GRANADA / Magnífico Brahms de Schuen y Heide
Granada. Hospital Real (Patio de los Mármoles). 6-VII-2022. Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Brahms: Die schöne Magelone op. 33. André Schuen, barítono. Daniel Heide, piano.
Primera etapa de la doble inmersión brahmsiana que se vive en el Festival de Granada: ayer el recital de lieder que ahora se comenta, hoy el Requiem alemán por la Nacional, que escuchamos (y comentamos) hace unos días en Madrid y se repite ahora aquí.
No es frecuente escuchar las quince romanzas de Johann Ludwig Tieck (1773-1853) a las que Brahms puso música en este op. 33 (omitió tres de los dieciocho poemas escritos por Tieck bajo el más prolijo título de La maravillosa historia de amor de la bella Magelone y el conde Pedro de Provenza, como bien señala Luis Gago, autor también de la traducción de los textos mostrados en sobretítulos, en sus precisas notas al programa). Es pues de agradecer al joven barítono André Schuen (La Valle, 1984), que acaba de brillar recientemente en Las bodas de Fígaro en el Teatro Real, la interpretación de este bello ciclo brahmsiano en el precioso marco del Patio de los Mármoles del antiguo Hospital Real granadino. Aunque compuesta en tramos, y con entidad individual de cada canción, la historia de amor, sus alegrías y sinsabores, que se encuentra en el trasfondo, imprime a la serie el carácter de ciclo, tal vez no buscado por Brahms, pero al fin, ciertamente, evidente.
En ocasiones (tal ocurrió cuando hace la friolera de 16 años Goerne y Leonskaja lo ofrecieron en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela), se añade a las canciones la narrativa en prosa en la que se insertan los poemas de Tieck. En aquella ocasión lo fueron con la prosa del padre de Goerne. Más recientemente, Gerhaher ha incluido en su grabación del ciclo para Sony otra versión de dicha prosa, debida a Martin Walser. La interpretación que ayer escuchamos en Granada se limitó, sin embargo, a las 15 romanzas de Tieck puestas en música por Brahms.
Las bellezas de Die schöne Magelone, sin duda muchas, están encerradas, valga la expresión, en un lenguaje de no fácil desentrañamiento. Canciones de muy cambiante carácter, a menudo dentro de la misma pieza, con incursiones cercanas al recitativo y un diseño melódico que no parece tan directo como el de otras músicas (pienso en muchas de las canciones schubertianas), y que tal vez por ello demanda del cantante un punto más de riqueza en la expresión, ese paso adicional que lleve al oyente la panoplia de sentimientos, atmósferas y reflexiones en la que se encuentran y funden la euforia, la pasión, la tristeza o la amargura.
Schuen, digámoslo inmediatamente, tiene un instrumento vocal impresionante. La voz es bellísima, de sonoridad redonda y poderosa, y se mueve con soltura absoluta en todo el rango de una tesitura sin muestra de apuro en ninguno de sus extremos. No hay más cambios de color que los intencionadamente buscados, ni tramos forzados o artificialmente colocados. La dinámica es ancha y se nos presenta sabiamente graduada, con una media voz, tan necesaria en el lied, magistralmente manejada durante toda la sesión. Una media voz capaz de desvelar y transmitir con precisa diferenciación todas esas finas inflexiones de texto y música del exquisito pero no sencillo entramado brahmsiano.
Sólo así puede llegar con la debida intensidad la inefable melancolía de la tercera romanza, ¿Son sufrimientos, son alegrías? incluyendo el brusco cambio a una encendida y casi desesperada pasión. Sólo con esa media voz es posible emocionar con la susurrada Descansa, cariñito, en la sombra, marcada por Brahms de manera muy explícita pp sempre e dolce. Sólo con esa voz poderosa y el arrojo y determinación mostrados por Schuen ayer, llega en toda su intensidad el arrebato de la décima de las canciones, Desesperación, o la encendida efusión de la penúltima de la serie, Qué alegre y fresco se eleva mi espíritu. Solo, en fin, si se domina todo el espectro expresivo de la línea del canto es posible llevar al oyente a la mezcla de amargura, tristeza y serena reflexión presentes en ¿Debe haber una separación? con su final casi interrogador, en una suspensión cantada con delectación por Schuen.
No lo tiene tampoco fácil el pianista en este ciclo. Brahms mantiene en muchos momentos la tendencia a la verticalidad de la escritura, y es fácil perder la claridad o pasarse de espesor en la textura, perjudicando el balance con la voz o pincelando un trazo demasiado grueso para la escritura vocal. No lo hizo Daniel Heide, cuya aportación bien puede considerarse sobresaliente, en todo momento sensible y musical, desplegando un bello sonido con cuidado matiz y precisa fusión y entendimiento con el canto.
El resumen es bien sencillo: una magnífica velada liederística a cargo de uno de los cantantes punteros en el género de la nueva generación. El éxito fue grande, como no podía ser menos. Y Schuen y Heide regalaron una deliciosa lectura de Du bist wie eine blume, vigésimocuarta de las canciones que componen el ciclo Myrthen op. 25 de Schumann. El colofón vino después con una susurrada (pero siempre con sólida presencia) interpretación, de inefable ternura y delicadeza, tanto por Schuen como por Heide, de la famosa Canción de cuna op. 49 nº 5 del propio Brahms. La primera etapa brahmsiana de este festival no podía transcurrir mejor.
Rafael Ortega Basagoiti
(Fotos: Fermín Rodríguez – Festival de Granada)