INNSBRUCK / ‘Silla’ de Graun, otra ópera resucitada
Innsbruck. Tiroler Landestheater (Großes Haus). 19-VIII-2022. C.H. Graun: Silla. Bejun Mehta, Valer Sabadus, Hagen Matzeit, Samuel Mariño, Eleonora Bellocci, Roberta Invernizzi, Mert Süngü, Claudio Chiavazza. Innsbrucker Festwochenorchester. Coro Maghini. Director musical: Alessandro De Marchi. Director de escena: Georg Quander.
El Festival de Música Antigua de Innsbruck, que atesora una larga trayectoria además de un gran prestigio internacional, ha inaugurado la rica e interesantísima programación de su edición 2022 con una auténtica rareza: la ópera Silla de Karl Heinrich Graun, estrenada en 1753. Casi desconocido en nuestros días, Graun fue, junto con Johann Adolph Hasse, la estrella ascendente de la recién construida Ópera de la Corte de Berlín, que abrió sus puertas en 1742 precisamente con su ópera Cesare e Cleopatra. Graun fue también Kapellmeister en Rheinsberg, donde escribió no menos de treinta y tres óperas, la mayoría de las cuales siguen esperando una recuperación. Su mecenas y principal patrón fue Federico II de Prusia, monarca que, como es bien sabido, tenía una especial inclinación por las letras, el arte y, muy especialmente, por la música (componía y escribía textos en francés, aprendió a tocar la flauta con Quantz e intercambió correspondencia con Voltaire). Graun completó la partitura de Silla durante los felices años de Federico II en Rheinsberg. La ópera cuenta la historia de la transformación del dictador y tirano romano Lucius Cornelius Sula (en la ópera, Silla) en un compasivo regente, en un servidor del Estado por el bien del Estado. Tras un sangriento reinado, se retira de los asuntos políticos para dedicar su tiempo al estudio y la filosofía.
Federico II soñaba con establecer una nueva y apolínea era en Brandemburgo-Prusia y ser un buen gobernante en tiempos de guerra. Virtudes como la nobleza, la amistad, la lealtad y la justicia, todas ellas características de la época del sentimentalismo o Empfindsamkeit, se encuentran omnipresentes en el Silla de Graun. El libreto italiano fue escrito por Giovanni Taglazucci, poeta de corte de Federico, quien adaptó la versión francesa de Silla escrita por el propio monarca. Charles Burney, en su célebre viaje musical por Europa, dio cuenta de la calidad de la ópera de Graun: “La composición es muy buena y el canto desbocado se ve siempre contrarrestado por el buen gusto y por un exquisito refinamiento”.
Así y todo, la nueva producción de esta ópera ilustrada que hemos podido presenciar en Innsbruck, pese a sus numerosos encantos, resultó en general un tanto tediosa desde el punto de vista teatral. El director de escena Georg Quander ambienta la acción en un espacio que se asemeja a un museo. La discreta dirección actoral, unida al hecho de que los personajes cantan casi siempre sus partes y arias en el proscenio, priva de tensión a la trama. El vestuario de Julia Dietrich, que mezcla diversas épocas, es imaginativo y elegante. Por ejemplo, el coro, que cantó, por cierto, maravillosamente, lucía ropas de color verde pálido, mientras que los senadores romanos estaban ataviados con trajes de terciopelo rojo y los soldados con tocados de estilo guillermino.
Bejun Mehta encabezó el reparto, ofreciendo una brillante, virtuosa y noble caracterización, llena de matices, del dictador que vacila entre la autoconciencia, la cólera y el idealismo. ¡Un acierto del festival de Innsbruck! Valer Sabadus, otro exquisito contratenor, también bordó el personaje de Metello, tenaz en sus consejos a Silla: “Olvida tu amor por Ottavia. Ella es la mujer de otro hombre y por la fuerza no podrás conquistar su corazón”. El sopranista Samuel Mariño (Postumio), de voz particularmente hermosa, supo mostrar las cualidades —”Fidelidad y constancia”— del amante de Ottavia, mientras que el tenor Mert Süngü brindó una excelente interpretación del taimado y falso consejero Crisogono.
En cuanto a las féminas, Eleonora Bellocci exhibió un timbre cristalino y un virtuoso empuje en su magnífica caracterización de Ottavia, mientras que Roberta Invernizzi, de voz algo metálica, acabó convenciendo en el papel de la sensible Fulvia. Desde el punto de vista estrictamente orquestal, cabe señalar que la dirección de Alessandro De Marchi pecó tal vez de una excesiva pesantez. Al final, aplausos para todos.
Barbara Röder
(Foto: Birgit Gufler)
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