GRANADA / Joseph Svensen y la música nórdica: lirismo, emoción y alegato casual
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 26-II-2022. Orquesta Ciudad de Granada. Director: Joseph Svensen. Obras de Grieg y Sibelius.
El noveno concierto de abono de la OCG estuvo consagrado por entero a la música nórdica, romántica, nacionalista (quizá la única forma de nacionalismo que no acaba causando desmanes). Se interpretaron la Suite nº 1 op. 46 de Peer Gynt y la Suite Holberg op. 40 de Grieg, y el Pelléas et Mélisande op. 46 y Finlandia op. 26 de Sibelius (alternando las obras de ambos compositores en cada una de las partes según el orden indicado: Peer Gynt, Pelléas, Holberg, Finlandia). Por cierto que la actualidad no dejó de proyectarse sobre el concierto, toda vez que, como indica Stefano Russomanno muy oportunamente en las notas al programa, Finlandia tiene algo de alegato musical en pro de la independencia finlandesa con respecto del dominio del entonces imperio ruso (y que no conseguiría hasta 1917).
La suite primera de Peer Gynt es una música tan inspirada y, a la vez, tan conocida, que resulta difícil escucharla de manera ecuánime. La interpretación tendió a la sobriedad, sin excesos expresivos (que, por otra parte, habrían estado perfectamente justificados), tendente más bien a la delicadeza y, por eso mismo, obtuvo su momento culminante en La muerte de Ase y, sobre todo, en en la levísima labor de encaje de la Danza de Anitra. En el conocido final de la suite, En la gruta del rey de las montañas, aunque el comienzo fue muy bueno, con inteligentes subrayados grotescos en las trompas, en el momento del clímax el viento y la percusión taparon en exceso a las cuerdas y hubo más potencia que matiz.
Mucho más expansivo, expresivo e inspirado se mostró Svensen en el Pelléas et Mélisande de Sibelius, que sonó espléndido, vibrante, emocionante. Aquí se acentuó su forma de dirigir, plantado en el podio, moviendo tan solo los brazos, incluso tan solo las muñecas, con los brazos pegados al cuerpo, para subrayar ciertos pasajes líricos —que no dejaron de abundar en todo el concierto— y cada número era un nuevo cuadro lleno de sorpresas, color, matices y, en suma, belleza: de lo lírico a lo sombrío, cuando no directamente lúgubre, pasando por el alivio de algún leve vals irrumpiendo de súbito. Cabe destacar el papel de José Antonio Masmano en los solos de corno inglés, tanto en melodía de Mélisande, con un sentido lírico extraordinario en el fraseo, como en la melancolía arcaizante de Las tres hermanas. En la Pastorale, fue el solista de flauta, Juan Carlos Chornet, quien aportó el momento de expresividad y de belleza en diálogo de nuevo con el corno inglés y con el concurso de las otras maderas.
En la Suite Holberg, la cuerda demostró su empaste y su solvencia habituales, alegre y ligera en los tiempos extremos, con Svensen permitiéndose aquí alguno de sus bailes directores tan simpáticos y característicos, y con el concertino, Ludwig Duerichen, alado y genuinamente folclórico en su solo del Rigodón, y lenta y solemne en los centrales. Por último, en Finlandia, donde la entrada del resto de la orquesta para completar a la cuerda, con sus refuerzos de trompas, trompetas, trombones, tuba y percusión anunciaba ya algo grandioso, primó desde el principio la solemnidad y la intensidad de la música, que, de forma casi inevitable, en su transición desde las fanfarrias sombrías a las de triunfo, con la melodía de himno de por medio, acabó teniendo algo de emotivo alegato en favor de la libertad y la dignidad triunfantes frente a la tiranía. La ovación fue apoteósica y, en los aplausos y asentimientos de la propia orquesta, se pudo constatar además la excelente sintonía de la OCG con uno de sus colaboradores más asiduos y principal director invitado, Joseph Svensen.
José Manuel Ruiz Martínez