GRANADA / OCG: el concierto de la liberación
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 21-V-2021. Natalia Labourdette, soprano. Gianfranco Montresor, barítono. Coro de la Orquesta Ciudad de Granada. Orquesta Ciudad de Granada. Director: Lucas Macías. Obras de Copland, Prokofiev y Fauré.
El programa que proponía la OCG este pasado viernes como clausura de la temporada, con su director titular al frente, resultaba, cuando menos, peculiar en su combinación: la Fanfarria para el hombre común de Copland, la Sinfonía nº 1 en Re mayor op. 25, “Clásica”, de Prokofiev y el Requiem de Fauré. Junto con el título del concierto, Una feliz liberación, tomado de unas palabras de Fauré en relación a cómo pretendía reflejar la muerte a través de su misa de difuntos, podemos, no obstante (siempre se puede, aun en los casos de las yuxtaposiciones más dispares), aventurar una interpretación y proyectar la idea de una suerte de homenaje implícito en estos tiempos de luz al final del túnel: a los hombres y mujeres corrientes, que tanto hemos padecido, y a sus difuntos. Por no hablar de la «feliz liberación», que ya parecemos alcanzar con los dedos. La sinfonía de Prokofiev queda como un interludio jovial, que puede remitirnos a futuras alegrías.
La fanfarria, solemne y espectacular, con un aire inequívocamente cinematográfico y estadounidense, tuvo no obstante una interpretación sobria, por no decir fría, en la que llamaba la atención el contraste entre los ataques de los vientos y la percusión (que fue quien le puso algo de pasión al asunto), y los movimientos tranquilos, casi delicados, de Lucas Macías, un director, por cierto, de un continente elegantísimo y pulcro en todas sus actuaciones. En la Sinfonía clásica, dicha pulcritud le sirvió para indicar ciertos detalles como quien lanza polvo mágico sobre la orquesta. La interpretación subrayó el humorismo de la obra, por ejemplo, acentuando el amplio intervalo de los violines en el segundo tema del primer movimiento, como características imitaciones de rebuznos, o con el tempo rubato de la gavota, que le daba un aire de cómica furtividad. Las flautas, muy marcadas algunas de sus intervenciones, estuvieron estupendas.
En el Requiem, una de las cosas que cabe destacar es la digna actuación del coro de la OCG, que a tantas magníficas interpretaciones nos tiene acostumbrados, en la que conviene subrayar la locución ‘a pesar de’: a pesar de haber tenido que ubicarse en la sala B del Auditorio (los asientos del público tras la orquesta), muy alejados de esta y del director, separados sus miembros entre sí y llevando mascarilla, en una interpretación general apagada y como dubitativa, consiguieron momentos de gran belleza, como el mismísimo arranque, (Requiem aeternam dona eis, Domine), y su emocionante recuperación súbita en el Agnus dei. Al barítono, de timbre metálico y sonoro, le faltó la delicadeza acorde al espíritu de la obra, aparte de tener algunos desajustes en el tempo durante su intervención (algo que sucedió también en general en otros momentos de la obra, posiblemente por la distancia de todos, organista incluido). La soprano resultó muy a propósito con su única intervención en esta obra (Pie Jesu), con su timbre dulce y pueril, sin casi vibrato.
Último concierto de la temporada: ojalá sea una feliz liberación de aforos, mascarillas y distancias, entre el público y, sobre todo, entre intérpretes, que en la próxima temporada nos permitan disfrutar de la música sin ningún ‘a pesar de’.
José Manuel Ruiz Martínez
(Foto: Víctor Pérez)
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