que se podía tomar en serio. En aquella época ignoraba el efecto que podría tener en mí. Creo que el primer CD que tuve fue Dance Pieces y me resultó muy intrigante. Creo que lo que Philip Glass ha hecho en su vida es simplemente monumental.
¿Simeon Ten Holt?
Este es un clásico. Me ocurre lo mismo con él. Resulta fantástico ver que ese tipo de música convence a todo el mundo. Está por encima de cualquier crítica. Es como si esa música siempre hubiera estado ahí. A la gente le encanta. Es una mezcla muy bonita entre estructura, lógica, emociones y sentimientos.
¿John Cage?
He comenzado a leer alguno de sus escritos, pero oí hablar de él en el colegio cuando era pequeño, con su famosa obra silenciosa, 4’33. Introdujo la idea de música como arte, como actuación, no solo como mera música.
Por lo que ha dicho desde que empezamos la conversación, deduzco que a usted le gusta disfrutar del momento presente antes que pensar en el futuro.
Intento encontrar un estado mental saludable, lo cual requiere disfrutar del momento a sabiendas de que el futuro, probablemente, no sea muy halagüeño. Intento hacer algo para mi salud mental, sintiéndome a gusto estando aquí y ahora, hablando con la gente y criando a mis hijos. Este es mi punto de partida. Para tener esperanza en un futuro que no sea tan oscuro, debemos empezar a unirnos de una manera distinta. Hablando de un modo más espiritual, diría que tenemos que dejar de pensar en lo individual (yo, mi, tú) y pensar más en “nosotros”, en nuestro planeta.
Hagamos otro pequeño ejercicio de síntesis. Si tuviera que describir su primer álbum Solipsism en tres palabras, ¿qué diría de él?
Uff, en tres palabras… Eso es muy difícil. Quizás diría “esencia”.
¿Prehension?
Transición.
¿Conatus?
Confianza.
¿Henosis?
Amor.
¿Por qué ha utilizado la palabra “confianza” para Conatus?
Porque la idea detrás de Conatus es que yo no creé la música, la música ya estaba allí. Simplemente creé las circunstancias para que saliera. Y si uno ve la música como un organismo vivo, uno tiene que tener confianza en el proceso, confiar en la intuición. Simplemente se trata de dar tu música a otras personas para que ellas la expresen y confiar en el proceso.
¿Cuál es su próximo reto musical o personal?
Mi primer reto es no caer en demasiada profundidad. Ese es el gran reto. Me preocupa caer en el vacío de la inseguridad, de no saber qué hacer. Tengo formas de evitarlo. Por ejemplo, algún proyecto cinematográfico. En realidad, el gran reto es permanecer optimista y positivo.
Para terminar, ¿hay algo que le gustaría decir y que nunca antes le hayan preguntado? ¿Se ha visto en alguna ocasión diciéndose así mismo: por qué me preguntarán siempre esto y nunca esto otro?
Es otra pregunta difícil, porque no quisiera meterme en camisas de once varas. Todo lo que tengo que decir está en mi música. Ese es el medio que elijo para decir lo que quiero decir. Si dijera algo grandilocuente sobre mi obra, mis palabras tendrían más repercusión en los medios de lo que mis obras representan en sí mismas… [Hay un gran silencio] Uff, no sé si debería decirlo, puede ser peligroso. No me gustaría que me malentendieran, sobre todo por lo que pudiera decir en una revista de música clásica. No quisiera parecer pretencioso. Simplemente me gustaría que la gente experimentara por sí misma la música que hago. Y si no pueden experimentarla, entonces quizás mi mensaje no es para ellos. Me da la impresión de que dentro del mundo de la música clásica muchas personas no están abiertas a ese mensaje y otras muchas sí que lo están… [Otro gran silencio] Me estoy metiendo donde no me llaman… La espiritualidad es algo que siempre ha estado muy presente en la música clásica. Por otro lado, están también las personas que se centran en la musicología y en quién es el artista que hace la mejor interpretación. Eso resulta demasiado racional, técnico, lógico… Claro que sigue habiendo emoción en su análisis, por supuesto. Sin embargo, mi objetivo quizás esté en otro tipo de público que no está tan metido en la música clásica y al que se le puede ofrecer una introducción a un lenguaje que le haga sentir lo que la música puede llegar a lograr.
¿Y entonces qué les diría a quienes están inmersos en lo musicológico, en lo técnico?
Probablemente no les guste nada lo que hago y, sinceramente, no creo que escuchen mi música. Y, en cierta medida, puedo entenderles y es muy respetable. Tomo prestadas algunas cosas del lenguaje clásico, pero estoy en un mundo alternativo más electrónico o pop. Y grabar en el sello Deutsche Grammophon puede resultar un tanto confuso.
Michael Thallium