GRANADA / ‘La vida breve’. Toda la familia de la OCG reunida en un brillante cierre de temporada
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 24-V-2024. Silvia Tro Santafé, Alejandro Roy, Marta Infante, Ángel Ódena, Gerardo Jiménez, Carolina Gilabert, Álvaro Gallegos. Sebastián Cruz, cantaor. Manuel Herrera, guitarra. Joven Academia de la OCG. Coro de la Orquesta Ciudad de Granada (Héctor Eliel Márquez, director). Orquesta Ciudad de Granada. Director: Lucas Macías. Manuel de Falla: La vida breve.
El último concierto de la temporada de la OCG ha reunido a todas sus familias en una propuesta lírica aunque no escénica: a la orquesta, a la joven academia y al coro de la OCG. Entre todos (además de los solistas), y bajo las órdenes de su director artístico, Lucas Macías, interpretaron la ópera de Falla La vida breve.
Como decimos, la versión no era escénica; sin embargo, la mera presencia de tantos intérpretes llenando el escenario, casi al límite de su capacidad, confería al concierto una apariencia teatral per se, de gran ocasión, muy propia para un cierre de temporada. Por lo demás, aun cuando habría estado muy bien asistir a una versión escenificada, este concierto nos recordó la fuerza de la música para crear por sí misma una ilusión dramática. A ello contribuyó una interpretación magnífica, efectivamente dramática, plena de tensión y brillantez. Aunque no convenga abusar de este tipo de metáforas identitarias, la Orquesta Ciudad de Granada parece llevar en su ADN la interpretación de Falla, y Macías se sentía claramente muy cómodo, pletórico de hecho, con esta música, que tan bien parece irle a su estilo de dirección (si ya tiene cierto aire torero, nunca lo ha estado como en esta ocasión, por razones obvias).
El director supo imprimir a la partitura todo su color orquestal característico en sus ecos folclóricos pero, al mismo tiempo, subrayar su complejidad armónica y tímbrica —estupendas las melodías, los motivos o adornos secundarios que afloraban aquí y allá, sorprendiendo al oyente— y mostrarla también, en sus matices y en cierta contención, como una obra inserta en la tradición culta europea de su tiempo. Especialmente brillantes fueron los momentos puramente orquestales, los interludios y las danzas, donde la OCG, en consonancia con una academia de jóvenes plenamente integrada con ella, se lució en todo su potencial como el instrumento compacto y flexible que es. Ahí también tuvo sus grandes momentos el coro, que demostró asimismo sus hechuras dramáticas y su poderío vocal e interpretativo (dejando aparte las palmas, que resultaron poco convincentes y nada flamencas, pero que es algo anecdótico en cualquier caso). Si algo cabe reprochar a la interpretación es que, justo tal apabullamiento de sonido pudo, en algunos momentos, sobreponerse algo a los propios cantantes, aun cuando estos no carecieran de potencia vocal ni de volumen.
Por lo que respecta a estos, estuvieron en consonancia con la brillantez y el nivel general de la propuesta. Cabe destacar de forma especial las intervenciones de los papeles secundarios, interpretados todos (si no me estoy equivocando) por miembros del coro de la OCG, con unas magníficas voces —aquí se explica el nivel general del conjunto—, que se integraron con gran aplomo y belleza en el entramado general de la obra. Por lo que respecta a los solistas principales, todos magníficos, parecían pensados para sus respectivos papeles: Marta Infante como Abuela y Àngel Òdena como Sarvaor con unas voces graves sobrecogedoras y potentes; Alejandro Roy como un Paco operístico y pletórico; y Silvia Tro Santafé como una Salud deslumbrante en su registro, que abarcaba desde sombríos graves hasta súbitos agudos restallantes y poderosísimos. Por su parte, tanto el guitarrista como el cantaor cumplieron con gran belleza y elegancia su papel casi testimonial —pero dotado de una gran fuerza dramática por contraste— en la obra. En definitiva, un cierre de temporada como es debido: climático y espectacular.
José Manuel Ruiz Martínez
(foto: José Antonio Albornoz)