GRANADA / Esencial sentido concertante
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 23-X-2020. Orquesta Ciudad de Granada. Soyoung Yoon, violín. José Luis Estellés, clarinete. Director: Michal Nesterowicz. Obras de Mozart y Weinberg.
Descubrir a un compositor siempre supone una experiencia sea cual fuere la afinidad que pueda producir su música en el oyente. En el caso de Mieczyslaw Weinberg, ha sido muy positiva para el que suscribe, motivada por una brillante interpretación de su Sinfonía de cámara nº 4, para clarinete, triángulo y orquesta de cuerdas op. 153 dado el gran entendimiento habido entre solista y director, favorecido por una más que excelente respuesta de la Orquesta Ciudad de Granada (OCG).
Con una orientación eminentemente nostálgica fue expuesto el Lento que abre la obra, destacando las incipientes disonancias de los distintos registros de la cuerda antes de la entrada del clarinete que, en su canto, apunta motivos musicales yiddishs propios de la diáspora judeo-asquenazí en Polonia a la que pertenecía la familia del compositor. El maestro Nesterowicz propició que José Luis Estellés, uno de los más distinguidos clarinetistas españoles desde hace décadas, entrara en el espíritu de la obra con idiomático resultado. En la consecuente irrupción del segundo movimiento, de ostentoso aire scherzante, las tensiones entre orquesta y solista se manifestaron en su máxima expresión como queriéndose imponer una a la otra en un muy contrastado discurso, en el que los registros extremos del clarinete parecían destacarse antes de los solos de violín y violonchelo que vinieron a apaciguar la manifiesta distinción de la sonoridad del instrumento de viento-madera.
Sin solución de continuidad, como están proyectados los cuatro tiempos de esta sinfonía, la aparición del enigmático inicio del Adagio significó un bálsamo en el diálogo del solista y el primer chelo, que parecían situarse en un celestial estrato sonoro. Ambos instrumentos competían por hacerse destinatarios de la inspiración del compositor, tensión que el maestro Nesterowicz vino a despejar con una deliciosa conducción de la orquesta antes de una corta a la vez que sosegada intervención del contrabajista croata Frano Kakarigi, que parecía zanjar las tensiones habidas en este movimiento, que volverían a producirse, recordando a Shostakovich, antes de la intervención final de José Luis Estellés llevando su clarinete a registros de evocadores efectos, y así terminar este complejo tiempo. El triángulo hacía su aparición en el Andantino final en el que surgían de nuevo sones judíos como elementos desencadenantes de su desarrollo, que iba a derivar en uno de los momentos más expresivos de la orquesta antes de la sobrecogedora cadencia del solista, que parecía estimular el acuciante trémolo de la cuerda diluida en el conmovedor final, sólo contrastado por un pianísimo y último tintineo del triángulo, que era percutido por Estellés. Terminaba así una de las actuaciones recientes más brillantes a la vez que sobrecogedoras de la OCG.
La primera parte del programa estuvo ocupada con una exhibición de la violinista coreana Soyoung Yoon interpretando el Quinto concierto para violín y orquesta en La, K 219 de Mozart. Como ya sucediera con el famoso concierto de Sibelius en su anterior visita al auditorio granadino el pasado enero, ha hecho suya esta obra del genio de Salzburgo, resaltando con diáfana claridad la sustancia musical que contiene al acentuar sus líneas melódicas desde un manifiesto dominio de las posibilidades técnico-expresivas del violín, demostradas sobradamente en la cadencia del primer movimiento escrita para esta obra por el norteamericano Samuel Franko, en un diálogo con la orquesta llevado a su mayor plenitud y contraste en los atrayentes aires turcos del rondó final, que arrebataron a un público entregado a la nobleza de un genuino ejemplo del arte concertante de Mozart.