GRANADA / Música de las esferas y un Falla espectacular
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 25-XI-2022. Belén María Herrero, mezzosoprano. Francis López, diseño visual y videocreación. Orquesta Ciudad de Granada. Director: Julio García Vico. Obras de Pérez Frutos y Falla.
El quinto concierto de abono de la Orquesta Ciudad de Granada contaba en su programa con un estreno ‘mundial’, como se encargaba de subrayar en las notas al programa la propia compositora de la obra, Iluminada Pérez Frutos, encargo de la propia OCG, la AEOS, y la SGAE, aunque cabría decir ‘universal’, dado que la obra en cuestión se titula I suoni dei corpi celesti, una suerte de poema sinfónico donde, a partir de las ideas astronómicas de Kepler, se iría recreando musicalmente la idea de los planetas y el supuesto sonido (la armonía de las esferas) que realizarían gracias al orden de sus órbitas. El concierto se completó con la interpretación del ballet El sombrero de tres picos de Manuel de Falla en su versión íntegra, incluidos los dos mínimos números cantados.
La obra cumplía las expectativas dadas por su programa: expresiva, colorista, sensorial, con modulaciones armónicas características que evocaban el Neptuno, el místico de Los Planetas de Holst, y el John Williams más espacial, con algunos momentos de intimismo reflexivo, por ejemplo, uno muy logrado por las violas y los violonchelos. En este sentido, se trataba de una obra alejada del paradigma vanguardista que se asocia de forma convencional a la música estrictamente contemporánea, de escucha grata y evocadora, que la orquesta interpretó con eficacia, destacando lo que tenía de color orquestal, trompetas largas y sedosas, y, siempre, la percusión de fondo (las campanas tubulares y la cortinilla, características del género espacial, y una espectacular marimba a cuatro manos).
La novedad de la velada, aparte del estreno, consistió en que, durante la interpretación, con la sala a oscura y los atriles iluminados, se proyectaron en las paredes laterales sendos salvapantallas cósmicos con imágenes simétricas más o menos aleatorias o alusivas a la obra (espacio exterior, galaxias, planetas, explosiones telúricas…). Si la idea era una suerte de obra híbrida, plurisensorial, en mi opinión el efecto era el opuesto: las imágenes distraían de la música y la interpretación. Quizá para el efecto deseado sería necesario otro tipo de sala o de espectáculo. Además, esta clase de subrayado de la música siempre sobrevuela el kitsch, aunque es posible que no llegue a aterrizar en él. Por otro lado, también es cierto que una música tan descriptiva y, en cierto modo, tan sucesiva, con (al menos en una primera escucha) poco margen de isotopía, que parece ir únicamente hacia adelante, es cierto que quizá busque, o necesite, una apoyatura más allá de sí misma, como en el caso de ciertos ballets o de la propia música cinematográfica.
En la segunda parte, ya con la sala vuelta a su ser, la rareza relativa de escuchar el ballet de Falla completo en lugar de las suites. La Orquesta Ciudad de Granada es, posiblemente, una de las grandes especialistas en esta obra, que ha tocado innumerables veces, y eso se notó. La lectura de García Vico, con una dirección hiperexpresiva, sin batuta ni partitura, fue espléndida; quizá, como característica propia de los directores jóvenes, un tanto rápida a veces, con la consecuencia de que se le escapaban algunos detalles sutiles o irónicos de la pieza; pero también supo destacar otros, que resaltaban además el carácter de modernidad y maestría orquestal de la obra. La orquesta estuvo extraordinaria, precisa, brillante, de la cuerda —luminosa— a la percusión, pasando por el viento y sus distintos solos, que alternaban torería y humorismo. Las dos brevísimas intervenciones de la mezzosoprano, de voz poderosa, oscura, lírica, redondearon la obra. El resultado fue una interpretación memorable que tuvo, con merecimiento, una de las ovaciones más largas de la temporada.
José Manuel Ruiz Martínez
(Foto: José Albornoz)