GRANADA / La aventura de Diego de Pantoja de Valdemoro a Pekín

Granada. Colegio Máximo de Cartuja. 10/VII/2021. Todos los Tonos y Ayres & Íliber Ensemble. Directores: Rubén García Benito y Darío Tamayo. Obras de China y Europa de los siglos XVI al XVIII.
Las matinés de música antigua en lugares señeros del patrimonio de Granada son una de las tradiciones más arraigadas del Festival de Música y Danza, y tiene su continuidad en la presente edición. Es en este contexto, y en el marco del FEX (la extensión del Festival, de modo paralelo y simultáneo, con otras actuaciones y espacios junto a la programación, digamos oficial), donde se lleva a cabo esta propuesta, una de las más originales y sorprendentes de la edición, en la que se cuenta en forma de concierto la aventura del jesuita Diego de Pantoja, el primer europeo en entrar a la Ciudad Prohibida de Pekín tras regalar al emperador un clave y enseñar a sus hijos a tocarlo. Este fue el inicio de una fructífera relación musical y cultural de casi dos siglos y que cuajó en la introducción de la música y los instrumentos europeos en China, de músicas chinas que viajaron a Europa, y de la impresión de libros teóricos y catálogos de piezas. Nos habla también, en tiempos con ecos extraños de pureza identitaria o histerias ante supuestos ‘apropiacionismos’, de la humana curiosidad por lo ajeno y la tendencia natural a la hibridación artística de las culturas en contacto.
El resultado fue un concierto magnífico y delicado, donde el interés intelectual se aunaba con la pura fruición estética. El hermoso extrañamiento que producían las obras chinas, reconocibles en su base musical característicamente pentatónica, resaltaba por contraste con lo familiar de las obras occidentales con las que se alternaban. Estremecía ser consciente de que la tonada china Sandixima, cantada por una Abigail R. Horro llena de gracia, era en realidad un canto a la Virgen María que en su momento tradujeron unos letrados de la corte imperial al chino clásico y al que se puso música. También es curiosa la experiencia de cómo el espectador podía ubicar sin problema las obras europeas en su siglo y, sin embargo, la música china, sometida al mismo rigor diacrónico, le sonara inevitablemente atemporal. Quizá el resumen simbólico del concierto fueron una sonata de Pedrini donde el violín europeo dialogaba con el ehru chino como lo haría con un violín segundo, y luego, una pieza de divertimento china donde sucedió a la inversa —como pasaba de hecho en veladas para entretenimiento del emperador de China—.
Ambos conjuntos Todos los Tonos y Ayres y el Íliber Ensemble, que colaboran en esta iniciativa, se presentaros ataviados de forma alusiva, de manera muy elegante y sutil, sin incurrir en el disfraz. Asombra de un grupo de intérpretes tan jóvenes su capacidad para tañer con soltura instrumentos diversos, europeos o chinos, incluso de familias distintas, y pasar de unos a otros con desconcertante naturalidad. Pero sobre todo, se pudo disfrutar de su entusiasmo, que se percibía en su continuas miradas y gestos de complicidad, lo que resultó en unas interpretaciones compactadas y vibrantes, llenas de color, tanto en los momentos líricos y tranquilos, como en los rítmicos y danzados (un punto sin duda en común entre ambas músicas) para entusiasmo del público. Un ejemplo de cómo el trabajo de investigación y la erudición acaban resultando en belleza. Pronto saldrá un disco producto de esta aventura musical: no se lo pierdan.
José Manuel Ruiz Martínez