GRANADA / Ineffabile Mysterium

Granada. Catedral. 25-6.2020. LXIX Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Mozart, Requiem. Katharina Konradi, Carlos Mena, Xabier Anduaga, Carlos Álvarez. Orquesta Ciudad de Granada. Coro y Joven Coro de la Orquesta Ciudad de Granada. Director: Andrea Marcon.
Varios hechos han determinado que el concierto inaugural de la presente edición del festival granadino haya revestido una trascendencia especial: la pandemia que está azotando a la humanidad, la ingente mortandad resultante en nuestro país, el heroísmo de nuestro estamento sanitario y el decaído estado emocional de la ciudadanía ante la situación política, económica y social. El festival estuvo en peligro de no celebrarse, pero la capacidad profesional y el estimulante carácter de su director, Antonio Moral, que se estrenaba en el cargo, han hecho posible que no se pierda esta edición, reconvirtiendo sus contenidos con esa mezcla de habilidad y olfato que lo convierten en el programador musical de referencia en España.
Nada mejor que la elección del más famoso réquiem de la historia de la música para un concierto en recuerdo de las víctimas de la Covid-19, cuya recaudación irá destinada a las instituciones Cáritas Diocesana y Banco de Alimentos de Granada. Para la ocasión se ha contado con la participación de un esplendoroso cuarteto vocal, que se convirtió, con diferencia, en el elemento más sobresaliente de la interpretación. Por su parte resultó encomiable la dirección del titular de la Orquesta Ciudad de Granada, Andrea Marcon, en especial por el trabajo de ensamblaje musical en un ámbito espacial catedralicio que puede superar los siete segundos de tiempo de reverberación del sonido, efecto incrementado por el distanciamiento entre músicos y coristas. Todos estos hándicaps fueron resueltos con gran sentido artístico, manteniendo en todo momento la tensión emocional que requiere el ineffabile mysterium que encierra el Requiem de Mozart, paradigma de la música sacra en el cual, ante la muerte, se alternan intelectualmente la angustia y la luminosa paz expresadas en un simultaneo sentir religioso y profano. Proyectar esta trascendente dimensión ha sido sin duda el gran logro del maestro Marcon, persuadido en todo momento de la necesidad de mantener un alto grado de concentración.

El director italiano resaltó la palpitación sincopada que requiere el introito para presentar el significado múltiple -desesperado, confiado, suplicante y resignado- que encierra la obra. Enfatizó sin confusión la agitación del Kyrie, supo plasmar en el Dies irae la inexorable fuerza del destino, iniciando así la Sequentia, en cuyo desarrollo se pudieron admirar los mejores momentos de la interpretación. Así, después de la entrada del trombón en el consecuente Tuba mirun, Carlos Álvarez, situado como los otros solistas a la altura de los órganos, inició la intervención del cuarteto vocal con apasionada expresividad, secundada por la voz, ligera a la vez que brillante, del tenor donostiarra Xabier Anduaga. Siguió el extraordinario canto de Carlos Mena, cuya potente emisión se antojaba acorde con la inmensidad del templo, precediendo a la voz incisiva y transparente de la soprano kirguiza Katharina Konradi. En suma, un cuarteto vocal de auténtico lujo que mezclaba en mágico equilibrio la juventud y la experiencia.
Es de justicia destacar el buen trabajo del coro dirigido por Héctor Eliel Márquez, dotado de un instinto musical que abarca desde la elección y la disposición de las voces -muy separadas unas de otras para evitar contagio- al entendimiento de la obra en sus momentos clave, como el Lacrymosa o el dramático Domine, Iesu Christe que abre el ofertorio, dirigido con tempi muy contenidos, dada la acústica muy expansiva del recinto catedralicio, evitando que el sonido se emborronase en una amalgama expresivamente indeseable. La OCG estuvo a la altura de un evento tan destacado y respondió con su habitual eficacia en el repertorio orquestal del clasicismo vienés.
Tras lucir de nuevo el cristalino timbre lírico-ligero de la soprano al inicio del último número, Lux aeterna, la repetición de la secuencia musical del Kyrie fue expresada con mayor intensidad dinámica y rítmica para concluir con un prolongado y respetuoso silencio, que el maestro Marcon mantuvo después del último acorde en una clara intención de recordar a nuestros compatriotas fallecidos por la pandemia. Un creciente y prolongado aplauso de casi diez minutos fue correspondido con una repetición -incluso mejorada- del Lacrymosa, poniendo punto final a una velada inaugural que quedará como una de las más recordadas de la historia del Festival.