Joan Enric Lluna: “Cuando te metes en la música de Martín y Soler, quedas fascinado”
Ambos son valencianos, con una fuerte vocación cosmopolita. Tal vez en ello radican las peculiares afinidades electivas que desde hace tiempo unen al clarinetista Joan Enric Lluna con la música de Vicente Martín y Soler, cuyas óperas rivalizaron en Viena con las de Mozart y Salieri, pero que después de su muerte cayó en el olvido. Lluna acaba de rescatar y grabar con su conjunto Moonwinds Simfònic dos ballets que Martín y Soler escribió en Nápoles. La publicación de este disco coincide en el tiempo con la de otro registro en el que Lluna se mide, junto con el pianista Josu de Solaun, a una de las obras cumbre del repertorio para el clarinete, las sonatas opus 120 de Brahms.
¿Cómo ha ido desarrollándose su interés por Martín y Soler?
El primer disco que hice con mi grupo Moonwinds en 2006 ya incluía un divertimento de Martín y Soler. Después de ello, grabamos otro disco, un monográfico con música de su ópera Una cosa rara en arreglo para vientos, y otros tres divertimentos que el propio Martín y Soler escribió como presentación en Londres para octeto de viento con un instrumento que se usaba entonces para el bajo, el serpentone (hoy se sustituye con un contrabajo o contrafagot). Para Una cosa rara, descubrí unos arreglos de Johann Nepomuk Wendt, un oboísta que trabajó en Viena y en la actual república checa: son transcripciones muy buenas, yo diría que funcionan casi mejor que las piezas del propio Martín y Soler, porque Wendt utiliza clarinetes, mientras que Martín y Soler corni di bassetto. Eso fue en 2008, y el disco tuvo bastante recorrido.
Al margen de la ópera, que fue su principal ocupación, ¿qué más nos ha dejado Martín y Soler?
Cuando he tenido oportunidad de dirigir orquestas, he buscado música instrumental; hay muy poca más allá de las oberturas de ópera. En algún momento leí que tenía conciertos para clarinete catalogados en diferentes fuentes musicológicas, y empecé a preguntar. Le pregunté incluso a Gergiev por si podía darme contactos con el Mariinski, porque una parte importante de la carrera de Martín y Soler se desarrolló en San Petersburgo, y a lo mejor estas obras podían estar allí. Desde el Mariinski me contestaron que en sus archivos tenían muchas cajas sin abrir, y la cosa quedó ahí. En otra ocasión le pedí a la musicóloga Nieves Pascual que me ayudara a buscarlos. Ella investigó y cree que podrían estar en Viena, tal vez los escribió para Anton Stadler, el amigo de Mozart. No los encontramos, pero en una de estas búsquedas Nieves dio en el Conservatorio de Nápoles con la música de dos ballets. Me parecieron una maravilla. Cuando te metes en la música de Martín y Soler, quedas fascinado. Finalmente hicimos la edición crítica de uno de los ballets, Il ratto delle Sabine; y la del otro la tenemos hecha pero aún está por editar. Por otro lado, empecé a moverme para grabarlos e interpretarlos en concierto. Mi idea como músico es difundir y tocar una pieza. La gente tiene que escucharla, porque si no es como si la obra no existiera.
Ahí surge la grabación de Un viaje a Nápoles.
En efecto. Hemos hecho una suite de La bella Arsene de 18 minuots y dos suites de Il ratto delle Sabine, cada una de 20 minutos. En estos momentos hemos realizado el disco y lo hemos interpretado ya una vez en público. Guardo la esperanza de que se pueda programar más en formato de concierto, porque es una música muy inspirada, de corte operístico. La tocaremos de nuevo en octubre y ahora estamos intentando ponerla en escena con una compañía de danza.
¿Para hacerla en Valencia?
Hemos hecho una propuesta a un festival de verano que se organiza en el teatro de Sagunto, pero no ha prosperado. Vamos a intentarlo en otros lugares, sobre todo festivales de verano. También estamos en contacto con la Compañía Nacional de Danza y con el Teatro de la Zarzuela, pero no hay todavía nada concreto.
Un viaje a Nápoles supone el debut discográfico de Moonwind Simfònic, la extensión orquestal de su grupo.
Sí. Es un formato bonito, porque el corazón del grupo marca una forma de tocar y de trabajar, que se mantiene al ampliar la plantilla. El formato orquestal de Moonwinds nació en la pandemia, en unas circunstancias curiosas. Yo organizo en Godella un festival de música de cámara y siempre ofrecemos un concierto orquestal con los alumnos y los profesores del festival. En el año 2020, no pudo hacerse el concierto orquestal por razones sanitarias, y acordamos con el Ayuntamiento hacerlo en cuanto fuera posible. Al final se decidió realizarlo en noviembre de ese mismo año: era un monográfico Beethoven (por aquello del Año Beethoven) con la Quinta sinfonía y el Concierto para piano nº 3 con Josep Colom como solista. El problema era que ya no teníamos a los alumnos porque no había curso, así que escribí a un grupo de whatsapp de una orquesta joven que había llevado 25 años antes, un proyecto muy bonito que duró dos años y medio. Dejó tanta huella en todos que habíamos mantenido contacto. Les pregunté si les apetecía volverse a reunir y masivamente me contestaron que sí. También pregunté a compañeros de la Orquesta de Les Arts y entre todos montamos la orquesta, añadiendo además alumnos de los ex miembros de esta orquesta. Fue un proyecto precioso y salió muy bien. A partir de ahí tuvimos oportunidad de volver a reunir la orquesta para hacer el programa con los ballets de Martín y Soler.
¿Tienen más proyectos a la vista?
Hay proyectos, pero no confirmados. Este año y 2026 son los dos Años Joaquín Rodrigo y tengo en la cabeza hacer un homenaje con su música para orquesta de cámara, un programa que ya grabé con la orquesta de Les Arts hace cinco años. Proyectos en la cabeza tengo muchos, pero el problema siempre es el dinero. Me gustaría reunir la orquesta varias veces al año y creo que lo podremos hacer.
¿Qué directores le han influido más?
Cuando me incorporé a la orquesta de Les Arts, teníamos a dos monstruos de la dirección que eran Lorin Maazel y Zubin Mehta, y sinceramente me marcaron mucho y he aprendido mucho de ellos. Otra figura que he conocido muy de cerca es Gianandrea Noseda: me parece un musicazo. Gergiev, que también vino a Valencia, y Daniele Gatti me parecen directores estupendos. También he cogido muchas ideas de la época en que trabajé con Harnoncourt. Harnoncourt en los ensayos era una maravilla. Después, en los conciertos y en las grabaciones el resultado final no siempre era lo que pensabas, pero durante el proceso aprendías mucho. Su análisis de la música, su imaginación, era brutal.
¿Recoge ciertas indicaciones del historicismo a la hora de interpretar el repertorio clásico?
Sí. Absolutamente. Tuve un profesor de clarinete, Anthony Pay, que dedicó muchos años a tocar instrumentos históricos. Me influyó mucho en la manera de analizar e interpretar la música del clasicismo. Con el tiempo he ido filtrando ideas del historicismo, pero cuando interpreto quiero que lo que hago sea mío. Intento no calcar ideas. En Martín y Soler he tenido en cuenta evidentemente estos aspectos, pero de una manera más intuitiva que intencionada, como resultado de tantos años de hacer música de esta manera. Creo que cada intérprete debe tener honestidad a la hora de interpretar sin copiar, solamente cogiendo ideas y transformándolas en algo suyo. Es lo que intento.
El Concierto de Mozart, ¿lo toca con clarinete o corno di bassetto?
Corno di bassetto, sin duda. No sólo porque permite recuperar las notas graves. También el timbre del instrumento es distinto, el corno di bassetto no tiene las mismas proporciones del clarinete y eso le da una resonancia más profunda. Las tres veces que lo he grabado he utilizado este instrumento. La primera vez no lo tenía y se lo pedí prestado a Thea King, una clarinetista inglesa muy conocida en aquellos años. Al principio las pasé un poco canutas porque es un instrumento difícil de tocar, pero al final me las apañé bien. He grabado tres veces el Concierto de Mozart, y siempre lo he hecho con el corno di bassetto.
La última fue con la Orquesta de Cadaqués y bajo la batuta de Neville Marriner, un músico con el que mantuvo una relación muy especial. El pasado mes de abril se conmemoró el centenario de su nacimiento.
Conocí a Marriner en el año 89 o 90, por casualidad. Me llamaron porque hacía falta un sustituto para un ensayo de la Sinfonía concertante de Mozart con la Academy of St Martin in the Fields. Se trataba de un ensayo, ni siquiera un concierto. Después del ensayo, Neville me propuso tocar con la orquesta. Desde entonces me pusieron en su listado de clarinetes y he tocado con ellos muchísimos años como primer clarinete hasta 2009, cuando he vuelto a España. Además, él vino muchísimo a la Orquesta de Cadaqués y allí el ambiente era más familiar.
¿Qué músico era?
Muy práctico. En los ensayos estaba pendiente de aspectos concretos, sin grandes ideas filosóficas. Se ocupaba de que todo funcionara y cuadrara. Como persona era muy divertido. Siempre estaba contando chistes, hacía bromas. Era muy fácil trabajar con él, porque no era de los directores que se imponen, sino que sugería. Tenía mucho oficio. Tengo un recuerdo precioso de él.
Hace veinte años grabó el Trío y el Quinteto con clarinete de Brahms. Ahora sale al mercado su registro con las Sonatas op. 120. ¿Por qué ha tardado tanto?
Todo Brahms me ha infundido siempre mucho respeto. Creo que fue Heifetz quien dijo que para tocar bien a Brahms se necesita un cuerpo joven y una mente madura. En aquel entonces se dieron las circunstancias para grabar el Quinteto dos veces, porque lo toqué bastante con el Tokyo String Quartet en España y en Londres. Harmonia Mundi nos propuso grabarlo y no desaproveché la oportunidad. Lo completamos con el Trío, junto a Lluís Claret y Josep Colom. Con el Alexander String Quartet también lo he tocado y grabado. Lo de grabar ahora las Sonatas op. 120 ha sido una decisión personal. Sentía que este era el momento. Si me espero otros años, igual es demasiado tarde. Además, la posibilidad de grabarlas con Josu de Solaun y con Sony era un gran aliciente.
¿Es su primera colaboración con Josu de Solaun?
Sí, pero cuando tomé la decisión de grabar las Sonatas y supe que él estaba en España, no dudé en proponérselo. Es uno de los grandes pianistas españoles de la actualidad y creo que para este estilo de música es fantástico. Hemos partido de visiones diferentes de las obras, y esto también ha sido muy interesante: acercar posiciones, reflexionar sobre ciertas partes de las sonatas. Ha sido muy bonito.
¿Imponen estas sonatas?
Sí, porque es una música con una profundidad enorme. Y luego hay muchas versiones, y muy buenas. Tienes que aportar algo personal, que sea fruto de tu reflexión personal sobre esta música. Por eso siempre me han inspirado mucho respeto.
Además, la densidad del piano de Brahms requiere siempre un plus en el balance entre los dos instrumentos.
En estas sonatas es el piano el que lleva realmente el peso de la música. Con el clarinete hay menos problemas de equilibrio que con la viola, porque es un instrumento que puede sonar muy fuerte. Tengo la suerte de tocar con pianistas muy buenos, y en estos casos me dejo llevar. Aporto mi parte, pero confío totalmente en el pianista, porque es él quien lleva las armonías, las texturas.
¿Cómo completa el disco?
Es un tema al que le he dado vueltas durante años. Tengo muchos Lieder de Brahms que pueden tocarse con clarinete, pero al final me decidí por hacer una adaptación de movimientos procedentes de dos obras de Brahms que me encantan: las Serenatas op. 11 y 16. Brahms las escribió cuando aún no se atrevía con las sinfonías. Son músicas que llevo dentro desde hace muchos años. Las he tocado y también las he dirigido. Encontré una transcripción para piano solo de la época de Brahms y, a partir de esta reducción y de la versión orquestal, hice una transcripción para clarinete y piano de tres movimientos: primer y último movimiento de la Serenata nº 2 y, en medio, el Minueto de la Primera Serenata. El resultado es una pequeña sonata de unos 15 minutos, una especie de retrato de un Brahms juvenil como complemento del Brahms maduro de las Sonatas op. 120.
Stefano Russomanno
[Foto: Alex Baker]
La crítica de la grabación de Martín y Soler se puede leer AQUÍ.