GRANADA / La Orquesta de Córdoba en Granada con música inglesa
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 31-III-2023. Orquesta de Córdoba. Directora: Catherine Larsen-Maguire. Obras de Britten, Tippett y Vaughan Williams.
Visitó el auditorio Manuel de Falla de Granada la Orquesta de Córdoba, en una iniciativa curiosa de intercambio entre orquestas andaluzas. Lo hizo bajo la dirección de Catherine Larsen-Maguire y con un repertorio de música inglesa del siglo XX: la Suite sobre melodías folclóricas inglesas op. 90 de Benjamin Britten; el Divertimento sobre “Sellinger’s Round” de Michael Tippett; y la Sinfonía n. 5 en Re mayor de Ralph Vaughan Williams.
La interpretación de Britten resultó solvente y eficaz. Esta imagen podría trasladarse a la propia dirección de Larsen-Maguire, enérgica pero sobria, muy clásica, ayudándose por cierto de una batuta más larga de lo habitual y que no dejó de usar nunca, ni en los momentos más líricos o delicados de un concierto donde no faltaron. Volviendo a la interpretación, la de la suite de Britten fue, eso sí, algo sosa: se echó en falta un punto de sutileza y chispa, sin que por ello, como decimos, se desmereciera un buen tono general. Las maderas sonaron algo bruscas (y en el número Hankin Booby llegó a taparlas la percusión), y las cuerdas, secas, con poco brillo, aunque sin dejar de crearse momentos logrados como el pandemoniun pleno de ironía folclórica de Hunt the Squirrel, donde además la concertino solista tuvo un desempeño muy lucido (como en general en sus distintas intervenciones a lo largo del concierto), o el número Lord Melbourne, que, sin olvidar la hermosa intervención solista del corno inglés, estuvo pleno de lirismo y prefiguró el que iban a lograr más adelante en la sinfonía de Vaughan Williams. Mejor, y como si estuvieran más relajados o hubieran entrado en calor, sonó el Divertimento de Tippett, con las cuerdas más entonadas y nobles, por ejemplo, en la imitación de la escritura contrapuntística o los pasajes de lirismo barroco brillantemente tamizados por las distorsiones y disonancias desde las que el compositor reflexiona sobre el pasado musical británico.
Por último, la interpretación de la sinfonía de Vaughan Williams fue vibrante, magnífica; la orquesta funcionó como un mecanismo plenamente engrasado, casi como si se hubieran estado preparando durante todo el concierto para ello. Al principio, conforme el tema principal va adquiriendo cuerpo, se podía echar en falta de nuevo más energía lírica, más emoción reverberante: no obstante, era la directora quien no la marcaba, y esta decisión alcanzó plena coherencia en el clímax cercano a la coda, con la fanfarria, que sonó plena pero también tranquila, bonita en su sobriedad, dando al movimiento un sentido unitario de serenidad que luego sí iría en un crescendo lírico conforme avanzara la obra. Y, en efecto, esta fue discurriendo serena y sugestiva en sus súbitos acordes casi religiosos o en sus breves contrastes dramáticos y juguetones, todos muy bien realizados y enlazados entre sí. El comienzo del gran tiempo lento, la Romanza, resultó mágico en el pianissimo de las cuerdas; nuevas excelentes intervenciones solistas del corno inglés —eventualmente de las otras maderas— y de la concertino solista; y, en general, un tono solemne y lírico que ahora sí se aupó hasta una reverberación emotiva (con Larsen-Maguire pidiendo intensidad con su mano izquierda a a las cuerdas), para terminar con la comedida brillantez de la Passacaglia y la circularidad del tema inicial de la sinfonía que vuelve, y con el que culminó, en calma, un concierto tan atípico por las obras interpretadas como interesante, también, en sus aspectos extramusicales.
José Manuel Ruiz Martínez