GRANADA / El idilio entre Christian Zacharias y la OCG continúa
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 12-V-2023. Orquesta Ciudad de Granada. Piano solista y director: Christian Zacharias. Obras de Schumann.
Vuelve Christian Zacharias a Granada para clausurar la temporada de conciertos de abono de la OCG, y lo hace, además de director, como solista, y con un programa íntegramente consagrado a Robert Schumann, con la interpretación de la Obertura Manfred, op. 115, el Concierto para piano y orquesta en la menor op. 54, y la Sinfonía nº 4 en re menor op. 120.
En general, las interpretaciones (vibrantes, brillantes) se caracterizaron por su vivacidad; Zacharias escogió para todas ellas tempi en general rápidos. También lo hicieron por la nitidez, en un compositor cuya idiosincrasia puede hacer tender a interpretaciones algo difuminadas, por no decir difusas; aquí todo era, por lo general, claro y, sin embargo, la interpretación resultaba también a la vez muy empastada, con un balance extraordinariamente preciso entre las distintas familias orquestales. En la Obertura, por tanto, el ímpetu casi se sobrepuso a la melancolía meditativa que parece marcarla desde su inicio, en una versión esencialmente dramática. El director marcaba dicho ímpetu con energía, los brazos rectos, pegados al cuerpo, moviéndolos de abajo a arriba, como impulsándose y a veces hasta levantándose levemente del suelo con dicho impulso.
El Concierto opus 54 lo interpretó Zacharias como solista y lo dirigió también desde el propio piano, orientado por tanto el instrumento hacia la orquesta, sin tapa —creo que algo poco usual en un gran concierto romántico como este—, lo que resultó una experiencia muy sugestiva, ya que dirigir desde el piano adquirió un sentido pleno, no meramente locativo: también podríamos decir que dirigió con el piano, esto es, en buena medida con su propia interpretación como solista, lo que sirvió para subrayar el carácter más dialogado que agónico del concierto. Tras el acorde inicial, la introducción solista y el primer tema, como hemos dicho, rápido, muy subrayado, poco lírico, comenzó un diálogo de Zacharias —en las imitaciones, en las réplicas— con la orquesta, las cuerdas, con el clarinete, el oboe, donde la dirección con movimientos de cabeza parecía marcar el tono de una conversación que discurre tan fluida, con la interrupción del monólogo, emotivo, sereno, como tocado sin esfuerzo en su virtuosismo, de la cadencia; tanto que, cuando en el primer movimiento, en la reexposición de la orquesta, Zacharias se levanta para dirigir y al poco se sienta para reanudar el discurso del piano, no se nota la sutura de sus movimientos. Esta sensación de diálogo, de sesión que podría parecer (aunque fuera de forma fingida) improvisada, amistosa, creativa, pareció confirmarse en la propina, donde Zacharias interpretó Diciembre de Las estaciones de Chaikovski, elegantísimo el fraseo y, mientras lo hacía, miraba a los músicos como esperando que estos lo secundasen.
La sinfonía abundó en las características mencionadas: rapidez y —valga el anacronismo, entiéndase la expresión tan solo en su significado— sturm und drang, con una orquesta brillante en su conjunto, coronada por unos timbales y un metal muy preciso, y también, en el segundo movimiento, con una magnífica intervención del concertino solista y del primer violoncelo. Destacó sobre todo la sensación de compenetración, de la orquesta en sí y con el director que, en el camino hacia la apoteosis final del último movimiento, consiguió sacar de esta lo mejor de sí misma en cuanto a flexibilidad, timbre y virtuosismo. Un final de temporada rotundo.
José Manuel Ruiz Martínez