Igor Levit: lecturas y relecturas
ENCOUNTER:
Obras de Bach-Busoni, Brahms-Busoni, Brahms-Reger, Reger y Feldman. Igor Levit, piano. SONY 19439786572. 2 CD
Igor Levit nació en Gorki, hoy Nizhni-Novgorod, en 1987 pero vive en Alemania desde 1995, su nacionalidad es alemana y su formación en Hanover también. Y es sin duda uno de los artistas más interesantes de cuantos han surgido en el piano en los últimos años. En realidad, decir que es interesante, que lo es, no deja de ser reductor pues, ante todo, es un gran intérprete en lo técnico, en lo expresivo, en lo intelectual. Tiene personalidad, muestra sabiduría en el concepto y es capaz de iluminar zonas de unas partituras llenas de rincones siempre por descubrir y que por eso llamamos clásicas.
Bach y Beethoven —nada menos, aún sin llegar a la mitad de su treintena que la integral de sus sonatas— han sido los compositores por los que más se ha interesado Levit en sus grabaciones y el primero de ellos es uno de los grandes protagonistas de este disco. Pero lo es en los arreglos de Ferruccio Busoni, lo que lejos de ser un inconveniente a tenor de cómo está la oferta de grabaciones bachianas al piano, me parece un acierto por el modo en que el ruso-alemán pone de manifiesto la pertinencia de los arreglos del italiano —también de formación alemana (todo es aquí una mezcla apasionante de nacimientos y querencias). Una pertinencia, naturalmente, que responde a la intención del compositor de Fausto y que se manifiesta en la importancia de sus logros. No es cuestión de plantear por enésima vez cuestiones de autenticidad pues en Busoni se trata —y la corriente historicista, lejos de desautorizar, creo que avala esa idea— de una lectura personal no de una corrección a la luz de lo que se pensaba en su momento. El Bach de Busoni en las manos de Levit persiste en la línea original pero deja clara la amplitud técnica que le otorga su, digamos, relector a través de los recursos de quien era un intérprete legendario ya en vida. Y ello en todas las composiciones que recoge el álbum. Hay un momento en él, verdaderamente prodigioso, que es el Preludio BV B 27 nº 4. No se puede tocar mejor o cuesta creer que se pueda tocar mejor semejante catarata de notas llenas de sentido y de poder de convicción. O con una, si se me permite, hondura rítmica tal el sexto de la serie. Y lo mismo sucede con los arreglos de los Preludios corales de Brahms también por Busoni o con los Cuatro cantos serios a cargo de Max Reger, toda una experiencia de reescritura para el presunto heredero, o con la pieza del propio transcriptor. Cerrar el recital con la casi media hora de Palais de Mari de Morton Feldman es, aunque aparezca al final, toda una declaración de principios y la demostración de cómo la música es, como cualquier arte, una suma de enlaces y rupturas, de evocaciones y suplantaciones, de tradición y plagio, ya sabemos. La maravillosa partitura de Feldman refulge en semejante compañía al evocar las ruinas de Babilonia como evocara igualmente su autor la Rothko Chapel y esa simetría imperfecta que fue una de sus obsesiones. Un disco maravilloso.