GRANADA / Swensen y la Joven Academia de la OCG: combinación explosiva
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 18-II-2023. Adam Golka, piano. Joven Academia de la OCG y Orquesta Ciudad de Granada. Director: Joseph Swensen. Obras de Bernstein, Barber y Gershwin.
Nuevo concierto de la temporada de la Orquesta Ciudad de Granada junto con los integrantes de la Joven Academia de la OCG. Una vez más, gran idea e iniciativa que permite, por una parte, la interpretación de repertorios sinfónicos que requieren de una plantilla orquestal más nutrida y, por otra, el que un grupo de jóvenes músicos toque en una orquesta de prestigio y en un concierto real como parte de su formación. El programa no podía ser más atractivo para el público: el núcleo —digamos— del canon de la música clásica estadounidense más característica (a falta, quizá, de Copland), con su genuina combinación de tradiciones y estilos: la obertura de Candide y las Danzas sinfónicas de West Side Story de Leonard Bernstein en la primera parte; en la segunda, el Adagio para cuerdas op. 11 de Samuel Barber y la Rhapsody in Blue de George Gershwin.
Resultó asimismo un programa perfecto para una orquesta conformada del modo excepcional que se ha indicado: se diría una música especialmente apta para intérpretes jóvenes y entusiastas. También para un director tan eminentemente vitalista como Swensen. La conexión, la química musical, fue perfecta. La brillantez y la jovialidad emergieron desde el primer ataque, en una interpretación de la obertura rápida y vivaz, aunque tal vez un punto acelerada (no tanto en tempo cuanto en actitud) y con mayores posibilidades para el contraste y el matiz en el característico tema lírico.
La interpretación de las danzas fue prodigiosa. Precisa, vivaz, tranquila, estruendosa, delicada y (esta vez sí), lírica, todo cuando convenía, con una cuerda y una percusión sensacionales sin menoscabo del resto de la formación; tremendamente emocionante, por sí misma y por ver tocar a tantos intérpretes más o menos noveles con tanto aplomo, bajo el auspicio cómplice y divertido de los músicos seniors. Como en toda buena interpretación, afloraron matices, detalles, como el aire claramente deudor de Stravinski de la Rumba, muy bien visto por Swensen, cuya gestualidad, por cierto, corrió el riesgo de convertirse —durante todo el concierto, además— en un espectáculo (de baile) en sí mismo al margen del espectáculo nada desdeñable de una enorme orquesta, panoplia de percusión incluida, interpretando música de Leonard Bernstein, chascando los dedos o gritando «¡mam-bó!».
El Adagio sonó muy bien también, con una cuerda tersa y empastada, sereno, sin exceso de dramatismo, con Swensen transformado, orante, dirigiendo sin batuta y con las manos apuntando hacia el cuerpo. En la Rhapsody in blue volvió, claro, la jovialidad y el tono dominante del concierto. Aquí no podemos sino destacar la interpretación del pianista, Adam Golka, plenamente cómplice con Swensen, brillante y preciso en su humorismo y su excelente swing, con un control absoluto sobre la música, dominando siempre el tempo, ora estirándolo, ora acelerándolo, en una música cuya naturaleza lo demanda. Se encontró cómodo y dio hasta tres propinas, pensadas parecía que para demostrar su dominio de todo el repertorio pianístico: clásico en tiempo y manera en el presto de la Sonata en fa mayor op 10 n.º 2 de Beethoven; romántico, lírico y delicado en el Nocturno en re bemol mayor op 27 n.º 2 —¡qué control del arco expositivo de toda la pieza!— y, finalmente, brillante y plenamente jazzístico, el Intemezzo, Estudio de Concierto op. 40 n.º 8 de Nicolai Kapustin.
Con un lleno absoluto, había mucha gente joven, probablemente amistades de los músicos de la Joven Academia. Resultaba interesante observar su atención y sus caras de sorpresa ante la música que estaban escuchando y que quizá no esperaban. Veladas como estas pueden crear, no solo intérpretes, sino también afición y público nuevo.
José Manuel Ruiz Martínez