GRANADA / El ballet sinfónico: de Beethoven a Tomás Marco
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 28-X-2022. Orquesta Ciudad de Granada. Director: José Luis Temes. Obras de Beethoven y Marco.
Con el tercer concierto de la Orquesta Ciudad de Granada del ciclo titulado “Espacio jondo” —vinculado con el centenario del célebre concurso auspiciado por Falla y García Lorca de 1922—, se confirma la acertada tendencia de programación de la OCG que hemos señalado ya en críticas precedentes: algunos conciertos con obras poco conocidas y música contemporánea en combinaciones siempre atractivas. En este caso, se trataba de dos ballets muy distintos entre sí: una selección de números de Las criaturas de Prometeo de Beethoven y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (sinfonía coreográfica en cuatro cantos) de Tomás Marco.
La versión de José Luis Temes del ballet de Beethoven, ya desde su conocida obertura, tuvo el sabor de interpretaciones de otra época —que no ‘de época’—, diferente de las habituales hoy día, pero esto no es en absoluto un juicio peyorativo, antes al contrario: esta tuvo un aire intemporal, de maestro antiguo, acorde quizá con el modo de dirigir de Temes, económico y seguro, con un empleo mínimo de la mano izquierda y los gestos expresivos precisos y convincentes. Una interpretación compacta, empastada, reverberante (frente a la tendencia al ataque seco y cortante de hoy día), sin miedo a los tempos lentos (pero sin renunciar a los rápidos cuando era preciso), curiosamente libre y ajustada a la vez, que por momentos se convirtió en un alarde de virtuosismo por parte de la orquesta, que supo conjugar el carácter estentóreo, tonante, casi militar de Beethoven, con el aire danzable de los números, a los que a veces se le aplicaba algún ritardando o accelerando verdaderamente gracioso (en el sentido estético del término). De hecho, a mi juicio, quizá haya sido una de las mejores ejecuciones de la orquesta en lo que va de temporada. Como ejemplo se puede señalar el número 8, Allegro con brio, de una gran precisión, articulado por los timbales, —fundamentales en toda la obra— y virtuosismo creciente; lo mismo sucedía en las codas respectivas de todos los números, que raro fue que no arrancaran ningún aplauso fuera de lugar.
Esta sensación de seguridad, de dominio de la partitura tanto por parte del director como de la orquesta misma se prolongó en el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, una obra intensa y expresiva, y que se disfrutaba especialmente con el poema de García Lorca en la memoria, toda vez que sus cuatro movimientos se corresponden con cada una de las partes en las que se divide el poema, y estos evocan tanto su contenido como su atmósfera lírica —tensos y dramáticos los dos primeros movimientos, con un golpe reiterado en el primero que entendemos busca evocar la repetición obsesiva del ‘a las cinco de la tarde’, más elegíacos los dos segundos—. De nuevo pudo apreciarse el virtuosismo y la expresividad de toda la orquesta en una obra rica en matices tímbricos, con una nutrida percusión que sonó precisa y espectacular, así como una excelente intervención solista en el tercer movimiento —belleza extrañada y sonámbula— del concertino, el veterano violinista de la orquesta Peter Biely. La obra fue justamente aplaudida por un público entusiasta, con saludos reiterados tanto del director como del propio compositor, lo que viene a desmentir la idea de que el distanciamiento entre el público y la música culta contemporánea es inevitable o irreparable.
José Manuel Ruiz Martínez